domingo, 26 de febrero de 2012

MAL USO DE LA LENGUA...¡para la parla, ojo!

Imagen de entrada.
Chimenea en la cocina de mi "escape" -Agosto 2011 en ALATOZ-
Está ocupada, ahora, por una estufa de cáscara de almendra -que no veas el calor que "tira" ese trasto-.
Está  decorada con una especie de barreño de puro cobre (ese brillo lo ha sacada mi santa a base de inagotable fregoteo) que, si no me equivoco, era -aún lo será, aunque quede poca matanza-, el recipiente en el que a medida que brotaba se removía la sangre que se le iba al gorrino después del certero cuchillazo del matarife y el largo, chirriante y escalofriante grito del cerdo, bien sujetado por varios hombres bien fornidos.
He de confesar que yo, aunque no quiera ver esta ceremonia o ritual -que es una auténtica fiesta en los pueblos donde supervive-, digo, confieso y aseguro que los productos derivados del bicho (que, ojo!, se aprovecha todo él, enterito), son algo majestuoso para el buen yantar de buen paladar y exquisita vitamina para el colesterol.

ADVERTENCIA:
Sería una gloria que hoy sí saliera el cuento que llevo varios días queriendo trasladar aquí y que, aunque contiene un diálogo "durito"´en personajillos nada apropiados para esta lengua, juro que lo escuché personalmente en la misma calle Guillén de Castro por enfrente del MUVIM

QUE JERGA LARGA  LA CHAVALERÍA , PORFA


         Viajaba yo sobre descansados pies hacia mi casa. Cansado el ánimo, dolorcillo puñetero en las cervicales, cifras y prosas financieras como nubarrones plomizos en mi cerebro, músculos adormecidos, piernas entumecidas, culo acorchado (Es lo que más sufre en mi profesión, el culo. Soy administrativo; chupatintas, vamos.

           Busco diariamente el inicio de mi relajo en este caminar, paseo o callejeo desde el despacho hasta mi hogar. Ejercito lo dormido y despejo lo embotado.

               Se emplaza el lugar de mi currelo en el mismo centro del consumo desenfrenado y el correr del dinero de plástico de la ciudad, presidido por su fundador y líder, El Corte Inglés ,  a cuyo alrededor, como moscas que acuden al llamado y reclamo de lo que más les encanta -hay gustos para todo-, se han ido apelotonando, con el tiempo, cientos de comercios, boutiques y franquicias de esas cadenas tan conocidas que pretenden vestirnos a todos igual pero que sólo lo consiguen -eso sí, de forma primorosa- con la juventud (Yo, particularmente, doy mi mejor premio y apoyo de continuidad a las personas que diseñan, sobre todo, para  las jovencitas -me importa un pito si me tachan de "lolitero"-

                 La planta baja de El Corte Inglés aloja la sección de perfumería y cosmética que, para cualquier admirador del armazón femenino. mirón ávido de alimento con el que vitaminar el cansado aliento del vivir, constituye el más casto centro erótico de la urbe (sí que cabe la incongruencia porque sólo por mirar a nadie le han reventado las narices, que yo sepa) O sea que, entre lo que desde allí se vomita a la calle y la contribución de los demás establecimientos de moda, los primeros veinte minutos de la larga media hora que, con pausado paso, invierto en llegar hasta mi sofá, consigo, con este voluntario y tranquilo ejercicio al salir del trabajo, contrarrestar más que bastante mi alicaído arrastrarme y meter en mi espíritu algo de alegría.

                  ¡Qué gloria, oiga, esa calle, ese centro de desequilibrar presupuestos mensuales! Ninfas, jovencitas, adolescentes, mujeres, risas  y sonrisas en labios, ojos pintados para ir de compras, moda del ombligo, la gracia que puede tener el movimiento de un cuerpo, el asombro permanente de cómo pudo conseguirse tan armonía, montes y valles -sí, lógico, ya sé: caminan  por allí hombres... ¡ lo sé ¿los veo?1.

              Sí, uno llega ante su televisor con mejor talante, suavizado el rictus de asco con el que salió del ascensor del edificio de oficinas y despachos de la colmena de la Capital.

                       Pero el día de autos, el que les decía que viajaba yo sobre mis descansados pies, tuve la mala fortuna de además de ver,  oír y, encima, por la cercanía, verme obligado a escuchar...

