miércoles, 19 de febrero de 2014

CUENTO DE LA VIRGEN PAGANA.


Fotografía de AGOSTO 2010

(No importa quién sea; tan sólo se impone su tremebunda belleza)


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CUENTO DE LA VIRGEN PAGANA


La criatura, un chaval de pocos años, al entrar en casa después de un paseo de la mano de su padre, se desprendió de su papá y fue corriendo a buscar a su mamá.

- ¡Mamá, mamá...!
- ¡Qué pasa, hijo!
-¿Sabes qué?
- No sé, cariño -lo cogió entre sus brazos y alzó su cara y mirada hasta las de ella-.
- Pues, mamá, ¿sabes qué?
- No sé, bonito, si tú no me lo dices.
-Pues que el papá le ha dado dos besos en la calle, en la cara, a una chica muy guapa.
-¡¿Ah, sí, ¿y cómo ha sido eso?!
- ¡Yo qué sé, mamá! Nos la hemos encontrado; el papá se ha parado, se han dicho muy pocas cosas... El papá le ha dado dos besos, uno en cada cara.
-Pero, hombre, las personas sólo tenemos una cara...
-¡Oye, no sé, un beso en cada lado de su cara! ¿Vale?

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El "papá", desde el quicio de la puerta de la estancia observaba, oía, los peros quisquillosos de la historia que narraba su hijo a su mamá.

Su mente voló hacia atrás.

El hombre recordó aquella tremenda belleza que en una noche medio loca, totalmente ebrio de belleza, que no de alcohol, llegó  a grabársele y trastornarlo para el resto de sus días aquella desmedida hermosura. No lo estaba, pero poco le faltaba al hombre, en medida de medio año o así, para casarse.

De aquella fantástica noche apenas recuerda el tumulto, los amigos, amigas celebrando no sabe qué ni ya le importa.
Pero se le presenta muy preclara la imagen, el rostro, la figura entera de aquella ninfa, diosa de la belleza más pura.
Era la más joven de la reunión, pero al mismo tiempo, vencía sin remedio afeites, peinados, vestidos y escotes de las demás hembras.

Era como una figura de jardín romántico renacentista -aunque vestida- en un lugar de jolgorio o follón inadecuado para ella. No lo pudo remediar. No estaba bebido y a la primera se le coló en su alma el dulce de miel de aquellos ojos de color avellana...

No sabe cómo, ni a mí se me pregunte -estoy narrando SENTIRES o SENTIMIENTOS, según me deje decirlo la RAE-.
Como en un cambio vertiginoso de imagen, y contando con el cultivo del atractivo simpático del hombre camino de su madurez y la curiosona erótica de la bella chiquilla, se encontraron de pronto, como en el vuelo de un mosquito, en un salón con luz de claroscuro.

No me contó ni el cómo ni el cuánto costó el trejemaneje delicioso. Pero el resultado era que tenía ante sus ojos alterados y los sentimientos desmadrados, la criatura más perfecta que Dios hubiera podido crear, tumbada bocarriba,
desnuda por completo, con los brazos extendidos a sus costados y mirándolo fijamente con sonrisa de MONA LISA -sí la de ese cuadro - del grande LEONARDO DA VINCI- sonrisa que, por otra lado -no menos importante- nadie. hasta hoy, que yo sepa o haya leído, nadie ha sabido descifrar su misterio: ¿homosexual, hermafrodita, ambigua. o qué...?

La bella lo miraba desde el sofá, toda desnuda (con una precoz y procaz provocación de dulce de almíbar).

Él se iba descamisando como un zombi, sin, creo, saber lo que hacía. La estancia tenía un foco de luz celestial que irradiaba del cuerpo de la bella. Todo espacio fuera de ese terreno de influencia, quedaba oscurecido u oscureciéndose hasta quedar en la pura sombra.

Así, el rostro y torso del macho -el hombre medio desnudo-, quedaban como iluminados por un foco luminoso que el blanco cuerpo de la bella alumbraba como un haz de luz volcánica.

En tanto ella le sonreía con esa tan misteriosa y tremenda sonrisa, aunque sin moverse, su actitud le mostraba que lo aceptaba.

