jueves, 29 de marzo de 2012

NUEVA METEDURA DE PATA....

NUEVA METEDURA DE PATA


... Y ENCIMA EN EL "DESAGRAVIO" INMEDIATAMENTE ANTERIOR...
¡SI ES QUE ME ESTOY VOLVIENDO INSERVIBLE!
(¡AHORA BIEN, NO OS CUENTO LA RAZÓN!)


En fin, es el caso que al "desagraviar" a JOHANA y a INMA,  en la inmediata entrada anterior, le he adjudicado a Johana algunos partos, que, sin importarme en absoluto ni deber meterme en tan íntimo asunto, pues va y resulta que nunca ha tenido.

Estos partos, sin intentar meterme a enumerarlos ni groserías por el estilo, pues pertenecen a Inma.

¡¿Acabaré alguna vez de contar mis historietas con algún mínimo de veracidad, y más tratándose de EL AROMAS?!

Ustés disculpen, oigan... y si no disculpan... pues que duerman bien... Y au.

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano.

EL AROMAS: DESAGRAVIO OBLIGADO...Y ALGO MÁS.

Fotografía de Septiembre 2009


(Ahorraros vítores y aplausos. Yo sé, desde hace mucho, que es un bellezón que, madre mía cuando vaya haciéndose grande. Sí, también sé que la han manufacturado entre mi bella nuera y mi hijo, pero, alto, que nadie se olvide: aunque sea en una sonrisa, en un desviar la mirada, en cualquier cosita... ¡gentes, que lleva mis genes!)

Y me viene de perlas esta bonita foto para ilustrar mi escrito de desagravio para con dos bellas mujeres que en su día o no traté o dibujé con palabras como se merecían, he ahí mi culpa (no digo nunca "mea" culpa; no sé, suena culto, pero huele a meados)

                                           &&&&&&&&


De pronto, desde el cubículo en el que se sitúa el baño de las señoras, y con más o menos años, de todas las de ese género (el femenino -cuidado DES que hay mucho nervio suelto con esto del feminismo-, chorradas por el estilo y seguir jodiendo e irritando al lenguaje español y a la RAE-  muchos de sus componentes han cogido faringitis o artrosis de garganta, o lo que sea, por agotamiento de intentar explicar a la buenas gentes, confundidas por comunicadores, como mínimo asnos, de eso, que hay miles de sustantivos y adjetivos que acaben en "A" o en "O", ¡QUE SIEMPRE HAN SIDO, Y O SIGUEN SIENDO, NEUTROS, COJONES)
¿Y a mí quién me manda meterme en esta chorrada en la que mandan en burrería y asnadas nuestros políticos y comunicadores (pido perdón a la excepción del grupo de comunicadores que se salvan, ¿pero a los políticos... ¡"compañeros y compañeras"!? Yo, con mala uva, cuando los oigo siempre pienso que se olvidan de los "neutros"...es decir, debían de decir: "¡compañeros, compañeras, homosexuales, lesbianas y gente rarita!" (Creo que los aplaudirían aún más. Anda que...).


Corto, cierro y cambio el rollo para ir al meollo.


Digo, decía que, por la puerta de ese excusado apareció como una sonriente luz gualda suave, dulce y con brillos, un rostro de guapa hembra, con el pelo recién de peluquería, pero con sencillo peinado, cabellos lisos de tono castaño con claridades de rubio que le caía en corta melena enmarcando con gracia un óvalo más que correcto de rostro -encima, sonriente-. Mas, ah, amigos, ese rostro bonito portaba algo maravilloso: Dos ojos grandes, casi redondos, que en ese momento irradiaban la luz de la miel. A medida que la linda hembra se acercaba a sitios más iluminados del local, mi cabeza se hacía la picha un lío intentando concretar o definir con aproximada exactitud el brillo de tan indefinido color de aquellos ojos. ¿Avellana? ¿Miel? -si era miel, desde luego, clara- ¿Toques o reflejos de castaño? ¿Almendra pelada y bien frita?  Xe, a qué tanta vaina. Con decir que tenía un color de ojos bellísimo, de tonos acaramelados y que, encima , como que iluminaban, ya me vale. Y si no, pues tanto me da. Me salgo del tema.


Siguiendo ese más que agradable rostro, se iba hacia abajo un cuerpo "ceñidito" con ropas modernas que, para una madurita con partos en su haber, se mantenía, como se dice ahora, en una forma más que aceptable.


Y éste, gente amable, es mi más que justo desagravio.
En los inicios de este blog, en una de mis primeras descripciones del ya querido bar EL AROMAS, citando y analizando a las gentes que desde mi rincón veía y "cotilleaba", hablé -de más y mal- sobre dos jóvenes mujeres de las que, si la memoria no me falla, solté muy a la ligera "que no me decían nada o me decían poco..." Craso error de burriciego que está centrado en su bocata de atún con aceitunas. ¡Con la boca llena de semejante bocado que te inunda el cerebro, no se piensa bien, so capullo! ¡Naturalmente que "me dices", y el recato me prohíbe decirte cuánto!


Perdones mil te pido, JOHANA -así se llama la portadora de los ojos de miel de mis últimos sueños-. Estás y miras de maravilla. Y justo es reconocer los patinazos. 
Seguro que me perdonas, ¿no?
(En la cita antigua que he nombrado, a Johana la situaba trabajando en una cercana casa de alquiler de furgonetas y pequeños camiones sin conductor. Mira tú, este detalle era cierto. Y lo sigue siendo).


Acompañándola, siempre juntas en la hora del almuerzo, en aquel lejano pasado comentario, nombraba yo a otra mujer -si no falla mi nefasta apreciación-, más joven, aunque también con un pequeño grado de madurez.
Tenía y tiene esta morena de tez tirando a clara una cara más, mucho más graciosa y simpática que guapa. Quizás podía uno pasarse horas hablando con ella y no cansarse de mirar su simpatiquísima expresión, aunque a ella le diera por llevar el gesto siempre serio. Llevaba -y lleva- el pelo negro a lo chico de algo ya crecido (no me da la gana decir la expresión francesa, estoy escribiendo en el mejor español que sé y puedo).
Lo peor de todo, no sé, quizás también por el dichoso bocata, no sé le ocurrió otra cosa a mis meninges que nombrar a esta gracia de mujer "empleada de banca" y con algún cargo, y que intentaba todos los días colocarle una imposición a plazo a la de ojos de miel. (¿Estaba yo atontado ese día?).
INMA, que así se llama esta belleza sencilla morena, resulta que era, y lo sigue siendo, compañera de trabajo de la otra.


En resumidas cuentas, gente amable, que SÍ, que VAYA QUE SÍ que me "dicen" cosas ambas bonitas mujeres clientes habituales de EL AROMAS.
Cuento con vuestro perdón (Supongo estaréis ya de vuelta de estas meteduras de pata propias de algún leve asomo de machismo. Gracias, hermosas).


