viernes, 7 de mayo de 2010

HOMENAJE (ALATOZ)



(Para aquellos que me visitan desde el inicio de este blog, creo que es obvio el aclarar que las fotos que aquí aparezcan son mías -perogrullada-, y además, captadas por mí)






Es recomendable iniciar este comentario anticipándome a pedir humildemente perdón a los hijos del pueblo de Alatoz y, en especial, a los más eruditos, o enterados. Tengo la -creo que mala- costumbre de escribir sin consultar apenas datos y menos aún levantarme o entrar en el Google ese a comprobar. Más en casos como el presente en que pretendo aflojar mis adentros, que se exprese el corazón, mi alma o mis adentros más que redactar un estudio académico.
Allá voy.
Es ALATOZ un pequeño y humilde pueblo de la comarca de LA MANCHUELA, La Mancha, Albacete. Importan un pimiento más datos topográficos. Censa más o menos unos 550 habitantes (fines de semana, veranos, fiestas culturales y fiestas patronales, bastantes más, con cuya aglomeración, en cierto modo se rompe el pacífico silencio y el convivir sereno)
Vamos a hacer un ejercicio arriesgado de cifras restando al censo citado: cerca o más de 150 ancianos (cumplieron de sobra en activo); cerca de 100 jovenzuelos que se reparten entre la escuela del propio pueblo y los más mayores que tienen que diariamente coger autobús para acudir a instituo donde cursan los ciclos superiores. "Invalideces" permanentes o temporales. Y algo más que se me olvidará. Que vaya haciendo número el que quiera porque yo voy a lo que realmente me interesa.
Entre los que quedan, "activos y con ganas", hay en el pueblo:
-Un grupo de teatro (ensayan un día a la semana, por las tardes y cuando terminan sus currelos).
-Una banda de música -que no desafina- con unos 30/40 componentes de edades entre maduros y jóvenes (también ensayan cuando pueden).
-Tiene una casa de la cultura, con salón para jubilados, salón/teatro, una biblioteca que ya quisieran muchas barriadas de esta mi Valencia, dotada de Internet.
-Hace unos dos años llegó a los grifos de las casas agua potable. Ya no había que ir de continuo a las varias fuentes a cargar garrafas.
Algo más de flores se me olvidará. Pero esta última no: Son acogedoras sus gentes, admitiendo de principio en el pueblo, como uno más a quien se presente. Pero, atentos, no son en absoluto lelos, con su mucha cultura y educación rural -o más muchos de ellos- y tantos años -desde pequeñuelos- de luchar junto al padre y a la madre por sacar adelante casa, familia, etc., calan de inmediato, pero es que en seguida, al espabilado capitalino que, por contra, no conoce la educación y las formas de saber estar y convivir...Ése, lo lleva crudo con ellos.
Esto, amigos, son grandes rasgos sobre un pueblo que quiero y que me sirve de prólogo para, por medio de dos personajes recientemente fallecidos rendir homenaje al pueblo entero y, claro, a esas personas ancianas que edificaron y forjaron el ALMA que late en ALATOZ.
JOSEFA: ¿Qué decir de ti? Madre de Felisa, buena amiga, te fuiste con ¿89 ó ya 90? (Esta memoria mía...) Te conocí hace unos ocho años. Con tu mirar abierto, azul y pícaro; todavía nos cantabas coplas y jotas, comías con todos nosotros y de todo lo nuestro; nos recitabas poesías y dichos de la zona sin fallar ni un sólo verso, y, sobre todo nos repetías la historia de cómo llegaste a comprar la hermosa casa en la que ahora vive tu Felisa: la viste, estaba en venta, hablaste y regateaste con el dueño y la apalabraste; sólo después de tu palabra dada se lo dijiste a tu hombre, a tu marido: ¡eso es ser toda una mujer para la época y un ejemplo para muchas seudofeministas de hoy!. No te fuiste por ninguna enfermedad, sino, no más, por la enfermedad de la vida, agotamiento, cansancio, cumplimiento ¿o es que te quedaba algo por hacer?
Tuve la suerte de, por mi afición, entre las fotos que te he hecho, que en una salieras verdaderamente guapa. Le di una ampliación a Felisa y otra a Ángel, creo, otro de tus hijos que vive en Requena. Felisa me pidió una copia algo más pequeña. Untuí para qué. Cada quién y lugar tiene sus costumbres. Me parece que está hoy puesta en la lápida que tapa tu nicho.
Perdona, Josefa, no he ido todavía a ver en qué lugar te han puesto, si es el que mereces o no. Yo tengo una particular circunstancia con los cementerios: Me atraen cuando están totalmente solitarios, nada más. De hecho, en ése que tu descansas, he hecho muchas fotografías. Es hasta coqueto... Pero entonces, tú no estabas allí, todavía.