Él comenzó por besarla en la frente -ella, siguió quieta, aunque sonriendo-; sin que todavía hoy no sepa qué es o qué significa esa enigmática sonrisa de "Mona Lisa".
Después, y antes de seguir adorándola con los físicos sentidos, la contempló extasiado -todo sin que ella dejara de mirarlo, con la dichosa sonrisa y su quietud enervante.
Frente levemente prominente que resaltaba unas cejas de perfecto dibujo y pobladas en su justa medida. Su nariz, sin más, era como un dibujo perfecto en todas sus dimensiones; sus pómulos, todavía apuntando, futuros logros y maduración  formando parte de una hermosura en su óvalo facial de rompe y rasga; sus labios, no te destinaban al futuro: eran ya dos fresas entreabiertas que destilaban azúcar escarchada con alguna burbujita; Siguió el hombre hacia abajo: Gloria de finuras de líneas; los hombros de maniquí, para acoplarles cualquier prenda. ¡Y llegó a los pechos, casi pechitos, todavía! Sin el insulto de la abundancia desmesurada, sólo el anuncio de lo que podría ser; sin la arrogancia y provocación de esos pezones de almenas o torres defensivas -aunque, lo sabemos, fácilmente destructibles , y aliados, con unos leves masajes de lengua o finas chupadas.
Y llegó el hombre el vientre de la bella. ¡Qué lisura, dioses! A su nariz algo lo imantaba... y allí llegó: un bosque de ensortijados y negros jazmines que emitían el olor del pecado -según para quién, claro-. Fragancia de pura vida. Ojo, vida sin edulcorantes ni colorantes, ¡PURA, CON SU OLOR A VIDA! (Allá el que me entienda o para aquél que no he sabido explicarme) Vida que emanaba del interior de aquel cuerpo celeste. 
La criatura bella femenina cien por cien, que no dejaba de mirarlo desde arriba y acariciarle sus cabellos, le oprimió en ese momento con su mano la cabeza, como queriendo meter su boca en su vulva.
En un momento determinado, el hombre le dio la vuelta y la colocó bocabajo. La espalda de ella se le tornó esplendorosa. Comenzó por soplarle un vientecillo con sus labios, después la lengua, su lengua, a milímetros de su cuerpo fue recorriendo su espina dorsal... No pudo remediar el hombre -a fin de cuentas humano- al llegar a esos promontorios tan firmes y solemnes de sus nalgas, poner, por primera vez sus manos en el cuerpo de la bella doncella, y los acarició como lo hace con un animalillo recién nacido: todo suavidad. Ello, unos instantes antes de besarla en los hoyuelos de los riñones. Fue entonces cuanto sintió un estremecimiento en la bella que a él también lo sacudió.

La volvió de frente y contempló el hombre aquella tan descomununal belleza.

Ella seguía con su enigamática sonrisa de Mona Lisa, pero sin signo de la de la "hoja de ruta" -como ahora se dice-.

En ese momento y ante la  atónita mirada del hombre ella se volvió y con un movimiento de azúcares, comenzó a abrir sus piernas, dejando libre la entrada a la gruta de la gran felicidad.

El hombre como que se quedó sin apoyos, desplomado.

Tan solo supo besarla, débilmente, en los labios y susurarle al oído: "Tú, princesa de la belleza, te mereces otra cosa que yo; No sé si eres virgen o qué, pero yo no profano ese misterio; hombre joven y fuerte llegará que te colme. ¡Yo No soy ése!

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No la penetró, y aunque llegó a casa con ese tremendo dolor de íngles que todos los hombres -o al menos muchos- conocemos, intentó dormir sin requerir de su mano ni de su reciente desposada.
  

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
En un 19 de Fabrero de 2014











De pronto ella se volvió de cara a él y lo traspasó con su mirar de dulce miel y su sonrisa ya descarada, nada de Mona Lisa. Lo miró, demasiado fijamente y le ofreció el abrazo de sus brazos, al tiempo que de la forma más dulce entreabría sus muslos...

Fue ese momento el momento mágico o trágico de la noche.
En la mente del hombre comenzó a reventar el concepto de virginidad que desde tan pequeño le habían inculcado. Aquella ninfa era una chiquilla preciosa, hermosa porque sí, pero... ¿y él?
No sabía si aquella bella fémina joven era virgen o no. Pero él, casi en un colérico arrebato, decidió no averiguarlo. Sintió como si sus cuerpo y alma le pidieran un sacrilegio sin motivación... No la penetró.
Con sus dos manos, y comenzando por las caderas de la bella, fue cerrando su cuerpo, sus muslos...

-No sé ni cómo eres ni cómo estas... Calla, prefiero no saberlo. Te llevo muchos años... En cualquier caso,  tu belleza y juventud, por si acaso, se merecen otra cosa que mi cuerpo maduro, y ya, algo achacoso. Eres la belleza más impresionante con la que me he cruzado en mi vida... ¡Adiós, princesa de las princesas!

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Al cabo de unos años, se encontró por la calle con la Bella. ¡Qué cambiada estaba! No en su belleza, que había aumentado sobremanera, sino en sus andares, en su mostrarse...

Ambos se reconocieron.
Lo cierto es que ella, poco o nada lo requebró; aunque él sí.

Hablaron un espacio corto de tiempo.

Él se fue hundido -aunque no tuviera el por qué-. Ella lo despidió con un beso en los labios. 

-Esto es un lujazo, al menos para ti...
  Soy lesbiana.

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
18 Fabrero 2014 (esperando si será año PUTO o qué)
    
  




2 comentarios:

  1. No se, Los he leído todos de un tirón.
    Lesbiana, el meloso del campo, un bosque de ensortijados y negros jazmines, (me temo que ahora..).
    Si, así, todo mezcladito junto con el canalillo.
    Bella descripción; como dice Vd. de la hembra.
    Pues no se, no se. Yo, no se.

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