miércoles, 3 de noviembre de 2010

EN EL CAFÉ/BAR DE MI ESQUINA.

Fotografía de Octubre de 2010
CUENTO TAN REAL QUE SUENA A FICCIÓN


Una de las estrechas hojas batientes de la entrada, acristaladas y enmarcadas de madera, se abre: Entra Paco con su pequeña bolsa de plástico.

(Antes de seguir, debo pedir humildemente disculpas: Mi personaje, la mayoría de las ocasiones, larga sus parrafadas en catalán/valenciano o valenciano/catalán –que nadie coja un empute. No es lugar para soltar mi idea al respecto- Es decir, es muy posible que, a veces, intente escribir en esta lengua de entre las varias de España y, sencillamente la cague. Allá cada buen lector con su benevolencia. Otras ocasiones, aunque yo transfiera aquí frases de PACO en español, pueden imaginarlas perfectamente con el sonido de una variante del ampurdanés/valenciano/catalán/mallorquín o lo que cada cuál tenga a bien decidir).


Lo primero que hace Paco, nada más entrar, sin adelantar ni un paso, es soltar:
- ¡Yeee, bon día!
Algunos están enfrascados en conversaciones, normalmente de humor, hasta contando algún chiste. Otro puede estar como caído dentro de su cerveza, cuya espuma mira ensimismado (¿en qué pensará? Porque reír, no ríe). Quizás algún otro charle con la propietaria, la encantadora María Ángeles. Allá en una de las esquinas del pequeño local, quizás esté hoy también una delgada muchacha, cliente habitual de café o café con leche –no he investigado-, con un libro entre sus manos, abierto. No hemos podido averiguar si lee o nos escucha a nosotros, casi siempre bromeando, porque su sonrisa es permanente, desde que entra, lee y hasta que se va, dedicándonos su sonreír. (Ya, quizás luego u otro día, soltaré mi estampa subjetiva de otros habituales del pequeño y limpísimo y sano pequeño café/bar de mi esquina). Es el caso que nadie se ha enterado de la llegada de Paco.
Paco, sin moverse, y “mirando al tendido”, eleva el tono de su voz:
- Yeee, collons, c’adit bon dìa.
Sólo entonces, “el tendido” se percata de que ha llegado, a su hora, rondando la una de la tarde, el hombre delgado y enjuto, algo encorvado o con un apunte de joroba, como se quiera, con ojos azules convertidos casi en una raya brillante por el cansancio de tanto mirar y ver y el peso de los años en sus párpados, ralo pelo rubio, liso y fino y peinado, pequeño bigote bien recortado y rubio y, eso sí, su eterna mueca de sarcasmo, incluida la sonrisa. Debió tener este Paco guapo careto y hasta atractivo, vaya que sí.
Enseguida suenan varios saludos: “Xe, Paco, bona tarda”; “Hombre, Paco, llegas más tarde, hoy”; “Paquiiiito, buenas tardes”; “Hola, Paco, vienes hoy hasta guapetón”.
- Aixo està millor. ¿Puc asentarme?
Paco se encarama en algún taburete, cerca del rincón, donde –con perdón por las envidias- estamos los buenos del local. A veces se dirige a mí:
-Xe, estic acabat, fet una merda.
Intenta poner algo de expresión dramática en su rostro. A lo sencillo: no puede. Es un hombre que irradia vitalidad y ganas de vivir y, en estas horas, interés por pasar su rato de “recreo” lo mejor posible.
Le habla a María Ángeles:
-Oiga, usted: Hace media hora que he llegado y no me ha dicho ni buenas, ni me ha calentado ésto, ni me ha puesto el vino.
Ella se vuelve sonriendo hacia él:
-Qué, Paco, ¿ganas de guerra hoy? A ver qué llevas, qué te han puesto.
María Ángeles le coge el pequeño bocadillo que Paco saca de su bolsa y se lo aplasta en la plancha (¿sobrasada, queso…? Da igual) La propietaria suele decirle: “Buen bocadillo te ha preparado tu hija”.

(Paco normalmente se levanta pronto. Desayuna y se cuida de su mujer, inválida. La lava, la cambia, la levanta, la asea y, como él dice: “La dejo sentada y arregladita; ¿ay, c’a de fer?”, dice, a veces. En ocasiones, fingiendo –o realmente escapándosele su infinito cansancio- me suelta: “Hay mañanas que no me deja, xe, venga y venga de reclamarme a su lado o la cama”… hace un alto y queda callado, mirándome pícaro con el tremendo brillante turquesa de la raya de sus ojos, hasta que explota sin dejar de mirarme y darle suelta a su texto y su amplia sonrisa rubia: “¡Xe, Paco, que vulc anar al retrete!” Queda examinando mi rostro hasta que en él aparece mi risa, que siempre espero que él note auténtica, real y nada tierna, ni comprensiva ni compasiva).