Algo más se me queda en "espera". Me he cansado.


                                           ******


Gente buena, voy a estar ausente de esta cosa hasta allá por el 16 de Abríl próximo.
Allí donde voy, pequeño y encantador pueblo manchego de "La Manchuela" tiene eso que llaman, creo WIFI -que me corrija quien quiera- pero coinciden dos cuestiones:
- Yo no tengo portátil, y
- Allí funciona de puta pena la señal,
es decir, hasta la vuelta.


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano





sábado, 17 de marzo de 2012


Fotografía de JULIO 2010

(Sí, ya sé que es repetida, pero me venía de maravilla para el cuento a trasladar aquí).


 A modo de PRÓLOGO: Este cuentecito, sé de sobra que, para los tiempos por los que nos toca correr, que no caminar, se encuentra "anticuado", desfasado, fuera de su época.
Gente amable que me lee, hagan Vds. lo que les parezca:
Leerlo o pasarlo: Sólo puedo decir que mi alma y mi corazón siguen con la idea que mueve el cuento. Y, me
parece que seguirán hasta que la Parca se me lleve (también intuyo que a la jodida Parca no le será nada agradable el trasportar a un tipo tan protestón como yo).
Entre otras cosas, me mueve la nueva "publicación" del
cuento, el hecho de que hace muy pocos días, un amigo de EL AROMAS, el gran LANCELOT, me propuso  ir a almorzar con su amigo "picoleto" que está de servicio, diariamente, en el Museo Militar de Valencia (naturalmente, la visita previa al Museo llevaba implícito un buen almuerzo en un bar cercano).
Pude entrar hasta una especie de caravana (antiguo pequeño minibús, reformado) que albergaba lecho, mesa de trabajo, lavabo y, en la mesilla de noche un orinal de porcelana donde, imagino, alguna micción gallega soltaría aquel pequeñajo militar que tanto follón armó.
Sin embargo, el hecho que llegó a conturbar (¿se dice así?) mis pensamientos fue el de que si yo odio las armas, las guerras, la muerte que siembran las bocas negras de sus cañones o armas más ligeras... ¿por qué me gustaba; por qué me atraía...?
De vuelta, caminando hacia el centro con mi amigo LANCELOT, me vino un razonamiento que hace muchos años plasmé ya ni me acuerdo donde: "Las armas, el armamento militar tiene una ERÓTICA especial". Lo hice sonido hablando con el amigo. (Él es un gran estudioso e historiador de la guerra española e incluso de más allá). Siguió mirando al frente y me contestó: "Sí, algo hay de eso" No quiso alargarse más. Yo seguí, pero callado, razonándome: Pensé, y casi deduciendo que ese poder que ponen en tus manos de vomitar muerte, de destrucción, de acabar con vidas... No sé, algo así, debe embriagar bastante, o mucho, por ese punto macabro de sentirte dueño de llenar de muerte al tipo, a los tipos que tienes delante.
Algo así, ¿no? Y si no, pues que se exprese aquí un sociólogo, antropólogo o alguno de similares manías de investigación del comportamiento humano.
Vamos con el cuento, xe, tanta pamplina:

                            
 MUERTO POR VOTACION

Este cuento obtuvo, como primer finalista, la mención honorífica "Valentín de Lillo" en el VIII Concurso de cuentos ALLER (Asturias), que convocaba la Tertulia Literaria Allerana, en MAYO DE 1986.



El tiro rajó la noche y rompió, entrando por detrás, el pecho del casi niño que vestía ropas de matar. Cayó, con el enorme peso de su adolescencia y los pocos kilos de su edad, sobre un fangoso charco pestilente. Mientras caía, aún pudo ver el guiño de tristeza que le lanzó una estrella. Tan sólo un ronco grito vibró en su garganta: ¡Madre!

No siento nada, mamá. ¡Mamá, no puedo moverme! Esta sucia y asquerosa agua enfangada entra y sale de mi boca y no puedo cerrar los labios. Me han dado un tiro, mamá. Tengo mucho miedo, ¿me voy  MORIR?  ¿Y Violeta? Quiero ver otra vez los pechos bonitos de Violeta, ¡qué pequeños, qué duros y bonitos, mamá! Noto como burbujas en el pecho. Tan hermosa como estaba la noche. Qué negrura inmensa, qué inmenso todo, qué inmensidad de estrellas. Mamá estoy tragando de este agua cochina y me hará daño a las tripas. No puedo, no puedo moverme y no viene nadie. ¿No habrán oído el disparo? ¡¿No acudirá nadie?! 

¿Y qué hago yo aquí, cómo vine, por qué ahora me estoy muriendo tan lejos de tus besos, Violeta?  Violeta... Siento vacío desde los pies a la cabeza. Me hiere el casco en la mejilla. Y no puedo cerrar la boca para dejar de tragar de este charco. Y no puedo moverme para quitarme del todo el casco. ¡Qué solo me siento! ¡¡Y no viene nadie!! Si estuvieras aquí, mamá, al menos me quitarías el casco y me apartarías del agua tan sucia.

Dile a Violeta, mamá, que de nada sirvieron, ya lo ve, nuestras voces juntas, nuestras sentadas, codo con codo, ante el Ministerio, nuestras manos unidad a otras miles de manos intentando que esto mío no llegase a suceder, que yo no fuese a morir tan lejos, empapado de un agua sucia y extraña, sobre una tierra a la que nadie "me pidió" venir... lo peor, mamá, es que puede haber sido una bala fabricada en España...

Ya oigo unas voces. Dicen, vocean sofocadas que han disparado sobre esta zona. Me llaman, sí, me buscan. Pero yo no puedo moverme, no puedo decirles que corran, que tengo miedo, que es a mí, sí, que me han dado, que estoy tumbado dejando poco a poco mi vida en este inmundo charco. Está muy negra la noche y siguen voceando mi nombre, los oigo: "¡Ignacio, Ignacio¡" (Ellos, aquí no me llaman Nacho, como Violeta), por donde están los españoles. Mi preciosa Violeta sólo me llama Ignacio cuando se pone seria, cuando me dice que no, que "eso" no, que esperemos, que acostarnos todavía no. Y yo la besaba entonces más y, en aquel rincón oscuro de su portal, la blanca y temblorosa carne de sus pechos pequeños en mis manos me derretía. Los escucho decir que ha sido por aquí, por donde están los españoles, los últimos que han llegado. Creo que es la voz de mi Sargento, mamá; les está diciendo cabrones y de todo a los de este lejano país. Yo me muero y no me ven, no me encuentran. Y no puedo moverme, ¡no puedo contestarles, llamarlos!... Ay, Sargento, mi sargento ¿nos han llamado los de este país?... Mamá, no quiero morir, quiero que pase más tiempo y dormir con ella... ¿Tú qué votaste, mamá: sí o no? ¿Y el papá, al final qué votó el papá? No le preguntes. Aún alcanzo a ver cómo por allá en la lejanía caen algunas estrellas sobre el horizonte indefinido... ¿les habrán pegado también un tiro? Otras estrellas no se mueven, como yo. Y quizás yo las veo y ya no existan, ya estén apagadas, muertas. Cosas raras que nos enseñan en los colegios, ¿no? 