                       Dos deliciosas criaturas, jovencitas en sazón -¿tal vez 16, 17 añitos? Da igual- trotaban con jaraneros andares unos metros por delante de mí, en el sentido de mis pasos. Pinta de niñas bien. Dulcisimas traseras desde sus cabellos hasta sus talones. Una, rubia de corta melena lacia -no parecía gualdo de tinte- se vestía con ancho jersey de tono ahuesado y oprimía sus altas nalgas con minifalda de tubo de negro color; calzaba botines cortos de tacón ancho y de mediana altura; pantis -impresión mía el que deberían ser pantis- de color de piel morena de agosto enfundaban sus piernas de formas de escultura rabiosamente figurativa. La otra, con estudiado alboroto en su cabello castaño, de corte corto y con alguna mecha rubia, lucía suéter ajustado de color indefinible -tal vez se podría decir gris perla, o algo así- zanjaba su caída en la cintura; vaquero elástico, ay, ceñidísimo, y playeras blancas; mediana mochila a su espalda -aunque mediana, de ésas de las que hay que huir en el metro: se vuelve la ninfa de pronto e, invariablemente, le arrea la mochila a tu humanidad y acabas sentado en el regazo de la señora gorda que va a las rebajas de El Corte Inglés. De momento, deje instalada mi atención en el ya importante y vistoso culo cuyas nalgas oprimían los vaqueros elásticos y la juerga del sube y baja de sus dos mitades.

                  Mis veinte minutos de necesario entretenimiento diario estaban a punto de concluir. La acera se iba llenando, paradójicamente, de más espacios vacíos, sin pies. La boutique más alejada del centro, se iba quedando atrás. Sospeché que tendría la buenaventura de inspeccionar sus anversos pues su caminar era más lento que el mío. De pronto de pararon y se enfrentaron la una a la otra. La rubia oprimía contra la promesa de sus pechos una carpeta de anillas y dos o tres libretas grandes, abrazándolo todo con sus dos brazos; labios finos, bien dibujados y ojos claros -diría que grises- algo achinados y con los párpados maquillados de difuminado verde; nariz graciosa, algo chatilla. La de la mochila me ofreció un perfil de los que te vuelven a congraciar con el motivo que fuera que llevó a Nabokov a parir su famosa Lolita. Los glúteos, que en visión plana y de frente, brincaban antes con desparpajo entre sus caderas, eran ahora una encantadora montaña redonda y respingona que nacía desde su misma cintura; la opresión de su suéter marcaba unas agresivas teticas como pitones de novillo inquieto; labios gruesos, besadores; nariz brevemente afeada por un leve toque aguileño; enormes y redondos ojos negros con muy marcada raya, también negra, en los párpados. Delicioso el conjunto, vamos. El dúo era  la visión más maravillosa con cuyo recuerdo podría llegar hasta la puerta de mi casa para el resto del ya aburrido camino que me quedaba.

              Hablaban fuerte. Me empecé a decepcionar. ¿Qué poca gente habla con tono mesurado? El desencanto total me invadió en cuanto, aún a dos metros para llegar a su altura el ruido -sí ruido-  de su conversación lo escuché convertido en palabras, frases. Las preciosas niñas estudiantes parecían enojadas la una con la otra. Llegó el primer estampido a mis tímpanos:

                - ¡Hostia, no me jodas!
                 -¡ Qué quieres, coño!
                 - ¡Hostia, espérate, no te pierdas ya, leche!
                  -¡Tía, no me toques los cojones (¿¿??) ¿Y qué le digo a la vieja?
                  - ¡Que le den por culo, oye, tía!
                  - ¡Tía, que es mi madre, tú, coño!
                 - Joder, es que siempre nos escoña el plan, tú. ¡Hay que joderse!
                 - Va, tú, que la parada está en el quinto coño. ¡Que no llego, tía!
                    - No jodas que no hay otro más tarde.
                   - ¡Claro, tía, pero no llego a la hora de mi vieja, hostia, ¿te lo digo otra vez?
                    - Oye, tía, hala, que te follen. ¿Eres una huevona!
                   - Tú dirás, maja, o me jodo hoy o el fin de semana. ¿Me acompañas un trozo?
                    - ¡¿Encima, tía?!
                    - Va, joder, no te pongas cabrona.
                    - ¡Qué mamona eres!
                    - ¡Vale, tía, va! ¡A lo mejor va en el mismo bus ese tío del paquete!
                    - ¡Hostia! ¿Sí?
                 - Hay días que sí. Yo no me pego a él porque me da corte... ¡Está de bueno...!
                    - Va, joder, tú ganas, tía... ¡Pero como no esté el tío!
                    - ¡Te morrearía, tía! Eres una amiga guay.
                    - ¡Tócame el conejo, anda. Tira para allá, tía.

