viernes, 28 de junio de 2013

VAMOS CON UN POCO DE HUMOR SERIO (sí cabe, si, la contradicción)



La broma normal del bar AROMAS.
"EL AFILADOR" es la etiqueta de marca del orujo que normalmente me sirven en AROMAS.

El cachondo de LANCELOT (que no lo está pasando nada bien) me dedicó esta viñeta -ojo, diseñada e inventada por él... Tiene su mérito, no digáis).

...E intentamos seguir con la broma. Demasiado "real" y serio he escrito en mis últimas entradas.


Pues érase que se era que en la orilla de un riachuelo algo cabreado en su caudal, que, aunque no muy profundo, sí que acojonaba algo el intentar cruzarlo.

Mira por donde se encuentran, uno al lado de la otra, un conejo lleno de suciedad y barro por el arrastre de las torrenteras, con una hormiga. El conejo piensa, medita, como puede averigua la profundidad de esas aguas encabritadas que debe cruzar. De pronto ve a su lado a la endeble hormiga cuya intención indudable también era cruzar ese torrencial arroyo.

- Si te subes en mi lomo, te cruzo, hormiga.

La hormiga, presumida ella, al ver la pinta zarapastrosa del conejo, declina de la mejor manera que le sale la oferta. Y se pone a la tarea de con unas pajas de cualquier cereal que va encontrando por el monte a fabricarse, uniendo las pajitas, una balsa sobre la que cruzar ese, para ella, tumultuoso torrente.

El conejo, a base de sus típicos saltos, cruza el torrente con más o menos normalidad.
La hormiga bota la balsa, se encarama a ella y, en la primera no ola sino "olita" revoltosa, se van a hacer puñetas, ella y su pija balsa de cañitas.

MORALEJA: Más vale un conejo sucio y embarrado que varias pajas por muy limpitas y bien hechas que estén.

(Aventis made in VICENTE, EL INFORMÁTICO)






El gran FORGES nos dedica diariamente en el periódico EL PAÍS, su viñeta.

Como siempre pienso -y a veces digo- el humor gráfico (para mí muy asemejabe a un cuento o novela corta, en literatura), son la esencia de la síntesis de exponer una GRAN IDEA con unos monigotes pintados y muy pocas palabras (por algo el recordado MINGOTE llegó a formar parte de la REAL ACADEMIA)

Hay gente, escritores con sabiduría y buen hacer de sobra para exponer y analizar una idea, que extienden y desparraman en una hoja de prensa o revista, pero ¿cuántos hay que eso mismo te lo plantan ante tus ojos con unos trazos y unas breves palabras?




¿SE PUEDE AMPLIAR MUCHO MÁS ESTA IDEA AUNQUE SEA CON UN EXTENSO ARTÍCULO DE CUALQUIER BUEN Y SESUDO PERIODISTA?

El grande ROTO, señores; en el PAÍS.



Espero haber quebrado algo el mal humor que despedían mis últimas entradas y, de paso, pediros perdón por mi mala leche para con el mundo  en el que vivo con el que, a pesar de todo, no me reconciliaré hasta que la diñe (y ojo, el digamos "neutro" sustantivo el "mundo" comprende incluso a todos los "bichitos" que en él vivimos, o sobrevivimos).

Hasta la otra, gente amable.

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
28 Julio 2013 (sigo diciendo: "puto año")

sábado, 15 de junio de 2013

EL DEVENIR MARRANO ENVIDIA LA VIDA.




Fotografía de AGOSTO de 2001


EL DEVENIR MARRANO ENVIDIA LA VIDA


En esta cosa de mundo, lo expresé en la última entrada anterior, hay seres positivos y seres escépticos (a los optimistas cegatos ni los nombro).

Éste es un pequeño cuento sobre gente positiva y, además, valiente:

El "nano" (palabro típico valenciano con el que se suele llamar a los críos pequeñajos -propios o ajenos- o, como creo que acuñó el gran COLL, esos "locos bajitos"), decía, pues, que el crío (3 años de vida feliz) no había visto llorar nunca a su "mami". Ahora, con un gesto preocupado y de interrogación, serio, palmeaba la rodilla de su padre, de pie ante él:

- ¿Por qué llora la mamá tanto, papá?

