Fotografía de MARZO de 1969
(Unos meses más tarde del mismo año, uní mi vida, con su futuro, al ser entero poseedor de esa tersa y jovencísima, y muy bella y besadora, mejilla).
En mis archivos de esta cosa de la fotografía, no he podido encontrar -o alguna se me ha escapado-, otra instantánea que me ayude a ilustrar mejor lo que quiero escribir que, con cariño, -pero sin apearme de mis fantasmas- quiero dedicar al especial "visitador" de este blog, SR. ARELLANOS.
¡Nos conocemos tanto mutuamente!
Para empezar, repetiré (los seres humanos somos cansinos con nuestras repeticiones), pero, ah, amigos, más pesados son los que se olvidan de nuestras declaraciones, algo impúdicas, de cómo somos cuando nos abrimos de par en par y... ¡lo olvidan, coño! Y vuelven a darte con la misma monserga, Se olvidan de que el ser al "que aconsejan" ya les dijo ¡hace años cómo eran sus tripas "sentidoras"!.
Ya hace bastante tiempo, en aquellos lejanos escritos míos -de los que alguno se publicó- declaré la clara visión que yo tenía de la VIDA -y que luego he repetido alguna vez en otros- La transcribo:
"La vida es como una pasterada de vaca, tipo ensaimada, que te puedes encontrar en cualquier camino -rural o urbano, tanto da-. Tienen esa forma de espiral que termina en un cuernecillo que apunta hacia lo alto. Vale, tienen su gracia, ¡pero no dejan de ser una mierda!"
Y ahora aprovecho la imagen fotográfica: La linda ninfa, en una hora temprana para un día festivo, se encandila con esa farola de tantos brazos de forja y estilo de los finales del novecientos o primeros veinte. Encima, las cochinas ratas esas que vuelan y enmierdan la ciudad, las palomas, se aposentan por sus brazos y salientes (la verdad, no sé quién coño elevó a tanto rango de signo espiritual y de amor, a este guarro bicho que vuela por nuestras plazas de ciudad. El que más sacó de ello fue, como siempre, un artista genial, el grande PICASO - siempre espabilado- cuando esculpió en blanco puro una pequeña escultura de líneas -perdón- tan puras como perfectas de una paloma ya casi entrando en el surrealismo o en puro vanguardismo... ¡yo que sé! Pero tengo uno de los millones de copias de esta escultura en casa).
Pues bien, esta mi querida ninfa, que todavía comparte mi vida -y la de mis hijos y nietos- quedó totalmente extasiada mirando esa bonita imagen de la vida hasta que alguna, o varias, de las guarras de arriba la rociaron, cara y vestimenta con una o dos cagadas de sus putos intestinos, como de angelitos camuflados desde el buen cielo que te visionan lo bello... pero no te encantes con ese tan precioso despertar... ¡te cagarán, te lo aseguro! Y, lo peor, el nuevo precioso día que pensabas tener, buscando bellas novedades, nuevas cosas que puedan animarte o elevarte el alma... lo siento, esa rata que vuela, la paloma de los vuelos por ciudades... ¡y de los cojones! ya habrá empezado por cagarte el día... ¡que tanto prometía!
&&&&&&&&&&&&&&
Querido Arellanos, he utilizado la metáfora o, quizás, la parábola para no extenderme mucho con disertaciones y filosofadas que aquí, y entre nos, para nada sirven. Entre nosotros ya está dicho todo, abierto y diáfano.
Sabe Vd., mi querido amigo, que yo, a mis años, no voy a cambiar; que en mi saco de recuerdos, ¡qué le voy a hacer!, pesa más el depósito de mis llantos que el globo inflado con mis risas y alegrías.
Cada uno nacemos para ser de una forma. Y yo, ya con quince años, recuerdo mi vida ya en más "sufrires" y lágrimas que en alegrías desbocadas por la adolescencia. Y, encima, tampoco puedo remediarlo, he llorado tanto por amores juveniles quebrados, por la puta vida que prometía "edenes" y me traía calderas hirvientes... No, mi querido amigo, no puedo ya cambiar.