El último piropo ya me llegó flojeando decibelios. Me volví a mirarlas. Se encaminaban hacia un esquina próxima. Me pareció que eran hasta patizambas. Si una de estas ninfas, pensé, y al iniciar la más sublime de las caricias, me suelta algo como lo que había escuchado, me deja impotente de por vida.

Hecho trizas ya el encanto de mis diarios veinte minutos, aceleré al paso. Sentí verdadera ansiedad por llegar hasta mi sillón orejero, favorito para mis lecturas, y deborar, antes de la cena, todas las páginas que pudiera del magnífico libro que estaba leyendo.

Mi mujer me recibió más cariñosa que de costumbre. La miré algo extrañado por la ausencia de la "cotidianidad conyugal"... Hasta se había maquillado un tanto. Puso en mis labios un beso sin peso alguno por la mucha levedad que traen los muchos años años de convivencia conyugal. Me dijo al oído mientras me estrechaba:

             - Tus hijos no vienen a cenar. Y llegarán bastante tarde.

Lo que es la lengua, el lenguaje. No pude encontrar por ninguno de mis internos rincones mi líbido ni, mucho menos, reacción alguna en su representante físico.

                                 Luis Ramírez de Arellano
                                 Julio de 2001

Para DESVENCIJADO: 27 fEBRERO 2012.
             



viernes, 10 de febrero de 2012

IMAGINÁNDONOS DE NUEVO EL "EL AROMAS"


Fotografía de Julio de 2010
(Callejuela de LA FRESNEDA, en la comarca de MATARRAÑA-Teruel)

PRIMER PASO: FE DE ERRORES JUNTO CON SOLICITUD DE DISCULPAS:

Tan variopinta y entretenida es la gente amable que frecuenta EL AROMAS, que en mi última entrada de ayer mismo confundí personalidades. Explicación de la falla: el personaje que apenas intenté puntear, el empleado municipal de la ORA, NO ES EL QUE SALUDA CON ESE ¡¡FELIZ NAVIDAD!!. No, señor, no. Este "ponemultas" tiene su aquel en su disparada forma de hablar, no para y tal parece que no respira entre frase y frase. Es como ayer dejé dicho: talmente una metralleta con muchísima munición de palabras.
Hace poco tuve el atrevimiento de meterme con él. Me tocó en la espalda: "Ye, José Luis, buenas por lo menos, ¿no? Vamos, digo yo, porque..." Le dije: "Creía que no estabas, ¡como no te oía largar!" Como si no me hubiera escuchado, él siguió con el gatillo apretado... "calla, tú, la hostia, si es que hoy me ha pasado una que, luego te cuento, porque ayer mismo uno me insultó todo lo que quiso; otro a punto estuvo de apalearme, y digo yo, porque tu me entiendes, ¿no? ¿y qué hago yo, me paseo y ya está?Y a que me tiran a la calle, porque..."
Queda claro, pues (hasta paréceme notar el perdón de todos ustedes/vosotros, ¿me entienden/entendéis) que ha sido salvada la personalidad de DOS personajes frecuentadores del AROMAS sin más culpa que la del observador/cotilla que soy yo y que transito y visito el mismo lugar que ellos.

Bien. Ahora hay que hacer el esfuerzo -vosotros, claro; yo ya me descuerno algo escribiendo- de imaginarme más o menos en el mismo "acodamiento" sobre la barra del tan repetido y querido AROMAS. 
Si estamos ya todos "en posición", debo seguir dejando, con limpieza de espejo sin vaho,  el entuerto al me llevaron mis viejas neuronas.