El hombre sacó una sonrisa de donde pudo y contestó a su pequeño hijo con una típica y vieja argumentación:

- Es que, ¿sabes?, cariño, la mamá ha pelado mucha cebolla cruda hoy.

Según parece, ya en alguna ocasión había entrado en la cocina en el momento en que su padre o madre, o ambos a un tiempo, preparaban algún guiso y alguno de los dos pelaba cebollas. Al poco rato el crío había huido de la cocina con escozor de ojos. 
Aunque no lo tenía muy claro, con la contestación de su padre pareció conformarse y fue hasta la madre, y después de pedirle un beso, le dijo con un tono de sonriente ruego:

- No vas a pelar más cebollas hoy, ¿verdad, mamá?

La madre, nuestra mujer del cuento, era esbelta, juncal de figura y guapa, pero... ay, la vida había interrumpido su tiempo suave y feliz.

Con un amor del que vale (el amor no tiene estadios: o amas o no amas. Las personas sí que los tenemos para manifestarlo), era y es mujer superodeada por mil brazos que su hombre, su pareja, su marido siempre lleva abiertos para protegerla, cuidarla.

Un día equis más malo de lo normal o habitual, nuestra querida mujer juncal dejó de sonreír mientras el cirujano le confirmaba que sí, que debía de pasar por la sala fría. aseptica y con esa seca y potente luz sobre su cuerpo expuesto: iban a intervenirla de no sé qué -ni tampoco importa ahora-.

El hombre/marido superprotector andaba preocupado; el crío guapetón y simpático, no se enteró mucho: ejercía de lo suyo: ser un "nano" feliz e ignorante de dolores (hacía bien: a medida que creciera se iría dando cuenta de la parte sucia y mala de la vida).
Este mal intermedio salió bien y sanó nuestra amiga, felizmente.
Bien, pensaban ambos: "...esto es la vida y, de vez en cuando te endosa uno de estos intermedios..." (Este redactor siempre cree que estos 'recaditos' son a mala leche, para que nadie se olvide de donde está).

Pasado un tiempo demasiado corto, el que se encontró ante un diagnóstico claro de galeno armado con aparejos de quirofano, fue él, el fuerte.
Vale, pasó por tratamiento y pruebas y, por fin por la camilla antipática de cirugía (¡No preguntad de qué iba, coño; ¡¿no es bastante fastidioso lo genérico sin necesidad de detalles?!)
Al poco tiempo, ya en casa, entre el intenso trabajo, los nervios y su ansiedad, al hombre fuerte le dio "un algo".
Aunque sigue con alguna prueba, todavía, se puede contar que "salió de ésa".

A mi guapa protagonista juncal, en la espera de una segunda intervención quirúrgica que ya le habían pronosticado después de recuperarse de aquella primera, durante una simplona revisión médica, le encontraron, si es que ello cabía y se podía soportar, un mal mayor, más grave y que había que tratar rápido volviendo a verse tumbada en un quirofano.

Por si a esta pareja que discurría tranquila por la vida -con mucha carga de trabajo, pero feliz- les sorprende, de forma muy desagradable, un problema del crío guapetón en el colegio (¡que no queráis saber qué y de qué, leche!) Pero el guapetón vástago sólo se veía afectado en determinados momentos. (Algo no bueno, pero facilón, tenía el problema, por lo menos).

Si se puede comentar como buen factor -que creo que en estos tiempos no es que se pueda sino que se debe-, el trabajo, su carga, no los dejaba respirar con debida pausa y con tranquilidad, aparte de llevar constantemente -cada cual a su manera- la mente llena de presagios y pensamientos en absoluto felices...

Y bien, confirmo que este cuento está sacado de realidades que vivo, presencio y sufro impotente, casi a diario, y, además no tiene final.
Yo, al menos, quiero creer en el mejor final, pero la cochina vida real todavía no me ha dejado celebrar tal final.

(CODA: Y todo ha venido a cuento porque no hace mucho me encontré por la calle a solas, con uno de los hombres más activos y fuertes que conozco: el marido de mi hermosa juncal. Se me cayó el sentir a los pies cuando me paró y me dijo: "No puedo más, tío; con tanto no puedo"; porque un rato después, ante una cerveza, un vino o lo que sea, me cuenta dos nuevos chistes (¡que no sé de dónde saca tantos!) y tal parece el típico hombre limpio de problema alguno...)


