jueves, 7 de julio de 2011

VIDA, MUERTE, AMOR.







Fotografía de Diciembre de 1989 - Puerto de SANTA CRUZ DE TENERIFE





(Éste puede ser un ejemplo de uno de los muchos escenarios que nos monta LA VIDA, para los muchos que piensan que "¡que bella es la vida!" Pero la VIDA, la auténtica, está en algún marinero que puede estar dormitando en la panza de uno de los barcos; en los habitantes que la casitas del fondo... En otro sitio, en cualquiera menos en el decorado)

En la existencia del homo erectus reinan, prevalecen o destacan, por encima de cualquier otra cuestión, tres insobornables influencias que afectan su paso por el mundo de la forma más brutal y que se derivan o desprenden de unos sustantivos que las nombran pero que no definen ni describen como formas tangibles, visibles; es decir, son inasibles, inmateriales, algo así como entelequias con las que no te puedes enfrentar, a las que no puedes repudiar (sólo a una) ni mucho menos con las que dialogar –en la forma de paseo a lo Séneca por zona ajardinada rodeado de discípulos ávidos, sobre todo, de “razones racionales”-.

VIDA, MUERTE, AMOR…

La VIDA viene a ser como el grandioso ZEUS del Olimpo o el no menos todopoderoso DIOS cristiano (por otro lado, también entelequias, ambos). Está –la Vida- y flota y cree reinar sobre todo el orbe y, según dicen, más allá, donde guarda otras variedades de vidas para cuando se canse de las que conocemos y ÉL domina –cree-.
El humano juguetea tan divertido y tranquilo en su limbo cuando alguien lo agarra del brazo y tira de él:
“¡Tú, a VIVIR!”
“Pero, oiga, ¡¿y por qué yo; no puede ser otro?!” –grita el feliz vapor, lloroso.
“¡¡Que tires para allá, te he dicho!!”
Y no “tira” él: lo tiran, lo lanzan al estercolero que es la VIDA.
Es la única que, como he dicho antes, se puede repudiar en el momento el desarrollo de su razón le muestra adónde lo han lanzado. Sencillo: Diez partes de lejía y dos gotas de limón. Es un cóctel que no falla: En nada, a tomar por culo la VIDA.

La MUERTE, dejando aparte el que se considera el gran absurdo de la vida (yo, al menos, no entenderé jamás ni una ni otra cuestión), me ha llevado a concluir que el mismo Misterio que te deja caer aquí, como más se divierte es eligiendo quiénes viven más, quiénes menos y a quiénes les hace jodido el tránsito o suave y rápido mientras descansa tomándose un cubata.
Pero para el objeto de esta cosa que quiero escribir y que se me entienda, lo principal es el momento dramático en el que el humano “descubre” LA MUERTE. Puede ser pronto (muy cruel) o mediado su crecimiento.
Hasta ese momento, el nacido (neutro, ojo, no me vengan con lo de la ministra pija), sólo ha vivido con cariños, risas, amor (aunque no supiera lo que era); juegos de niños y más risas; sorpresas, pesares y gozos de la primera adolescencia… De pronto, una madre, un padre, un hermano, un amigo querido (sin ser consciente de este su cariño por él)…¡lo que sea! Desaparecen, “se mueren”. Comienza a descuadrarse. ¿Qué es eso de la muerte? ¿Y por qué ya no estará más? ¡¡QUÉ ES ESO DE LA MUERTE!!.
En ocasiones, el encuentro con ella, rozándote y arañándote el alma con raspados que dejarán eternas cicatrices, te ataca en tu primera o plena juventud. Quizás sea la primera vez que te acuerdas de Dios y no será para bien. Es cuando empiezas a odiar frases de meapilas como: “¡Ay, Señor, mira, Dios así lo ha querido! Lo primero que se te ocurre es: ¡Joder, pues vaya dios! (He escrito mucho de esto –para el que me conozca, lo sabe de sobra, y sobra cualquier añadido-).
Concluyendo: la primera y más dura lección que te recita LA VIDA: Intenta no ser muy gilipollas porque no eres más que algo, muy poca cosa, que vino para acá, casi exclusivamente, para esperar irte otra vez con LA MUERTE.
Segunda lección: Ésta te la dicta la propia MUERTE: Huele, huele mal la muerte. Los cadáveres, casi enseguida, se endurecen y se ponen cianóticos y como el hielo (De las peores experiencias que se pueden pasar en la vida es la vaporosa e intimidante sensación de besar a un cadáver que fue un ser querido –el que suscribe ha besado a dos témpanos muy amados y ha sido incapaz de darles el más mínimo calor; apartó sus labios tiritando-). Por todo ello hay que taparlo pronto, enterrarlo o quemarlo antes de que llegue a apestar y enfríe todo nuestro entorno. Pero ya: Muerto: rápido a la tierra o a las llamas. Que sólo te queden los bellos recuerdos del muerto cuando era un vivo.

Adónde se quiere llegar es al AMOR a pesar del largo introito.

