viernes, 25 de marzo de 2011

GRANDEZA HUMILDE.


Es sinuosa la vida;
a veces recta.
Pero, ay, siempre cuesta arriba.
Vale la pena descansar el cuerpo
sobre la tierra labrada,
al frescor de un pino que da sombra.
Y pensar, no tener prisa
por alcanzar aquel desnivel de arriba,
poner a sentir al alma,
no sabemos qué hay más allá.
Gozar y llenarse de ese pasajero bienestar
que te regala un momento esa sombra.
Suele ser corto,
¡pero llénalo!
Tiempo hay poco,
y de estos momentos, ¡menos!.
Era el 22 de Marzo de otro año sin gracia, el 2011. En el BAR DE MI ESQUINA (Café-Bar AROMAS), se produjo uno de esos vuelos sublimes de paso vertiginoso del tiempo que, por unos intensos momentos, te hacen olvidar la "cabroneidad" de esta vida en la que nos dejaron caer sin el menor consentimiento nuestro.
A dos hombres recios, curtidos, pero al fin al cabo humanos, personas, desde sus rincones de los sentimientos, algo encogidos en ese instante, apretados, exprimidos, les subió a sus rostros la sensibilidad que nos hace soportarnos, relacionarnos, amarnos: De sus respectivos lagrimales, brotó una dulce sal en forma de dos, cuatro lágrimas incontenibles. Tenían los gestos faciales constreñidos, quizás pensando que si sus entrañas más sanas no podían contener el líquido de ternura, tal vez sus músculos...
Los demás, casi todos, tenían nublado el mirar, como con un velo acuoso que no llegaba a líquido. (Qué cosas: Yo, llorón por naturaleza, ocupado en captar la imagen con mi cámara, reventándome el pecho, no sentí ese tibio nublazón en mis ojos).
Uno de los hombres aludidos cumplía sus 90 años de una vida rica en vivencias duras, pero que no han podido ni con la inmensa claridad de su pensar, su largar, sus picardías, sus bromas, ni, por supuesto, con su enorme bonhomia. A nuestro gran PACO, el mayor y símbolo de los que frecuentamos el AROMAS y que viene a representar la buena y, sobre todo, agradable, muy agradable relación o corriente muy afectuosa que puede crearse entre mujeres y hombres que paramos en el lugar, cada uno por lo que sea: un respiro sobre el estrés, un recreo de una vida que no para de aguijonear a un ser (el mismo PACO), y no puede con él... ¡ni podrá! -quizás le pare la víscera motor, pero jamás quebrar su ánimo-; un descanso de una pesada y aburrida cotidianidad, y buscando el contagio de algo de vitalidad esperanzada... no sé, mil cosas. Quizás todo reducido a salir de tu "obligado" vivir y meterte en otro vivir ¡elegido!".
El otro hombre, el encargado de entregarle la placa-regalo conmemorativa de sus 90 tacos de nada, que sus amigos del bar AROMAS le obsequiábamos como recuerdo, también curtidito, con sus 50 y no me importa cuántos más, no pudo decirle a PACO nada en voz alta, en plan "discursito", sólo pudo agacharse, decirle algo por lo bajo cerca del oído, alzarse rápido y volver a su sitio (llegó a él sin haberse secado del todo sus sentires líquidos. ¡Ay, Lancelot , ¿encontraremos El Grial?).
El grande y amigo PACO, tal como corresponde a su carácter, después de tragar la emoción y soltarnos: "Estic plorant, xe, collons" , ya nos emplazó a todos para el próximo año celebrar sus 91 años.
Ojalá, PACO, nos llenes a todos con tu sola presencia de aquí a un año y no falte ninguno de los emocionados que contigo hemos estado este año (y, ojo, todos los demás que, lógicamente en un día laboral, por trabajo o asuntos familiares, no pudieron acudir... ¡pero yo notaba como si también estuvieran!
Amigo PACO, que con tantos años que me llevas, creo que voy cascándome más aprisa que tú, quisiera el año que viene, cuando cumplas tus 91 volver a cantarte el "cumpleaños feliz" y, también, poder volver a hacerte las fotos de rigor. "Es dir, collons, que al meins en un any no pos diñarla, xe, Y s'acabat".
DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano

martes, 1 de marzo de 2011

ALMA HIPOTENSA.


Fotografía de Febrero de 2000.
Es un esfuerzo grande, sí.
Pero uno consigue apartar la cobija.
Se siente frio.
"¿Dónde estarán las putas zapatillas?"
El helor cala por los pies;
lo primero que alcanza es el corazón,
la caja del sentir (¿sufrir, gozar?).
¡Qué frio está todo!
¡Qué frio tengo!
Al abrir las contraventanas,
entra claridad,
mas no visión.
Es poderoso el frio de afuera,
los cristales están teñidos
de una lámina opaca de vaho.
La palma de la mano
arde con fuego de hielo,
al fabricar visión,
pasándola por el cristal, ya llorando alguna gota.
Bello, triste y melancólico
el paisaje que aparece.
Las casas del valle,
allá abajo,
en valle todo,
el mundo,
casi cubierto
por una niebla de ralas guedejas algodonosas.
(Ésta es una de las tantas
trampas de la vida:
bellísima visión,
paisaje hermoso...
Pero oculta las casas,
la vida, los sufrires,
quizás alguna sorpresiva alegría.
Todo bajo la niebla húmeda)
Un sol tímido
lanza su luz por el fondo,
luz que se adivina acompañada de su calor.
Aquella cumbre y su falda,
lejanas,
ya están impregnadas de esa luz.
Uno ha venido a levantar
el atasco de su niebla interior...
¿Y si salgo,
voy allá abajo,
y se me cuela más?
Quizás más tarde
la niebla se esconderá,
para la jornada.
Ya, sí, lo sabe,
de nuevo mañana
el valle abrazará,
de nuevo su vida ocultará...
Y uno,
ya lleno de frio,
piensa que no sabe
qué hace aquí,
a qué ha venido...
Huyendo, ¿de qué?
Buscando... ¿qué?
Con libros, ¿más?
Con folios; no puede escribir.
Sólo sabe que esa niebla del valle,
cuando levante,
por la baja rendija de la puerta,
se colará en su habitación;
lo que no sabe es si todavía
admitirá más niebla su alma.
Se acuesta de nuevo,
se cubre hasta la cabeza.
Se arruga,
posición fetal,
como que quiere esconderse.
Maldita sea,
no sabe en qué momento
de niebla se llenó;
no ve cómo vaciarla,
no encuentra el camino
hacia la falda de ese monte,
ya con tibieza de sol.
No sabe; perdido.
¡No sabe nada!
Quiere sólo dormir más,
irse del momento.
¿Hasta dentro de un rato?
¿Hasta mañana?
¿Hasta lo eterno?
Cuando un niño se pierde, llora.
Pero uno ya no es un niño.
Ya ni siquiera consigue llorar.
DESVENCIJADO.
Luis Ramírez de Arellano.