Tú, mamá, leerás mi carta viva y tal vez, en ese momento, yo estaré muerto. Están muy cerca, ¡aquí, aquí, por favor! ¡¡No puedo gritarles!! Noto como burbujas, muchas burbujas en mi pecho, pero no dolor. Qué asco, mamá, si la vieras, el agua tan sucia. Me fumaría un cigarro. Cuánto deseo siento de fumar. Ya te lo dije, mamá, que lo había dejado. En las películas, cuando alguien siente miedo, fuma con desespero. A mí, mamá, me pasó al revés: Me vistieron con estas ropas de matar que tanto combatí, me cargaron con este enorme y sofisticado fusil de no sé cuántas balas por segundo, y el miedo taponó mi garganta fumadora. Yo te escribí que había dejado de fumar. La verdad es que el miedo y la impotencia empezaron a llenar mi boca de desagradables sabores, y mi estómago de una continua sensación de náusea. No podía tragar el humo. ¡Me habían convertido en matador, ¿asesino?! Al final, he sido matado... Cada vez están más cerca. Y ahora sí que me apetece fumar. Si hubiera esperado, como tú querías, mamá... Tu manía, me decías, de por qué hacer tan pronto el servicio militar. Había que hacerlo, mamá. Cuanto antes, mejor. Y tan poquito antes de entrar, el referéndum. Tú y yo, Violeta, ¿te acuerdas?, tachamos el "NO" impreso y pusimos otro enorme, con rotulador negro y que ocupaba toda la papeleta (nuestra inconsciencia de jóvenes desbocados e idealistas, anuló nuestro voto... ¿Tantos votaron que sí? ¡Ya me han encontrado, mamá! Hay varios agachados sobre mí. Me nombran y me palpan. Es el sargento, ahora sí, seguro, es su voz, es él; les dice a los demás que no me toquen, que vengan pronto con una camilla. Me da la vuelta muy despacio y queda un sorbo de agua fangosa dentro de mi boca. No puedo impedir el tragarlo y toso en un ahogo. Repite mi nombre el sargento una y mil veces, y me dice que tranquilo, chico, en seguida te llevamos, tranquilo, no te muevas. Y vuelve a decirles cabrones y de todo a los de este país. Yo no puedo moverme, no puedo hablarle. Lo miro fijo a sus ojos, como queriendo que le hable mi mirada: pero, hombre, sargento, ¿qué piensa usted que hacen los que usan armas? Sargento, mi sargento, ¿nos han llamado a venir los de este país? ¿Por qué quiso usted ser militar? ¿Seguro que son unos cabrones los de este lejano país? ¿Usted qué votó, mi sargento? Violeta y yo votamos que no. Pero ahora... aquel, fue aquello; ahora tengo miedo y no lo puedo decir. En la espalda abierta siento la humedad de la tierra mojada y hostil. En el cuerpo, nada: Varcío, no tengo dolor, sólo burbujas. Ante mis ojos la estúpida rabia del sargento. Por encima de él, las estrellas se me van apagando, van dejando de motear con destellos en la inmensa noche, la inmensa negrura que noto me va cayendo, que todo se va tornando tremendamente oscuro.

Mamá, estoy llorando, me lo noto. Qué me dirías, a mis dieciocho años y llorando como un niño. Y creo que el miedo se me va. Y las ganas de fumar, también. Y las burbujas, ¡Mamá, todo se va! Ya no alcanzo los bonitos pechos de Violeta. Ahora me duele el aliento, como al poeta, mamá. Estoy llorando más. Siento como pena, enorme pena, mamá. ¿Tantos votaron que sí? El Sargento, pobre, no para con sus tacos reclamando urgencias para la camilla. ¿Por qué quiso usted ser militar, sargento? ¿Qué votó usted? No se enrabiete. Esto debía de ser su costumbre: armas, muertes. Sólo soy uno. Quedan muchos... ¿Me enterrarán aquí, mamá? Y qué más da...

Mamá, ya no tengo miedo. Estoy como hueco. Pero lloro cada vez más. No le digas a Violeta que lloré tanto...¡Pero no puedo parar, mamá. ¿Por qué tanto llanto. ¿Qué votaste tú, mamá? ¿Y el papá?...

¿Tantos votaron que sí?


Luis Ramírez de Arellano
Abril de 1984.

Ahora, en 17 Marzo 2012, para DESVENCIJADO y con especial dedicación a todos los militares, periodistas y paisanos muertos, junto con suramericanos que vinieron en busca de vivir algo y los mandaron a la muerte, las guerras lejanas y ajenas adonde la OTAN, porque muchos votaron que "SI", y el mandamás de turno lió a media España con aquello de "España, de entrada... bla, bla, bla". Resultado desde entonces: muchos muertos, familias destrozadas y charcas enormes de lágrimas...
Ya dije, puede que esté desfasado y "precise" un curso de reciclaje, pero, aun sintiendo de izquierdas, jamás agradeceré a los socialistas españoles que nos metieran en esos bloques de armamento y "misiones de paz" (¡no te jode!).

         DESVENCIJADO
         Luis Ramírez de Arellano
         17 Marzo 2012.

martes, 13 de marzo de 2012


SIGO PEGADO AL VENTANAL DE "EL AROMAS"

Fotografía de finales de Febrero o principios de Marzo del 2012 de nuestros pesares.



Como se comprobará yo sigo en la barra de EL AROMAS y con la vista imantada en este paisaje agradable y primaveral que nadie se imagina pueda tener un muy pequeño, pero muy grande en bienestar, bar de barriada.

Ayer, cuando me atacaron las traicioneras lumbares (se nos sitúan detrás, claro, las muy bordes), comentaba, o rememoraba yo, del tal DIDUS.  Se me olvidó dejar aquí constancia de que un día, los dioses no lo quieran, podamos tener un disgusto serio con él, si en un ataque de ese burbujeo que le ronda por su chimenea bronquial, va y una puta flema se le cruza de mala manera en su faringe y la liamos con desmayo incluido por mucosidad atascada... En fin, no sé. No es que uno sea egoísta -o mucho- pero si a mí no me pilla allí, mejor.