El personaje de esa encantadora -para mí al menos- frase que canta: "¡¡FELIZ NAVIDAD!! nada más entra en el AROMAS es propiedad exclusiva de un "técnico especialista en construcción" (antes eran "albañiles") que es portador de idéntica o más simpatía y educación que el personaje con el que lo confundí.
Es un muy amable hombre joven que también, como el otro, siempre irrumpe precedido por su sonrisa, pero sólo un segundo antes de soltar su, ya famoso, "FELIZ NAVIDAD".
Debe tener -no, seguro: la tiene- la suerte de trabajar en una buena empresa de construcción o similar, que aguanta con poderío el empastre actual de los mercados de trabajo o está sabiamente dirigida. Primer dato: el sujeto conserva, sigue y no sufre por el futuro de su currelo. Luego: No viste de cualquier forma. Se enfunda el tío en una especie de uniforme, de inspiración de vestuario de serie hollywudiense o norteamericana (cojan lo que quieran porque no tengo ni puñetera idea de si he escrito bien eso de holly-lo que sea). Es decir: cazadora  y pantalón de un marrón difícil de definir, ¿quizás como de zorro viejo y borde? No sé, xe. Le asoma el cuello de una camisa beis a juego con el color. Botas de categoría en su suela. En fin, un perfecto, bonito y -diría algún jovenzuelo- fardón uniforme de trabajo. "¡Feliz Navidad!" Buenas tardes a todos. M.Ángeles, por favor, un cortadito de los míos". Se espera, coge su cortado y se sale a la calle al pequeño saliente de mostrador sobre el que descansa el gran ventanal, que nos da descanso y buena vista a los de la barra (verde encendido por el sol de esa hora,  palmeras, césped, sillas y mesas de las terrazas del AROMAS y, qué le vamos a hacer, hacen frontera con las del bar vecino que regenta gente, seamos suaves, "algo antipática". Esto es sólo apunte e impresión mía: Es más bonito el mobiliario de terraza del Bar de mi Esquina que el del otro, todo metálico, aséptico y como de hospital).
Por dar mayores datos de mi felicitador "diario" de la Navidad, contaré que, algún día, he podido hablar más largo y distendido con él. Le honra el que jamás critique ni suelte pestecita alguna sobre su empresa. En ocasiones me dice que: "...ahora cuando me vaya, me voy a colgar a no sé cuántos metros... ná, una fachada que estamos haciendo..." Al miedo que portan mis preguntas, siempre, muy serio, me dice: "...ah, no, no, bien agarrados, arneses, cables o cuerdas, casco y ya ves tú mismo, las botas que llevo...".

El café hacia rato me lo había acabado... (volvamos al modo anterior, de ayer, de narración). Estoy con el segundo orujito. Yo no sé qué tiene este trocito de acera, muy ancho aunque corto, que de vez en cuando -demasiado a menudo- el gran ventanal me da la visión de algo importante que pasa por delante: Estiro el cuello, enrosco mi cuerpo con el peligro de desencajar alguna costilla, pero es que... Una rubia de suelta melena, con una medianamente ancha cazadora de lo que sea -paño, cuero o...-. El perfil, haciendo medio volar o bailar sus mechas gualdas, ya me cautiva. La sigo y sigo más hacia abajo de su, creo adivinar,  hermoso cuerpo. Este año, supongo enterados a todos -algún rarillo habrá por ahí- que la moda imperante es portar esas mallas del demonio, puesto a diseñador, de color o negras casi de transparencias o de cualquier color; de todas formas como segunda piel de sus fermosas piernas, muslos y pantorrillas; y como además, las muy... lo saben, caminan y se garbean desafiantes, provoconas, promoviendo aquello que los curas decían el "pecado de pensamiento". ¡Anda ya, so sotanas!
En fin, pasa la hermosa y pido, para el sofoco, otro orujo. (Aunque toda la tarde bailará por mis neuronas calientes el hermoso culo marrón -eran marrones las mallas de la bella- de ese monumento andante de mujer que ha pasado ante el ventanal de mi querido AROMAS).
(Estarán ustedes/vosotros comprobando que qué más atractivos esperan de un café/cafetería -y más cosas- para que uno no es que desprecie su casa sino que aprecie -habría que aplicar medidas- mucho su "segunda" estancia de acogimiento.
Ah, y así me importa lo que se piense o se imagine o se maquine de lo dicho. Todavía me queda mucho que contarles del muy amable Bar de mi Esquina, EL AROMAS, del que, por cierto, encima, va eliminándose -menuda es M.Ängeles- la gente que, simplemente, ni se le puede llamar "amable" ni menos aún "educada").