Y eso que, a pesar de todo, se lo he dicho varias veces: No soy pesimista, pero sí un gran escéptico, máxime cuando se me pide creer en mis congéneres. (Admito, claro, que también puedo estar yo fallándoles a ellos)
En fin, buen amigo, que duerma Vd. lo mejor que pueda. Yo no lo sé. Mañana me agujeran otra vez el ojo... ¡Voy a por otro chupito!
DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
23 Enero de 2013
Para empezar, repetiré (los seres humanos somos cansinos con nuestras repeticiones), pero, ah, amigos, más pesados son los que se olvidan de nuestras declaraciones, algo impúdicas, de cómo somos cuando nos abrimos de par en par y... ¡lo olvidan, coño! Y vuelven a darte con la misma monserga, Se olvidan de que el ser al "que aconsejan" ya les dijo ¡hace años cómo eran sus tripas "sentidoras"!.
Ya hace bastante tiempo, en aquellos lejanos escritos míos -de los que alguno se publicó- declaré la clara visión que yo tenía de la VIDA -y que luego he repetido alguna vez en otros- La transcribo:
"La vida es como una pasterada de vaca, tipo ensaimada, que te puedes encontrar en cualquier camino -rural o urbano, tanto da-. Tienen esa forma de espiral que termina en un cuernecillo que apunta hacia lo alto. Vale, tienen su gracia, ¡pero no dejan de ser una mierda!"
Y ahora aprovecho la imagen fotográfica: La linda ninfa, en una hora temprana para un día festivo, se encandila con esa farola de tantos brazos de forja y estilo de los finales del novecientos o primeros veinte. Encima, las cochinas ratas esas que vuelan y enmierdan la ciudad, las palomas, se aposentan por sus brazos y salientes (la verdad, no sé quién coño elevó a tanto rango de signo espiritual y de amor, a este guarro bicho que vuela por nuestras plazas de ciudad. El que más sacó de ello fue, como siempre, un artista genial, el grande PICASO - siempre espabilado- cuando esculpió en blanco puro una pequeña escultura de líneas -perdón- tan puras como perfectas de una paloma ya casi entrando en el surrealismo o en puro vanguardismo... ¡yo que sé! Pero tengo uno de los millones de copias de esta escultura en casa).
Pues bien, esta mi querida ninfa, que todavía comparte mi vida -y la de mis hijos y nietos- quedó totalmente extasiada mirando esa bonita imagen de la vida hasta que alguna, o varias, de las guarras de arriba la rociaron, cara y vestimenta con una o dos cagadas de sus putos intestinos, como de angelitos camuflados desde el buen cielo que te visionan lo bello... pero no te encantes con ese tan precioso despertar... ¡te cagarán, te lo aseguro! Y, lo peor, el nuevo precioso día que pensabas tener, buscando bellas novedades, nuevas cosas que puedan animarte o elevarte el alma... lo siento, esa rata que vuela, la paloma de los vuelos por ciudades... ¡y de los cojones! ya habrá empezado por cagarte el día... ¡que tanto prometía!
&&&&&&&&&&&&&&
Querido Arellanos, he utilizado la metáfora o, quizás, la parábola para no extenderme mucho con disertaciones y filosofadas que aquí, y entre nos, para nada sirven. Entre nosotros ya está dicho todo, abierto y diáfano.
Sabe Vd., mi querido amigo, que yo, a mis años, no voy a cambiar; que en mi saco de recuerdos, ¡qué le voy a hacer!, pesa más el depósito de mis llantos que el globo inflado con mis risas y alegrías.
Cada uno nacemos para ser de una forma. Y yo, ya con quince años, recuerdo mi vida ya en más "sufrires" y lágrimas que en alegrías desbocadas por la adolescencia. Y, encima, tampoco puedo remediarlo, he llorado tanto por amores juveniles quebrados, por la puta vida que prometía "edenes" y me traía calderas hirvientes... No, mi querido amigo, no puedo ya cambiar.
Y eso que, a pesar de todo, se lo he dicho varias veces: No soy pesimista, pero sí un gran escéptico, máxime cuando se me pide creer en mis congéneres. (Admito, claro, que también puedo estar yo fallándoles a ellos)
En fin, buen amigo, que duerma Vd. lo mejor que pueda. Yo no lo sé. Mañana me agujeran otra vez el ojo... ¡Voy a por otro chupito!
DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
23 Enero de 2013