En estas estaba yo -con el añadido de mis elucubraciones de vida particular, muy vivenciales, dándole a mis problemitas o problemones - ¡y a Vd. que coño le importa más!- cuando no entraron sino que irrumpieron en el local TONI y MONI (Antonio y Mónica), matrimonio joven que trabajan juntos y en la misma empresa por el barrio, con una vitalidad cual de traca fallera (la fecha en que escribo se presta al símil). Veamos, entra TONI y la calma se acabó, nervioso compulsivo de la broma, el chiste y la gracia que, encima, jamás lo tira a destiempo o sin gracia. Para mí, es un tipo genial. ¿Problemas? En su empresa los tienen , ¿lógicos? de la actualidad. ¡Jamás abandonará su vitalidad jocosa y bien humorada. Me dijo un día: "¡Pero, ye, nano, si yo me rindo, ¿cómo coño cobras tu pensión?" Su mujer, MONI (Mónica), una especie de pequeña muñeca más que bien apañada, con unos ojos que ríen y saltan de vivacidad, o es igual o le sigue la cuerda a su pareja, ¡yo qué sé! Jamás la he visto molesta con el comportamiento de chiste, broma, follón o, a lo valenciano, de traca de su TONI.
Nada más entran, él comienza a darle caña a M. ÁNGELES: "...que si uno pequeño o mediano o normal de esto o aquello, sin prisas, "NANE", pero, coño, ¿a qué esperas?" Su MONI o se desentiende un tanto con la prensa del local o suelta, de vez en vez, como un suspiro:  "Tooniii" (Aunque yo creo que ella es la primera que se lo pasa pipa).
Tienen dos hijos pequeños. Por orden de aparación en el mundo: un chico y una chica. Él disfruta enseñando las fotos de su "chiquilla". ANTONIO, por si le faltaba algo, forma parte de un conjunto de música moderna (o la que le pidan, que dice él). Cuando los contratan -a nivel provincial o local- él toca la batería y creo que algo más, no sé. En su móvil me mostró un día la foto de su pequeñaja, delante de la bateria, con los palillos volando en sus manos dándole a todo tambor o platillo que tenía delante. Me decía: "¿Has visto, nano? y encima lleva de culo a su hermano, mayor que ella, ¡esta chiquilla es la hostia!." Mónica, oyendo como me contaba esto, alternaba la mirada entre su pareja y su hija, la pequeñaja... la verdad, su sonrisa me parecía algo babosa.

Luego se suceden una serie de planos rápidos: Entra el ASESOR, pide un vino de emergencia para beberlo y fumar a un tiempo en lo que ellos han llamado sala VIP: la calle. Cuando quiero mirarlo de nuevo, ya no está: Ha saludado, bebido y fumado en tiempo de esa cosa que llaman "guiness". (No sé si o reventará algún día o este alimento compulsivo de su estresante jornada laboral conseguirá que llegue a algo viejales).
No es hora de LANCELOT. O sea, que ni lo veo ni aparece (¿qué tontería he dicho, ¿no?)
DIDUS hace tiempo que ha desparecido.

Hoy, como final apoteósico de mi crónica "AROMÁTICA", va y, con suma sorpresa porque no lo suele hacer, entra en el AROMAS, "LA GOLOSINA", pide un café y se aposenta en el extremo de la barra más cercano a la puerta (Todos los allí presentes somos seres educados y civilizados; también nos encantaría lanzarnos sobre ella) En fin, la mujer, por si acaso, cerca de la puerta de emergencia.
Lo de LA GOLOSINA es cosa del socarrón LANCELOT (además es  vecina suya). Vamos a ir resumiendo, esta preciosidad, este monumento a la hembra, con dos hijos, madura... (aquí hay que dar vítores a esa madurez), está separada, viuda o divorciada y, además, me importa un pimiento, es una mujer de bandera: guapa; creo que morena porque suele cambiar levemente el tono de su media melena, pero... ¡ay, señores míos!, ¡qué cuerpo, que estampa, qué avasallamiento cuando de cara te la enfrentas; qué temblor de piernas si, llevando pantalones ajustados y algo claritos, te vuelves... Miren, no sé... A mí es que gustan todas, y tengo la suerte de que mi barrio es pródigo en señoritas y señoras que deben tener muy buen tastar, pero... ¡caray! es que esta mujer, sin más, es la leche, el súmun de lo que un macho en celo puede soñar...(ojo, ¿eh, amigos?, y no me detengo a describirles parte por parte su deliciosa anatomía). Un defecto tiene: Es muy seria: Una de dos, o lo es, o sabe que está más buena que el pan y ya sale a la calle con esa barrera de sequedad... En fin, dichoso aquél que la taste.

Sí, claro que me quedan más casas. EL AROMAS todavía no se ha agotado, y si lo hace, volveremos con nuevas aventuras de personajes ya conocidos.

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano.
   

lunes, 12 de marzo de 2012



Fotografía de principios de Marzo o finales de Febrero de 2012.

(Por el magnífico ventanal de EL AROMAS pugna ya por su parto la Primavera que se avecina.
Dentro -el momento que sea del día, tanto da- sigue más o menos el mismo ambiente agradable, el que nos hace a muchos acudir a su barra -o sus mesas; esto sólo de tarde en tarde)


Es triste, pero si hay que hacer auténtica crónica, veraz, en puridad hay que soltar aquí que se viven unos momentos de leve tensión entre M.ÁNGELES y sus parroquianos (muchos casi amigos) ¿Qué, que quiere Vd. saber qué pasa, qué ha pasado? No me sean cotillas, gente amable; todo este breve sombreado del ambiente, la luz que se cuela por el ventanal, en nada lo aclarará y aquí seguirá la paz...y la gloria, reinas del lugar.

(Sólo lamento el que a mí me toque algo, cuando, en toda mi vida, si en estos asuntos idiotas y mínimos, si es que mi actuación ha sido "el meter la pata", ha sido por ser un total despistado y no soler estar al tanto de TODO lo que se cuece en un ambiente de "tratos de broma o castigos de parvulario". Lo siento mucho. No me hubiera importado en absoluto seguir el juego. A lo sencillo: no me enteré).

En estas elucubraciones estaba ocupado mi cerebro, ausente de todo mi entorno y acodado sobre la barra, cuando escuché, a mis espaldas, como un gorjeo, como el burbujeo típico del hervor de un buen puchero; antes de volverme, supe de la identidad de la fuente de tan "festivo" respirar y parlar. Por puro gozo interior o malsana comprobación del conocimiento de mis correligionarios de "EL AROMAS", no me volví. Sólo había que esperar unos segundos (eso sí, un poco más largos de los normales) Entre el sonido cavernoso y burbujeante, por fin salieron las palabras -al parecer muy bien meditadas por su cadencia- de mi amiguete DIDUS: "Bueg...nos días a...ggrrr todos". Al instante me volví y lo saludé. Él siguió a la suya y, saludando a MARÍA le pidió en actitud de mando: "Hogrrla, oye, un cruasán y grrr un cafegrr con leche... ¿va---grr-le?. Me siento -grrr- dogrrnde siem...pre? ¿Me has o---ídogrr, MARÍA? Ésta, como es habitual, contestó a su manera: "que sí, que sí... que te he oído; anda siéntate y no sigas dando la coña; ahora te lo llevo".
Este tipo, para mí, es una excelente persona del barrio que se chuta, y de qué manera, diariamente, con tabaco y cafés, todo, a mansalva. Además, debe tener unos bronquios llenos de lodo más negro que el petróleo recién surgido de las fauces de la tierra. Y, conste, no deja atrás, también, su socarronería. El sonido que emana de su hablar o algún agitado respirar, es como ya he dicho, un puro hervor. Se hace querer, aunque, para algunos sea de un rojo/anarco cuyo tono no se ha inventado todavía.
Este DIDUS, se quiera o no, es un personaje clave en EL AROMAS.

