martes, 1 de marzo de 2011

ALMA HIPOTENSA.


Fotografía de Febrero de 2000.
Es un esfuerzo grande, sí.
Pero uno consigue apartar la cobija.
Se siente frio.
"¿Dónde estarán las putas zapatillas?"
El helor cala por los pies;
lo primero que alcanza es el corazón,
la caja del sentir (¿sufrir, gozar?).
¡Qué frio está todo!
¡Qué frio tengo!
Al abrir las contraventanas,
entra claridad,
mas no visión.
Es poderoso el frio de afuera,
los cristales están teñidos
de una lámina opaca de vaho.
La palma de la mano
arde con fuego de hielo,
al fabricar visión,
pasándola por el cristal, ya llorando alguna gota.
Bello, triste y melancólico
el paisaje que aparece.
Las casas del valle,
allá abajo,
en valle todo,
el mundo,
casi cubierto
por una niebla de ralas guedejas algodonosas.
(Ésta es una de las tantas
trampas de la vida:
bellísima visión,
paisaje hermoso...
Pero oculta las casas,
la vida, los sufrires,
quizás alguna sorpresiva alegría.
Todo bajo la niebla húmeda)
Un sol tímido
lanza su luz por el fondo,
luz que se adivina acompañada de su calor.
Aquella cumbre y su falda,
lejanas,
ya están impregnadas de esa luz.
Uno ha venido a levantar
el atasco de su niebla interior...
¿Y si salgo,
voy allá abajo,
y se me cuela más?
Quizás más tarde
la niebla se esconderá,
para la jornada.
Ya, sí, lo sabe,
de nuevo mañana
el valle abrazará,
de nuevo su vida ocultará...
Y uno,
ya lleno de frio,
piensa que no sabe
qué hace aquí,
a qué ha venido...
Huyendo, ¿de qué?
Buscando... ¿qué?
Con libros, ¿más?
Con folios; no puede escribir.
Sólo sabe que esa niebla del valle,
cuando levante,
por la baja rendija de la puerta,
se colará en su habitación;
lo que no sabe es si todavía
admitirá más niebla su alma.
Se acuesta de nuevo,
se cubre hasta la cabeza.
Se arruga,
posición fetal,
como que quiere esconderse.
Maldita sea,
no sabe en qué momento
de niebla se llenó;
no ve cómo vaciarla,
no encuentra el camino
hacia la falda de ese monte,
ya con tibieza de sol.
No sabe; perdido.
¡No sabe nada!
Quiere sólo dormir más,
irse del momento.
¿Hasta dentro de un rato?
¿Hasta mañana?
¿Hasta lo eterno?
Cuando un niño se pierde, llora.
Pero uno ya no es un niño.
Ya ni siquiera consigue llorar.
DESVENCIJADO.
Luis Ramírez de Arellano.

1 comentario:

  1. La recordé amigo mío, la recordé: LA FOTO. Morella, fin de semana.
    Alojamiento en el Hotel Cardenal Ram.
    En mi álbum de fotos, reza: ”Fin de semana con los primos en Morella”
    Recuerdo la visita al Castell y el recorrido por todos los rincones de esa magnifica ciudad. Y las fotos que hicimos, Vd. con su vieja y querida maquina que tanto le costo dejar, y yo también con mi antigua Yashica. Buena comida ese sábado, recuerdo y ubico el Restaurante, pero no me acuerdo del nombre. Ya habíamos empezado a apuntar maneras en lo gastronómico. Creo que hicimos una visitita a San Mateu.
    Buenos momentos. ¡Qué nos quiten lo bailao!
    Trabajábamos ambos en distintas Oficinas de Usura y lo llevábamos como podíamos. (Me refiero al curro. Nuestra vida particular no estaba nada mal. Cada uno a su nivel) Hasta nos daban algún premio. Esto, precisamente fue un regalito de mis jefes por no se que ventas u objetivo alcanzado.
    Lo mejor de aquella época, es que no teníamos a un Rodríguez y Cia. Jodiendo diariamente.
    Querido amigo: Ahora que esta lloviendo, ¡Que la lluvia le bendiga!

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