El AMOR está por ahí, también formando parte del aire que respiramos, inasible tal como el aire pero, también como él, indispensable para seguir respirando, viviendo. Viene a ser la única hermosa compensación que se pone a nuestro alcance por la putada gastada de enviarnos aquí (Quizás, quiero creer, muchos de los arrancados de su feliz limbo hayan aterrizado en este barrizal mundano por eso, por AMOR -al menos, durante un tiempo feliz, los limpiarán de barro inmundo a menudo-)
De todo ese inabarcable, grandioso componente del aire que nos envuelve que convive con EL AMOR, hay que procurar siempre, aunque sea con alguna inocente trampa, respirar, tragar y guardar con 100 llaves un gran sorbo de AMOR.
En ocasiones, surgirá por tus ojos, tu boca, tus ingles y te dará dulcísimos y violentos sueños, te hará reír y reír, reventar de gozo tu pecho al tiempo que muchas noches torrentes de lágrimas mojarán tu almohada. Y lo peor, y más maravilloso al tiempo, es que no se alcanza a comprender del todo esa conmoción.
Mas no es éste, el primer AMOR adolescente, el que aquí importa traer. No.
Ya madurado el ser –o casi maduro-, se nota un temblor, como un terremoto en ese rincón donde guardas el AMOR en espera del “BESO DEL PRÍNCIPE”. El despertar es glorioso y tremendo: es la brutal sacudida del ENAMORAMIENTO, la más maravillosa fase en la vida de cualquier ser que pueda vivirla (Hay que compadecer a todo humano que no haya sentido esto, el nacer del AMOR en su cuerpo, en sus sentimientos, bien por incapacidad –pésimo esto- bien por un carácter inadaptado y suicida. Lo mínimo es saber amar. Lo perfecto, añadir al amar el sentirse amado; no se dude esto: genial).
En el colmo de esa grandiosa felicidad compartida, los dos seres se dicen: “vamos a vivir y arrostrar juntos toda esta complicación que es la vida que nos espera por delante”.Y normalmente formados, saben que, aun siguiendo siendo seres individuales, quieren acompañarse con el aporte de su particular personalidad, cada cual, para ese fin. Saben que la fiereza inicial del enamoramiento se aplacará y dará paso al AMOR sereno, a la compañía, al apoyo mutuo, a la amistad, todo porque quedó pintado a fuego en cada alma, y aunque el calor de la pintura se haya enfriado se mantiene el color que eligieron de común acuerdo.
Todo lo van a vencer, con todo van a poder porque, ay, convencidos están de que, con suerte, hasta puede que marchen juntos de esta sucia vida que ellos siempre procuraron embellecer. (Éste es el final feliz de cualquier cuento que pueda escribir algún pusilánime que se pasa la vida poniéndose telones y más telones delante para acomodarse lo que pueda ver e inventarse un pasar tan facilón como irreal).
Pero… Sí, pero cuando uno es muy mirón, muy observador y, sobre todo, escéptico total –no pesimista-, aunque reconozca que sí, se dan esos casos y alguno conoce, y más, vea y se avergüence de las formas y modos con que, a trancas y barrancas, llegan casi a diñarla juntos, incluso otros –los del milagro- en los que llegan casi a la misma caja los dos y cogidos, con una dulzura inimaginable, de la mano, con un buen capazo de años cada uno sobre los hombros y otro que arrastran los dos a una que contiene todo lo vivido y salvado juntos, sí, a pesar de ello, hasta a pesar de los muchos casos en que por creencias o cabezonería ahí andan soportándose, maldiciendo, días enteros en los que entre los dos ni llega el aliento de uno a otro… En fin, hay que seguir.

Llega un día aciago, lleven juntos los años que sean, muchos o pocos, en el que al despertar los inunda un raro olor, nada agradable por cierto. “Bah, los sumideros…”. Pero cada día que pasa el olor se va haciendo más fuerte, pestilente. “¡¿No tendrás algo podrido en la nevera, coño?!” “¡¿Desde cuando no abres tú la nevera, imbécil?!” (los tacos e insultos no hace falta que suenen; sólo pretenden resaltar la situación).
El día en el que el ambiente ya hiede, hay que dejar de ignorar: ¡Huele a muerto, a cadáver en proceso de pudrición! ¡¡Aquel AMOR eterno, HA MUERTO!! Hay que aplicar los mismos pasos que para LA MUERTE. Puede, claro, que algo quede en el rincón de cada uno si en su día supieron hacer buen acopio, porque el AMOR por sí mismo no muere, ¡NO PUEDE MORIR!, se acabaría el mundo. Así como tampoco existen diversas clases de amor ni debe usarse esa tonta manía de calificar o adjetivar el AMOR. El AMOR es lo que es. Lo que es diferente es la forma de usarlo y administrarlo de cada bípedo humano. Pero esa porción que cada uno puso de su bolsillo para vivirla y gozarla juntos, ésa ha sido matada, y ya apesta; hay que buscar brisa nueva y fresca, y enterrar, incinerar y aventar lo que fue AMOR y ahora no más que huele a mierda fabricada por intestinos enfermos.

(Lo siento, pero soy de los que piensan –he leído a bastantes- que para escribir hay que volcar tus vísceras, de lo contrario, no escribas; sonarás a falso o tontería y ridiculez infinitas).

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano












No hay comentarios:

Publicar un comentario