(Lo siento, tengo que seguir mañana, o cuando pueda. Sin paliativos: las lumbares me están jodiendo como vulgares violadoras.
Eso sí, no abandono. Seguiremos en contacto)


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
   

domingo, 4 de marzo de 2012

Continuación (y final) de la anterior entrada, el cuento

EL CABEZA DE TURCO


...Perdona, otra vez. Sigue. ¿Nació sin...

Cuando llegó el momento, no sé, no puedo explicarlo, no sé decir claro todo lo que sentí en aquel quirofano al ver asomar la cabecita del hijo por entre las piernas de ella. Un movimiento reflejo casi me abalanzó a cogerlo y, abrigándolo entre mis brazos, lavándolo con mis llantos alegres, bendecirlo, ¡BENDECIRLO! y protegerlo y aislarlo de cualquier perniciosa influencia...¡Qué dos años de maravillas! No tenía más que hijo. Retornaron la tranquilidad y lo dulce a mis sueños, arrullado por la nana de su acompasada respiración cerca de mí. Hasta llegó a no importarme la imbecilidad ambiental. El mundo que yo quería, mi mundo, el habitable, era el niño, mi hijo. Y sí, cura, viví convencido: ¡este mundo cambiaría al otro, podríamos con él! Sencillamente, era mi esperanza. Ya ve, a pesar de todo, incluso tuve mi tiempo feliz, como cualquier mortal dotado de masa gris en su cabezota. Pero, ah... ¡siempre el pero en mi vida!  Lo mataron, cura, ¡lo mataron! Todo y todos lo asesinaron. Una sucesión de pequeños y macabros sucesos, desparramándose descontroladamente, acabaron con el niño, con mi hijo. Todo lo que roza la perfección va deteriorándose siempre por sus partes más débiles. Todo ocurrió con una normalidad asquerosamente cotidiana. Como en los telediarios llenos de muertos que no parecen cadáveres sino atrezo. 

Se me encogía el alma, cura, al dejarlo todos los días a tan temprana hora en la guardería. El mundo ya no da para padres, no hay para mantener proles. El trabajo de la pareja obliga a dejar al niño, a la criatura, al cuidado de profesionales. Un virus enrabietado, de esos que van saltando de parvulario en parvulario. Los niños caían uno tras otro. Mi niño llegó a casa encendido por la fiebre. Casi su primera enfermedad. Alrededor de un minuto, ¡menos de dos, seguro! estuvo aquel mierda examinando a mi hijo. Que iba loco, decía; que había mucha gripe ese año en los niños, que... ¡y a mí qué! ¡¿Y mis impuestos?! Era de suma importancia nacional, fíjese, cura, la compra de no sé cuántos avioncitos y tanques para ver de matar cada vez mejor o, casi, casi, peor, jugar a las guerras con esas maniobras de los cojones... ¡¿Y qué, cuánto se gastaba en médicos que sanaran al niño, mi hijo, al del vecino, a su compañero de juegos, a... ¡putamadre, cura!  Perdone.

              Sigue, tranquilo. No pasa nada.

Ni siquiera anunció nueva visita por posibles complicaciones. Debíamos, al día siguiente, abrigarlo bien y llevarlo al ilustrísimo pediatra de cabecera en el real ambulatorio. Al niño, al hijo se le quemaban las risas. Mis labios se abrasaban al contacto con sus mejillas... La endiablada cadena de acontecimientos se precipitó, rápida. Volvimos a llamar de urgencia y apareció otro al día siguiente. Inyecciones, al parecer, muy fuertes. Horrible. Una violenta reacción alérgica fue seguida de un no sé qué pulmonar... Me rompo reviviendo aquella noche...

             Para un poco. Toma un cigarro y mi pañuelo.

Si me freno, se acabó, no sigo...Ella y yo, uno a cada lado. Ya ni abría los ojos aquel ángel de carne. Lamparilla encendida. Todo encendido, la hoguera más impresionante la del niño. Ella era un brillante rescoldo; todo yo una furia incendiaria; se le agitaba el cuerpo al niño.Mi hijo estaba sufriendo y, veas tú, recordé la frase de Camus, algo así como "me resisto a amar una creación donde los niños sufren". Daban las ocho y media de la mañana cuando apareció un medico que atendía una llamada nuestra, de urgencia, de las tres de la madrugada... Ya la avalancha lo arrolló todo. Nos vimos en una  ambulancia que sólo hacía girar sus luces y gritar a sus sirenas... No avanzaba, la agobiante circulación cortaba el camino hacia la vida a mi hijo... ¡Hay que vender coches! ¡Hay que comprarse un coche nuevo!. Tuve el impulso de bajar con él en mis brazos y correr, correr. La fincas no se movían, las calles seguían con su estrechura ¡y no pasábamos!...De pronto me pareció que azuleaban los labios del niño, se iban poniendo cianóticos. Me tiré sobre su pecho y la quietud y el silencio taladraron mis percepciones...¡¡Dios!!... Dios, Dios... Si saber ni cómo se hacía apreté mi boca contra la suya y sople queriendo vaciarme yo y que se llenase él. Las sienes me iban a reventar. Zarandeé al olvidado Dios, le rugía suplicando aire y más aire para el niño...¡Mi aliento tenía que llevarle vida...!

             Descansa. Cálmate. Fuma de nuevo.

Deje. ¿No ha visto nunca lagrimones así en un hombre? Entró muerto en la clínica, cura, ¡muerto! ¡Tres cuartos de hora tardó la ambulancia en llegar ¡Diga, coño, ¿cuántos y cuántas cosas podemos ya señalar como culpables; o es que no lo ve?!  El corazón del niño fue reanimado, pero Él, la persona, su risa, EL NIÑO estaba ya muerto. Encefalograma plano. Corazón bombeando con máquinas. Un vegetal, eso, un vegetal...¡¿Qué hacía yo, diga, con una esperanza de latido de máquina?! Yo me desesperaba buscando razones con la nariz pegada al cristal a través del que veía, en aquella UVI esa  cosa que fue el niño, mi hijo, la esperanza.