Os deseo el mejor de los cierres de edición.

Ocurre que en mi actual entorno habitual, aunque no con la acumulación  de problemas variados que le han caído a la pareja protagonista, tengo varios -demasiados-, casos de gente amiga que va soportando, sufriendo y peleando con males de los que amargan la vida.
Estos son a los que yo tenía en mente en mi anterior entrada de "positivismo y escepticismo". Aunque sepas cómo andan haciéndole frente a los males, jamás han sacado la sábana de enjugar los llantos frente a mí.
Todos son los héroes anónimos (¡y hay millones!) de ésta, para mí, lo siento, puta y cochina vida, sobre la que todavía nadie -y ya voy siendo mayorcito- ha conseguido convencerme de su razón (lo más fustrante es que, a lo mejor, no existe tal "porqué").

(Todos ellos saben de sobra que son los destinatarios
de este humilde cuento. "¡Va por vosotros!")


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
15 Septiembre de 2013 (puto año)












martes, 4 de junio de 2013

POSITIVISMO - ESCEPTICISMO (Una maraña)



Fotografía de Diciembre de 2010
"Maraña"

(Creo que ya plasmada en alguna entrada anterior. Pero retrata muy bien mis adentros y el tema del que pretendo "largar" hoy que, aunque claramente diferenciados los conceptos, hay ocasiones en las que la línea de separación es demasiado delgada)



POSITIVISMO - ESCEPTICISMO

Debo advertir (aunque sobraría la advertencia porque cuando uno escribe o habla se supone que, si es persona de buen tino, sólo lo hace por él, exponiendo su pensamiento sin ánimo de proselitismo alguno), así pues, y con la tonta advertencia quede muy claro que tan sólo expongo mis ideas, malas o buenas,  equivocadas o acertadas. 

Ya está bien de vainas, che, allá voy.

Hay que comenzar por decir que el lector amable habrá observado que he iniciado esta plática escrita sustituyendo, de forma muy consciente, lo de "optimista" por lo de "positivo". (Sí, hay una leve diferencia, al menos para mí: El "optimismo" alegre y sin fisuras, qué le voy a hacer: me cae un poco al margen de la realidad, me suena como desprendido de un ser algo acorchado... ¡o memo, qué cojones!). Añadiría, y añado,  que es un ser que se siente fuera y vacunado de y para todas esas gilipolleces que al vulgo inmenso les ocurren, ¡que horteras, por Dios, dicen! Es una frontera -si quieren-, muy fina, pero muy definida)

El tonto optimismo piensa que todo se va a solucionar en nada, en un abrir y cerrar de ojos. Pues muy bien, ese pensamiento es su problema, no el mío. (cada año que pasa, pienso más en que son -los optimistas- humanos como algo vacíos y, sobre todo, sin razón que los haga razonar o pensar, como se quiera. En definitiva, tienen muy escasa "profundidad" y "poca plenitud gris" para ver y pensar en donde están y qué los rodea).

No creamos que el "positivo" se distancia mucho, aunque su actitud, a la postre, me caiga mejor:
En primer lugar, piensa este gentío "positivista" que todo tiene solución -menos la muerte, dicen. ¡No te jode!-. Lo primero que te dicen, con una sonrisa de pelotazo de boñiga en la cara e inteligencia es la "perogrullada" de que: ..."Oye, tú tranquilo, dentro de cien años, 'todos calvos'..." . En fin, gente amable, convendréis conmigo en que mayor imbecilidad no se puede decir, al menos como argumento, aunque se admita como broma.
Es el "positivo", aquel ser que ante la adversidad permanente de la puta vida, le planta cara (no sé ya si debía llamarlo "valiente"), y su objetivo final siempre se fija en la victoria. Hay que admirar -y envidiar- su arrojo.

Para mí, es muy difícil esta postura,  máxime cuando los trompazos te caen tan seguidos que apenas te dan tiempo a recuperar el aliento y las fuerzas. Pero sí, conozco a gente con este encono y, repito, valentía y que, además, ante todos, apenas se les escapa su sufrir. Quizás te lo cuenten, pero casi nunca sin media sonrisa en su gesto y con una conformidad que no denota rendimiento sino que asimila al "enemigo" con el que guerrean y, aumentando su sonrisa, terminan con aquello de: ... esto es lo que hay, qué le voy a hacer... Mañana vamos a este o aquel galeno, ya veremos... "¿te tomas otro?"...".