Veo, recuerdo en ti, a las muchas mujeres recias como tú del pueblo; cómo, todavía, tiran del carro y se pelean con la vida. Otras ya... esperan. ¡Y saben muy bien lo que esperan! Y no se les ve exasperación ni nervios... sólo paz, sosegada espera..."...Ay, esto es así, ya llegará..."
En tu persona, con tu recuerdo, rindo homenaje a la mujer de La Manchuela, a las ancianas de Alatoz. Y, si acaso, perdona el atrevimieto.
MIGUEL: Don Miguel, Miguel, Miguelillo, te has ido también con parecida edad a la de la Josefa, ¿no? (Y ahora que reparo: A Josefa y a Miguel, aquí, y no sé la razón, los tuteo cuando en vida de ellos jamás lo hice, ¡qué raras cosas hace hacer a uno esto de escribir! Aunque estoy seguro que ya me han perdonado; era amiguete de los dos)
Un día, estando yo en el pueblo, hace poco, y almorzando en el bar de Juan Carlos, una ambulancia entró en el callejón en el que vivía Miguel. Uno dijo: "Se llevan a Miguelillo a Alabacete, 'ta jodío'". Entonces me di cuenta de que ninguno de dos de sus hijos que más frecuento estaban ese día en la mesa. Murió al día siguiente. Complicaciones obstructivas pulmanares agravadas por los muchos años de vida vivida.
No llegué a enterarme de si sabías o no tocar algún instrumento, pero sí de que fuiste el primer abanderado de la banda de música del pueblo. Si a punto de morir ibas como ibas de tieso, te imagino al frente de la banda con el mástil brillante luciendo bandera y cintas muchísimo más tieso y "tirao pa tras", y no precisamente mirando al frente aunque sí marcando el paso; tus ojillos listos y de largo alcance no se perdían ripio de la gente que veía pasar la banda y, claro, el primero eras tú; ¿les sonreías o los mirabas serio y picarón?
Fuiste uno de los muchos que me recordó su cariño por mi amigo Rafael. Cuando él todavía vivía, aunque ya mortalmente herido, siempre me parabas en la plaza, donde te solía entontrar, te apoyabas en el bastón, respirabas hondo: "¿Cómo va Rafael?" Mis contestaciones te hacían maldecir... "cago en D... ¿cómo puede pasar esto?" (No te preocupes, Miguel, el supuesto ofendido por la imprecación, si es que anda por algún lado, no se entera ni de las alabanzas ni de las maldiciones).
Más tarde, ya ido mi querido amigo, o te paraba yo en la plaza o me parabas tú. Yo te hablaba.
-Qué, Miguel, cómo va, cómo se encuentra...
-Me ahogo, hijo, me ahogo. No hago más que paradas.
-Pero al bar, por cafetito y ponche sí que llega, ¿eh?
-Ea, ¿y qué hay que hacer?
-¿Y su mujer, Miguel, cómo está?
-Buff, ay... "desbaratá del to", hijo.
En tu entierro, como antiguo y destacado miembro, la banda de música te acompañó hasta el cementerio, pero... ¿no crees que sonaban demasiado fúnebres? No sé. No me parece, por tu mirar y tiesura que fueras precisamente apocado.
No soy ya ni sé de cielos e infiernos. Pero sí que, como el que dice, exijo que haya algo después de este absurdo del vivir. Si encima del absurdo, luego "no hay ná" ya se puede calificar de gran putada. A lo que iba, Miguel, acomódate en algún lugar tranquilo, que sople el airecillo de tu Manchuela, pero que no sea el cielo del catecismo católico. Ese lugar debe ser de aburrido que para qué. Creo que no hay ni café, claro, menos aún ponche. Tampoco te fies y te empujen al infierno: ya has tenido bastante con el vivir para que sigan fastidiándote por toda la eternidad (eternidad, qué palabra tan terrible, para lo bueno y para lo malo).
Por medio de ti, Miguelillo, me he permitido homenajear a todos los hombres duros y abiertos, secos pero claros, generosos pero no tontos que, de tu edad, como las mujeres, también han forjado el sentir que hoy se palpa en Alatoz y que, me parece notar, han heredado los maduros y está aflorando en jóvenes.
Saludos, Miguel. No sé por qué, me da que yo elegiré el mismo sitio que tú para ese después que tu ya vives. Nos veremos.
DESVENCIJADO

1 comentario:

  1. Hola,

    Acabo de "caer" en tu blog y como nieto de "la Josefa" me ha gustado leerte y a través de ti, recordar los últimos años de mi abuela.

    Los recuerdos que yo tengo son algo diferentes de los tuyos, yo la recuerdo dura, dura como la retama, como el espliego, como los olivos de Alatoz.

    Luchó y sufrió como sufren las mujeres de los pueblos, bueno, como sufrían, por suerte, las cosas han cambiado.

    Te dejo lo que escribí de mi "yaya" hace algún tiempo.

    http://riesco.ch/2008/10/mi-yaya/

    Un saludo.

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