Todo al fin falló un día. El cuerpo se cansó de la máquina o no admitió más bombeo de una mentira de vida. Ella no quiso la incineración. Escondimos su cuerpo dentro de un nicho. Un amigo se ocupó del resto de trámites que la muerte trae consigo.

No recuerdo lo que fue de mí en ese tiempo inmediato posterior. Cuando fui volviendo a lo real, sólo una obsesión tenía: ¿Qué diablos me retenía ya aquí? Me veía morir pronto no más de desearlo. Y va y llegó la puntilla:
Recibimos en nuestra casa una carta dirigida, con nombre y apellidos -los dos- bien claros, oiga, ¡dirigida a mi hijo muerto y enterrado haría unas dos semanas! ¿Quién podía escribir a un muerto y, por añadidura, un niño, un niño muerto? Al pronto no sentí más que curiosidad y mucha extrañeza. Al rasgar el sobre, me heló las manos la más preciosista publicidad de lápidas mortuorias, con precios incluidos, descuentos por pronto pago y cómodos plazos... ¡La hostia, con perdón! ¡¿Qué o quién estaba detrás de semejante cabronada?! ¡¿Qué putada de publicidad era aquel tríptico en papel couché?! El frío ártico que antes me había invadido, iba siendo derretido por una lava de hirviente rabia, ira... ¿Ya va entendiendo, cura? Ni se podía imaginar aquel hijoputa adónde lo iba a llevar ese pequeño descontrol del magnífico montaje publicitario que había montado para su empresa mortuoria.

              Ya, ya...

¡Calle! Déjeme terminar. Es lo que más me sosiega, el final, el revivir el instante supremo en que me cargué al mundo, al imbécil ese que se ofreció en sacrificio por la idiotez, soberbia e indignidad de la humanidad. Me calma, sí. No sabe cómo. Fui directamente al cementerio y, como pude, arañándome y sangrándome las manos, arranqué la lápida que cubría los restos del niño. Me presenté en aquella magnífica empresa necrófila. Qué diseño, que decoración, ¡que interiorismo! ¿Es usted el gerente o propietario? le pregunte al tipo atildado. Mire, seguí -yo frío, ¿sabe? Muy frío-, es que he recibido esta publicidad de ustedes. Se movió, se levantó, sacó la sonrisa de vender y adelantó toda su estúpida y ejecutiva humanidad. Sí, señor, el propietario, Usted me dirá, me dijo el tontarras lleno de sonrisas, al tiempo que adelantaba hacia mí su mano abierta... Grandioso, cura: Por más que retrocedió y gritó, no escapó. Aplasté su cabeza dejando caer repetidas veces sobre ella el nombre completo, grabado en granito, del niño, de mi hijo, de mi esperanza. Su reclamo publicitario había tenido respuesta. Yo sudaba carámbanos y me embriagaba bebiendo de una calma desconocida. Cuando acudiendo a sus bramidos, entró gente los cuajos de la gris computadora del cabrón, paridora de tan brillante idea de ventas, se esparcían pastosos. Aún pisé algún pedazo que palpitaba y podía dañar a alguien... Ahora sí que fumaré con gusto. ¿Cree que podrá conseguirme un coñac?

            Luis Ramirez de Arellano
            Febrero de 2002

Epílogo: Con 18 meses  de vida, muere mi hijo en 1977.
(a la semana o semana y media se recibió en nuestra casa, ya con un hueco, la publicidad que narra el cuento. Hecho absolutamente cierto y del tipo de los que sobre los que nos da por escribir, tarde o temprano nos hace montar lo que sea, minirrelato, relato largo o lo que sea. No podemos reprimir el agarrar por delante un folio en blanco. No puedo demostrarlo porque, claro, destruí por completo aquella miserable misiva. Sólo se pueden fiar de mi palabra)

        Para DESVENCIJADO
                Luis Ramírez de Arellano
                En 4 de Marzo de 2012



sábado, 3 de marzo de 2012


Fotografía de Abril 2011

(Ruralidad bucólica y sosegada de mi "escape", -ALATOZ-
que quizás pretenda suavizar la dureza, absolutamente real, que contiene el cuento que pretendo trasladar aquí, a continuación)




Bien, cura, si usted quiere, si tanto se empeña, hablaremos... O hablaré, le contaré, le diré mis razones. Pero debe saberlo ya: no pediré perdón, su eso... sí, la absolución lo llaman, ¿no?. Ni me arrepiento ni lo haré jamás. Me grabaron a golpes de castigos en aquellas escuelas la vetusta cuestión esa del propósito de enmienda.  Cuando desaparezcan del mundo los imbéciles (harto difícil esta cuestión). Pediré perdón cuando me dé cuenta de que soy de los últimos idiotas en desaparecer... ¡eso sí que sería una mayúscula vergüenza!... ¡Me lo volvería a cargar! El imbécil (si es que hay tantos...!), se puso delante en el peor momento. Pagó por su culpa, que la tenía, y gordísima, y por la de todos. Lo AJUSTICIÉ y me sentí tremendamente satisfecho... ¡tan descansado!

           Me parece que aún te queda odio, hijo.

Usted lo remueve, queriendo que le cuente, sotanas. Y soy mayor que usted, ¡no me llame "hijo", puñetas! Abandonen ya de una puta vez esa palabrería pulpitera de hijos y padres, de rebaños y pastores... Odio, odio, ¡pues claro!... Él sí era mi hijo, el niño, el hijo, mi hijo... ¡puta mierda de vida!

           Me han hablado de ello. Algo de tu vida. Muy poco.

Deme un cigarro. Intentaré que comprenda. Aunque lo mismo me da. Estaré mudo en el juicio, que hagan lo que quieran conmigo. Tal vez deberé agradecerles. Nunca nadie me había escuchado durante tantos minutos seguidos. Lo sabe, ¿no? Ya nadie escucha. Pero largar...¡todos, todos quieren hablar, y todos a un tiempo, y eso... pues un follón de mil demonios es el mundo. ¿Y a usted, cuando lo agarra una beata soltando durante media hora culpas insulsas en su quiosco negro, cómo lo aguanta? Fuma del bueno, eh. Alguna hebra de este tabaco estará pagada con mis impuestos... Bah, lo olvidamos...

             Habla. Tengo todo el tiempo.