Sí, claro que sí; salvo algún desparrame que me entre sobre la cochina y cochinos políticos, se vistan del color que se vistan, o me ataque el endosaros algún antiguo cuento o pseudopequeño escrito pretendidamente literario, me queda mucho que decir -eso sí, "a mi manera"(uno siempre tiende a imitar a los grandes; sólo me faltaría copiar a cualquier mindundi).

Gente amabilísima, hasta otro día en el que, si esta puta informática me deja, pueda darles la vara con algo nuevo.

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano 




miércoles, 8 de febrero de 2012

DIVAGANDO Y OBSERVANDO EN "EL AROMAS"


FOTOGRAFÍA DE ABRIL DE 2011

(Pandas como ésta -futuros seres adultos de España y de la mierda de planeta entero que nos estamos empeñando en dejarles- son los que más se acordarán de nosotros,  sus ancestros, progenitores, sus mayores en suma. Aseguraría que vamos a salir muy mal parados en sus recuerdos)


Acodado estaba yo, ni ayer ni el otro día... un día, qué más da. Lo que no se me olvida es que había tenido uno de esos despertares perros que por mucho que con él forcejees,  no hay forma de saltar de la cama y vas prometiéndote cada vez con más fuerza que "hoy, que salga a la vida quien cojones quiera, yo aquí me quedo" es decir, notaba como que se adentraba en mí la visión de uno de tantos, tantísimos días imbéciles y que la impresión de que qué narices pintaba yo hoy y muchos días, afuera, en la perra vida... ¡que lidien otros hoy, coño!

 Delante de mí sino el mejor uno de los mejores cafés de Valencia (¡ah, de España, ya no sé!), dicho y redicho por todos los cafeteros redomados que recalan ... ¡y siempre vuelven! en el "bar de mi esquina, Cafetería Aromas"! )Junto al delicioso humeante café un chupito de rico orujo. Con nadie me metía, lo juro, salvo conmigo mismo, maldiciéndome esta rica costumbre del "chupito de orujo". Yo sólo me repetía que quería  claras razones sobre lo que dictaba que todo lo placentero que la vida te ofrecía, ¡¡es malo!! Primero para el cuerpo... ¡pues que jodan vivo al cuerpo, acabemos de una vez! Ah, amigos pero luego venían, con velas y en procesión, las razones morales... No, de verdad, no crean que me cisco con grandes cosas, cuando del chupito de orujo surge algo como un "sotanas" amenazándome con garras de páncreas, cirrosis o cualquier cochino mal vascular. No, no me cabreo... pido otro y asunto arreglado...

Y así estaba yo, qué le voy a hacer, soy así y, la verdad, no tengo gana ninguna de renegar de mí. El que quiera que se aleje de mí, pero que me deje en paz con mis dolores... ¡de los que sean!.

De pronto, en primera plana, a un metro de mí, en uno de los periódicos que el establecimiento compra para la clientela (no sé si como detalle o para que al menos lean algo al día), se me vino a la jeta y a todos mis sentidos una fotografía del Juez Garzón  . Tuve la leve sacudida de siempre cuando leo algo sobre este hombre. Y lo que me ocurre es que debo ser corto, me deben faltar algunas neuronas, no sé. Un señor Juez valorado en toda Europa, que puede que algún día, en Chile o Argentina lo nombren algo o le hagan una escultura para un parque, plaza o plazoleta. Pues este hombre, que es español, después de meter justicia en países ajenos, va y quiere recordarla, SÓLO RECORDARLA, QUE SE SEPA LA VERDAD DE TODA AQUELLA BARBARIDAD NUESTRA, DE UNOS Y DE OTROS, pues no, oigan. Va y un grupo de "manos blancas" (se las acabarían de lavar, porque, lo siento, las portan siempre o negras o azules) lo llevan a juicio, la justicia admite a trámite este contrasentido y... ahí está, uno de las máximos perseguidores de ETA, de los crímenes contra la humanidad... pero, ¡ah, cojones!, nació y se desarrolló en este raro y bellísimo país que es España... la jodimos, tía Paca. Como sigo sin entender el tema, no pido otro orujo porque aún me queda, pero me prometo otro.