El ser "escéptico" tampoco llega al pesimismo. No sé si lo expresaré bien. El escéptico es aquel ser que no se molesta en luchar. Asume que esta vida -según él- no está bien hecha, aunque también sabe que la negra bruma que de vez en cuando lo envuelve y ahoga, pasará y todo el ambiente despejará, la luz de un sol radiante lo iluminará y le sobrevendrá un tranquilo tiempo que, por otro lado, se autopronostica que no será muy largo. Toma este tiempo de tranquilidad como un "descanso en la pelea" para reponerse y, si puede, adquirir nuevas, novedosas y más enérgicas fuerzas, porque nadie lo quitará de su convencimiento de lo que dan en llamar "un espacio de tiempo tranquilo", como si no estuviera en este vida que tenemos y, menos aún, en el cochino mundo que habitamos; su mayor convencimiento radica en la teoría, digamos algo chula, de que sabe muy bien la cochinada del vivir y espera, "escéptico" como es, el próximo mazazo que le caerá y que espera soportar, como siempre, estoico y con la mayor tranquilidad que pueda. Se siente vencido ante la grandiosa mierda que es esto; a lo único que aspira es a que el golpe venidero sea "cortito" y no muy fuerte; está acostumbrado a "sobrevivir". 
En ocasiones hasta se burla interiormente del ser "positivista" que, superado un mal tiempo queda convencido de la bonanza venidera, que él la vislumbra tranquila y hasta -¡ay, Dios!- "feliz y hasta su muerte", que incluso se la pronostica dulce, con paz y en un corto paso de aquí a donde sea.

Antes del epílogo que ha movido todo este rollo de entrada, he de confesar que yo soy "escéptico" casi desde la niñez. (No nací así, pero los acontecimientos varios que marcaron mi actual sentir, no vienen a cuento ahora).

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Esta entrada de hoy, la motiva el hecho desgraciado de que en muy breve espacio de tiempo se han echado encima de gentes cercanas, unas más que otras, una serie de contratiempos y problemas de salud y de todo tipo de los que yo, desde hace mucho, no consigo evitar su contagio (como los versos de una canción, cuyo autor -lo siento, y no tengo ganas ahora mismo de consultar fuente alguna, no sé o no recuerdo quien fue o es, que canta ANA BELEN, "...que la vida no me sea indiferente..."- ) No he tenido que esforzarme mucho, a mí este sentir se me coló adentro sin llamar siquiera.

Entre las afecciones que maltratan a esos seres cercanos a mí -desde algunos familiares hasta amigos de diversos estadios en mi alma- hay de todo. Para mí, no sé, dudo... pero creo que lo peor de todo son los feos, guarros y cochinos ataques a lo físico, a la salud, pero también entran problemas anímicos que terminan tocándote lo físico; enigmas de comportamientos que jamás puedes ni interpretar ni aclarar; roces que te hacen la vida o el posible bienestar detestable con gentes que no aguantas; vidas unidas que hace mucho debían de andar cada una por su lado... en definitiva, miles de sufrimientos que, como lapas, se adhieren a los adentros de según quién -a los míos sí- y, qué le voy a hacer, no me permiten ni el intento de ser positivista, ¡muchísimo menos optimista!, y caminar por la vida con el alma sonriente en los labios.
Gente amable, nos han engañado desde el principio: Esto no es "un valle de lágrimas". Es un valle de sufrimiento y mal pasar que muy a menudo nos hace llorar, pero conste que uno no venía dispuesto a llorar -¡no te fastidia!- así, de entrada, nada más comenzar tu papel en el "Gran Teatro del Mundo" (obra teatral de nuestro gran Calderón) .


DESVENCIJADO.
Luis Ramírez de Arellano
4 de Junio de 2013

(P.D.: Por cierto, mi ojo izquierdo no da muestra alguna de volver a la normalidad. Llevo seis inyecciones y están ya preparadas dos más -llevo algún ente cabrón dentro de mi cuerpo-)