¿Y por qué yo de "usted" y usted me tutea? Bah, déjelo. A ver si logro que me entienda. Cabe empezar por decirle que yo jamás me he entendido con esto que llaman mundo; otros, con el atrevimiento propio de la ignorancia, lo llaman "Vida", así, con mayúscula... ¡gilipollas, Dios!. Ya digo, siempre he vivido con una inseparable y desagradable quemazón aquí, molestando todas mis vísceras. Yo me defendía buscando mundos más amanositos, munditos en los que refugiarme, o esconderme, como quiera. Lo conseguí en mi casa, en la habitación más menuda de la . misma. Allí lo abrigué todo. Lo que mis sentires amaban; aquello por dónde mis gustos se iban y me hacían entrar en la paz: música (por desgracia no muy "culta"; lectura: toda la que podía; fotografías; ¿qué más?, no sé, mi mundo. Todo por el calorcillo con que yo me abrigaba y envolvía con todas estas inclinaciones o aficiones mías. Aquello llegó a hacerme sentir como si de nuevo, nadara placentero por el líquido amniótico del vientre de mi madre, del que me expulsaron...Glorioso egoísmo. El egoísmo, cura, viene a ser, siempre, más que una necesaria arma defensiva. ¿Qué le importaba yo al mundo, mi YO? Justa correspondencia la mía... ¿o no?.

Otro de mis "munditos", éste sí, importante de verdad, era mi AMIGO. Esto ya casi era un mundo, en grande. Sabe lo que es eso, ¿no?, imagino. No asienta tan fácilmente, cura. Ahora se aplica muy a la ligera ese calificativo de "amigo". ¿No ha oído esas frases tan de comerciales, ejecutivos "rayos de la guerra", gentes alquimistas capaces de convertir en dinero el mismísimo aire que respiran; sí, hombre, sobre todo ésa de... "¡ah, amigos hasta en el infierno!  Bueno, eso, olvidemos a tanto listorro... Yo quería mucho a mi amigo...

           Perdona, me voy a quitar la chaqueta. Sigue, sigue.

Me lo mataron. Alguien, algunos, todos, el mundo... Se lo cargaron de mala manera. A partir de ese momento se inició el peor tramo de mi calvario... claro, hasta que llegó la guillotina que seccionó mi alma. Aquello, el desaparecer de mi amigo fue una muerte muy a destiempo. ¡A qué estadios de desesperación me llevó el peor acicate de la rabia: la impotencia! No podía comprender o mi cerebro se cerraba. Fallo técnico, me repetían, cosa que mis tripas traducían como "aguanta, idiota, esto pasa a menudo, ¿dónde crees que vives?" La ira con que mi mirada respondía a sus intenciones de calmarme, los hacía retirarse pronto. No había culpable alguno del desgraciado accidente... ¡MENTIRA!...el PROGRESO CABRÓN QUE HA DEJADO ATRÁS LO HUMANO.  ¡Cagonlaputa, claro, cómo llevar ante la justicia a un sofisticadísimo complejo informático que regulaba todos los pasos a nivel de la Comunidad. Una máquina se cargó a mi amigo. Una vida igual a una máquina, ¿quién da más? Es que mire, cura, lo recuerdo y me da la risa iracunda. ¡Estamos ya en Marte, coño, la hostia del avance! En lugar de eliminar por completo todas esas trampas mortales que significan los pasos a nivel, no, no sé si les resultaba más barato o más cómodo... nada se pone todo a la "listura" del sistema, ¡el jodido sistema! bajo el control de una complejísima, avanzadísima y la madre que la parió (gracias, Sr. Arellanos) red de control controlada de forma controladísima por unos monstruos de computadores que se sabían muchos mejor que el "a, b, c..." cuando debían ordenar por sus redes invisibles, levantar una barrera para que pasara por unas vías una hormiga-coche para que no la destrozara un tren de alta, media o lenta velocidad... ¡a mí qué me importa!... Pero, ah, cura, el rabioso control de la máquina va y se descontroló!...

No sigo, con tantos años de seminario, será algo listo. ¿Para qué detalles de cómo quedó mi amigo? Aunque bien pensado, lo principal es que lo mataron; lo secundario es cómo quedara su cuerpo ya sin aliento, o bonito o hecho un amasijo, una especie de amalgama de chatarra, cuajarones, trozos de carne descuartizada, algún hueso abrillantado y por cerca de la vía, como un muñequito que colgaba él del retrovisor, memeces que los niños regalan a los mayores, que portaba un cartelito, "papá, vuelve pronto" (mi amigo no era muy así de estas cosas, pero... "manda huevos -me decía- lo que le caía como no la llevara colgadita... Yo pensaba que sí, vale, pero que estas tonterías siempre te recuerdan que la vida anda por lo pequeño, la auténtica vida).

No sigo con esto, cura. Lo esencial: mataron a uno de mis principales mundos. Un AMIGO es un mundo para determinadas personas. Pero lo principal que quiero sintetizarle de este cuentecito es, es..."nada, mire, lo sentimos mucho, un lamentable accidente; un ¡fallo en el sistema! No se podía culpar a nadie..., mire, el sistema..."¡Cagon sus muertos; ¿quién había eliminado al humano para ayudar al humano? El humano ya no sirve. Mucho más eficiente un montón de chips, circuitos, cables, automatismos... ¿Llegaremos a sustituir la inteligencia del humano por estos cacharros?. No lo viviré, por suerte... A mí lo que me importaba en este caso es conocer al, a los culpables... no me joda cura con metafísicas y entelequias, ¿Nadie tenía culpa de esta absurda muerte? ¿Nadie? ¡¡¿Y con quién descargaba yo mis iras, mi rabia, los hipos de mi llanto incontenible?!! Todo yo fui apagándome y casi asumiendo que el dios que venía a sustituir al actual era la Grandiosa Ciencia, fría y sin latidos, insensible a lamentos y argumentos y, por lo tanto, más segura en sus decisiones sin influencias, me cag...

¿Tiene otro cigarrillo? Bah, lo que pediría para beber no me lo darían... Me iba abandonando en los blandos brazos de la abulia y las pastillas. Comenzó la época de "para qué levantarme, por qué, etcétera ". Me entiende de sobra, ¿no? Un asco, un estercolero era mis adentros. Ni siquiera soportaba la risa en ningún labio ni su sonido. ¿De qué, por qué, alguien se reía en este mundo?

               Más o menos, hijo... Perdona. Más o menos,           
               decía, todos, en el fondo, sentimos esa deses-
               peranza en muchos momentos. Pero no se 
               puede ir por ahí aplicando la propia justicia,
               y menos, por un acaloramiento puntual que
               sí, puede llegar a ser comprensible, pero no
               dejará de ser punible. A ti no te van a matar
               y tú has matado. Aquí, la pena de muerte ha
               desparecido.

No entiende, todavía. Puede que eso del ajusticiamiento,
el matar civilizadamente por la mano ejecutora del todopoderoso estado (poder, nunca se olvide, auto otorgado), puede que eso, a pesar de los yanquis y otros desgraciados aunque más pequeñajos estados, esté desapareciendo. ¡Si estamos inundados de muertos vivientes, hombre, aunque muchos sonrían y todo! ¿Y a quién le otorgamos ese tan alto derecho de discernir si yo he matado mejor o peor que en una guerra? (Es lo que más risa me da, cura: "las llamadas misiones de paz"  en las que puede que ningún soldado porte una miserable tirita, ahora, unos 20 o más kilos de armamento encima, eso que no falte... ¡para, por si acaso, defenderse!)...