Entra un habitual de los que un buen amigo llama "hombre medicina". Lo primero que asoma es su cara sonriente, siempre sonriente, incluso cuando pone las multas (¿pensará en el cabreo extremo del dueño del coche? -es empleado municipal de la ORA, sí, eso que toda España odia de sus respectivas municipalidades-)
Abre las puertas batientes y...
- ¡Feliz Navidad!
Da lo mismo que sea Febrero que Agosto. Él agarró este "tic" de saludo -que, para mí, no deja de ser simpático-  y con él sigue, y sigue sonriendo en tanto se acerca a la barra:
-M. Ángeles, por favor, un cortadito rápido, que llego tarde a por mi mujer.
Un día que lo pillé más relajado, estuve hablando con él sobre su función de "jodedor" de gente que no recuerda cambiar "la ORA" de su aparcamiento. No tenía problemas el tío simpático: "Ah, no sé, yo no soy muy recto. El que me da, me da, y el que no, lo dejo para la siguiente vuelta a la manzana, ¿a mí qué me ha hecho ese tío?. "Tomá po culo, hombre", yo tengo que dar cuenta de que he puesto multas, ni cuantas, si muchas o pocas, ¿pues?" Sí, pero me mostró un aparatejo en el que con un punterito tanto marcaban las multas como el momento en que paraban para tomar un café o almorzar.
Pensé (no lo comenté con él porque es una metralleta hablando): ¿No podían obligar a ministros y ese tipo de especies ¿racionales? a portar y cumplimentar este tipo de aparatitos? Yo apunto sin ánimo de lucro: Un marcador para cuando van a mear y el tiempo que les cuesta (hombre, prostáticos hay en todos lados; para las mujeres, los segundos de cambio de compresa -con alas- por lo que se les escapa, con cualquier estornudo, a las "postmenopáusicas o a las que han parido mucho); Otro para cuando, en pleno griterío parlamentario, si no tienen que apretar ningún pulsador de voto, toca la siestecita del borrego.Otro, u otros, para cuando dejan su escaño para ir a ver un ratito a la modelo o ir a prevaricar un poquito, hombre, sólo un poquito...

Se me fue de nuevo la mirada hacia el periódico. El carnicero ese -¿Assad, se llama? No recuerdo ahora. Yo lo llamaría, sin más, cabrón-asesino-criminal...- , seguía, con tanques y ametralladoras masacrando a la gente de su pueblo, a, se supone, "¡sus conciudadanos!" ¿El pecado de los muertos? Discrepar con su "Jefe". Me prometí otro orujo.

Ya imantado por la prensa, como distraidamente, pasé algunas hojas más -de las primeras-. Me explotaron en la cara el "Mangarín"; la mangancia de Andalucía con esa jueza, señora estupenda, que intenta meterlos a todos en chirona, el cuerno de Africa, con sus niños abultados, mocosos y llenos de moscas, ¡muertos!... y nadie se evada o llame a engaño: POR NUESTRA CULPA, ¡¡POR LOS DEL "NORTE"!!. La apisonadora que intentan pasar sobre GRECIA, culpándola y, a un tiempo, exigiéndole... ¡¿el qué, coño, exigen?! Los préstamos y los miles de millones en armas que antes les han vendido (claro, ahora hay que prestarles para que -por ejemplo, Alemania- se pueda cobrar toda la deuda que endosó a los griegos en armamento...

De España -y menos de mi Valencia- mejor hoy no hablar-. No sea que lo que estoy tomando tan a gusto acabe por sentarme mal. Otro día.
De momento, le digo a la encantadora M. Ángeles que vaya pensando en prepararme otro orujo.

En estas estaba cuanto entra EL GESTOR. Entra ya con la risa prematura del chiste que , ineludiblemente, me va a narrar. Yo, nada más verlo, sin tener ni idea de sus ideas, sólo con mirarlo ya empiezo a reírme:
-Mira: Son dos pijas que, cercana la Navidad, salen al monte para cortar (robar -apunte mío-) un abeto para decorar el salón de su casa.
Al cabo de una hora de ir de arriba para abajo, una de ellas le dice a la otra:
-Oye, yo no puedo más, por Dios, estoy cansadisima. ¡Sabes lo que te digo? El próximo abeto mediano que encontremos, lo cortamos y nos lo llevamos... ¡aunque no tenga bolas brillantes ni nada, hala!

El Asesor, consiguió que cortara mis orujos y volviera a mi sofá con mejor humor.

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano.