Fotografía de DICIEMBRE de 1992
VENTARRONES DE LA VIDA.
NO,
lucecitas, velitas y sus llamitas,
¡NO!
Uno hubiera necesitado
una gran hoguera ardiendo
y crepitando.
Lo de muchas velitas
con sus llamitas...
¡NO!
El ventarrón del mundo
va apagando esas llamitas,
una a una.
De pronto te vas quedando
a oscuras, con muchas sombras,
casi a ciegas...
y es que esa hoguera,
(que no es tal sino un montón de llamitas)
ya no alumbra.
Un día miras al altar
de las velitas...
¡casi todas las echas a faltar!
Pero es que tanta oscuridad
te vuelve ciego,
de físico y sentimiento.
Y te invade el frío.
El buen astro Sol
hace lo que puede,
nos da luz, cierto calor,
pero... ¿¡hervor!?
No. No nos llega.
En el ramo de velas humeantes,
aparte de los pequeños
humos que el viento se lleva,
alcanzo a ver:
algún rojo,
alguna lucecita de brasa
en la punta de la mecha
de algunas velas...
Soplo para que se aviven, pero no...
Yo pido, "limosneo":
¡¿Nadie me presta un rescoldo;
nadie la astilla de un leño de cepa,
una astilla pequeña y negra,
¡quemada!
pero con un punto de ardor de fuego?!
¿Nadie, NINGUNA buena hembra
acerca a los míos sus labios...
¡¿aunque no me toquen...?!
¡Su cercanía, me prendería!
Seguro que la llama resurgiría...
Todos lo saben,
la sequedad mata, y...
¡Así estoy yo, secándome!
DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
(En uno de tantos malos días, esta vez el 12 Marzo de 2013)