Vamos concluyendo, sotanas. Se me seca la boca y aquí nadie me trae un puto coñac... Mire... sólo el niño pone la risa en el mundo, la ternura en la calle por entre tanto acartonado. Sólo mi hijo, el niño, sólo él ponía la risa en mi cara, me traía la recuperación, la esperanza, mi alma parecía latir de nuevo. ¿Sabe ahora el único final feliz que veo? Que se les crucen los cables a todos los que tienen al alcance de su poderoso dedo el botón nuclear... y, plaf, a tomar por cofa todo, a ver si renace algo nuevo que traiga un mínimo de dignidad... Lo siento por Vd., ha venido para nada. No me arrepentiré jamás y ahí está, aguantando mi rollo. Ahora, que ése es su trabajo, ¿no? Aguantar y largar rollos... Le pena que tengo, ¿sabe cuál es?, que el ajusticiamiento que le hice a ese sujeto no servirá para nada. Lo que creó... y que lo mató, a fin de cuentas, seguirá funcionando sin él. Ni de escarmiento para otros listos va a servir. Uno, armado de utopías, puede lidiar y hasta pelear con este mundo. Pero cargarse al sistema, al Poder... ¡imposible!

               Hablas de amor y de esperanza. También tienes
               tu vena de humor. Me cuesta, pues, entender tu 
               ira. Menos aún tu terrible acto.

Pues usted, con todo lo que oirá en el confesionario, debía de entenderlo, entenderme. Claro que, como usted escucha, ando enrrollándome y aún no he llegado a esa gota que desbordó el vaso, gota de agua pesada, o de mercurio, contaminante, letal. Los pésimos tiempos que vivía tras la muerte, el asesinato de mi amigo, no estaban ni siquiera cicatrizados del todo. Quería largarme, bajarme -como dicen ahora-. Pero ahí, cura, también falla su iglesia. Hay que tenerlos muy bien puestos para quitarse de en medio. Eso de acto de cobardía que sueltan en sus sermones, cuento, de eso nada. Menudo paso o zancada en el que el miedo paralizante y la duda tremenda son los teloneros de esa muerte hacia la que quieres ir, pero... ah, amigo, es que detrás, está el peor de los miedos: ¡¿Qué hay detrás?! ¡¿No será esto el más grandioso de los timos de Dios?!...

Me está haciendo bien este vomitar bilis. ¿En el juicio? Ni media. La razón por la que me lo cargué, eso sólo. ¿Cómo van a comprender si están convencidos de su suprema razón, cual es que la justicia irradia de lo legislado por otros humanos, el animal más incompetente sobre la tierra y que, encima, por ser bípedo, cree ser el rey...El abogado me vino con historias de enajenación mental y todo eso. No, ni hablar. Tenía la razón de mi actuar más clara que ninguna otra en mi pasada vida. A lo mejor, en la sala hay algún ser algo claro de mente: ése me entenderá. No, no estaba en absoluto loco cuando lo maté. Fue como acceder, o ceder, al instante cumbre de mi estallido. A muy duras penas me encontraba de nuevo arrastrando la burla, la satánica burla del mundo al, de nuevo, mostrarme la esperanza para luego arrancarla de mí salvajemente. El tipo imbécil, sin ser consciente, prendió la mecha. Porque, mire, me calmo...La puerta de la cámara oscura que era mi vida fue entreabriéndose para que me fuera entrando el bálsamo de una visión de futuro más amable, hasta dichosa. Se me anunciaba la vuelta de la perdida esperanza. El niño, el hijo, mi hijo... Perdón: Paro un poco. Se me anudan las cuerdas vocales...¡el hijo!

                Toma. Y quédate con el paquete. ¿Qué pasó
                 con tu hijo?

Lo mataron. Antes, mi amigo; ahora, el niño, mi hijo. El sistema, el avance, el progreso, la deshumanización, el mundo. El puto mundo mató a mi último mundo; me dejó sin agarraderos, sin medicamentos... ¡Lo volvería a hacer!
 ¡¡Lo volvería a hacer!!

                 Cálmate. Me voy, si quieres. Si te duele mucho
                 el recuerdo, lo callas, tápalo, no hables de él. 
                 O vuelvo mañana, si te parece.

No se preocupe. Ha sido un dolor agradable. Que sí. Un dolor de esos que, a veces, curan. Noto más paz que inquietud. Qué ironía, si pudiera oírme el tipo. Un descontrol en su controlado sistema empresarial, que con tanto cuidado y detalle creó, se volvió en su contra. Su genialidad lo mató. Que se joda. No se debe ser tan listo, ¿ves, gilipollas, lo que pasa?...Bien, a ver si consigo hilar: A mí me sacó de las brumas el hijo, el niño, mi hijo. Ella me anunció su preñez, y vi, en seguida, el extremo del cabo salvador que se me ofrecía. Con qué fiera fuerza me agarré a él. Ya no amé más que a aquel vientre que gestaba mi esperanza. Los meses eran tortugas de mar cojeando en la playa. Mi sueño, lleno de sueños. Yo cuidaría de que él no sufriera como yo. Él, el hijo, mi hijo sería el primero de una nueva especie de humanos. Rebuscaba en todas las umbrías de mis adentros el descalabrado Amor, lo necesitaba de nuevo para rociarlo sin pausa, con toda mi generosidad posible sobre el hijo. Y más, muchas más ensoñaciones que, aunque era consciente de que me hacían perder pie para caer en fantásticos paraísos de quimera, yo me regodeaba en ellas. Algo saldrá, algo será, me decía ilusionado, feliz, lleno de proyectos. Sí, que casi toda la esperanza que el niño prometía; no, me traía, seguro. Con sus manitas, él dibujaría de nuevo la risa en mis labios, en mis ojos. Yo mostraría orgulloso su risa por las calles. Otra vez, inmensa suerte, me venía un mundo para mí...

              Nada hay de malo en ese sentir tan intenso, esa
              casi egoísta felicidad que todo padre siente ante
              el anuncio de un hijo deseado. Pero se te adivina 
              algo más, oyéndote. Toda tu inadaptación...¿qué
              es lo que, en el fondo y además de esa inmensa
              felicidad, esperabas de tu hijo? ¿No tratarías de
              ignorar de ti el más hondo deseo de proyectar en
              él tus...

Tal vez sí que entienda usted, cura... ¡Y qué! Otra historia sería esa que barrunta y que nos llevaría a un diálogo eterno o, puede, sin llegar a convencernos nunca el uno al otro... ¿Y no ha dicho que venía a escuchar?

                Perdona, otra vez. Sigue. ¿Nació sin problemas 
                tu hijo?.

... CONTINUARÁ  (A lo Mota: "Hoy no... mañaana") 
                                 El tete (yo), no puedo más.