-Oiga usted –se dirige Paco a María Ángeles-, que seguís sense ferme cas, ¿Asó que vol dir, xe? ¿Tindrè c’anarmen a un altre puesto?
-Trae de una vez –le contesta ella- ¿Qué vienes en plan puñetero hoy?
-¡Home, no; pero som o no som res, collons! (Todo sin que la pícara sonrisa le caiga de los ojos ni de los labios).

Paco, sí, se levanta pronto para cuidar y arreglar a su mujer que lo necesita. Desayuna y se dedica a atender a su esposa de no sé cuántos años. Con su lentitud y las escasas fuerzas que le quedan se le pasan las horas en este trabajo de puro amor (del que se quiera, me da igual: ¡amor!) Al parecer, a una determinada hora, una hija aparece por su casa, le prepara un pequeño bocadillo para que almuerce y, de paso, compre alguna cosa que falta en la cocina, en el supermercado. Es decir, lo que los españoles llamamos almuerzo y nos lo liquidamos hacia las 10 ó 10,30 de la mañana, el bueno de Paco se lo cepilla, y a fe que con buen apetito, hacia las 13 horas…
-¡Ay, si no’a tingut temps hasta ara! Allá les cinq de la vesprada mencharé algo, un poquet después de que puche con la compra encarregada…

Paco, con buenos bocados a su pequeño “bocata” y sorbetes al vaso de tinto, larga algunos comentarios que siempre intenta sean de chanza o alegres. A veces me dice: “Xe, nom queda res”. ¡Paco, xe, si ya te lo has jalado todo”, le digo. “Ay, per aixo non queda res” Me mira, y ríe con tal claridad, luz y vida que me desarma, y yo río, y no me cuido de cómo me salga esta risa, es de puro cariño hacia un hombre que apenas sé quién es, pero al que veo como uno de los pocos seres vencedores de esta puta vida… ¡Paco!

Paco, hasta ahora –y deseo que dure- ha tenido una variada e intensa vida, aunque él no presume ni de batallas ni avatares ni de curtido ni nada de nada. Solamente presume de que le siguen “gustando les dones; ¡xe, es que estàn bones totes, caguentot!”. Para él su, sus vidas han sido consecuencia de lo que el tiempo le iba trayendo en cada momento. Así, y sin pretender orden cronológico alguno, ha sido, hecho o estado o vivido: Vivió en el Grao de Valencia, que yo tanto conozco y quiero pues allí me crié desde los 4 años hasta los 16 (¡coño, qué mala edad!). De esta época de Paco, contaré las vivencias que él me cuenta, los envoltorios el que no los conozca, pues… ¡haber vivido en El Grao o que los busque! Trabajó en un tiempo que ahora me asemeja mil años atrás, en los Astilleros Lacomba, en la Playa de la Malvarrosa, casi junto a “Las Arenas”, dedicados –y con mucho trabajo- a la construcción de barcos de pesca de madera, en especial de pesca de bajura –aunque de vez en cuando se los veía crear alguno de mayor eslora-. (Dejaron de existir estos astilleros hace bastantes años). Paco cuenta que tenía …”xe, un jefe molt bo…”.
También anduvo embarcado en uno de estos barcos. Paco no gasta ni ha usado nunca gafas para rectificar la buena vista de su azul mirar. Así, me cuenta, que el patrón (recordemos: pesca de bajura) lo encargaba, llegado el momento de la vuelta a puerto, de distinguir entre nubes, estrellas y oscuridad determinada luz del negro horizonte que brillaba especialmente en la noche y pertenecía a no recuerdo qué faro o población de la costa castellonense. Paco gritaba: ¡¡Yeee, cap allá, ¿la veu?!! La cabalgada del barco sobre las olas ponía proa hacia donde Paco había señalado. Luego, ya más cerca, distinguiendo más la costa, iban rectificando el rumbo hacia el puerto de Valencia. Lo del naufragio me lo ha contado muy entrecortado y difuso. No sabría ahora precisar sus palabras, pero lo tuvo: “¡Mare de Deu, quines oles, la mare que la parit! Bach estar un bon temps a remull, agarrat, crec, a un tros de fusta!”.

Siendo muy joven, le tocó la guerra española, claro. Paco me dice que él era comunista, pero yo quiero adivinar que eso no sabía ni lo que significaba, era algo de los trabajadores y él era eso, y au. Una de sus anécdotas de guerra es la de que una noche determinada iba él en la cabina de un camión, transportando tropas o ya ni se acuerda. Les soltaron un bombazo que sin darles de lleno… “¡Collons, mos llançà a fer puñetes per un terraplen fosc y fondo”. Me sigue contando que él, entonces, “veches tù”, llevaba al menos un brazo tatuado. Y, sigue, que con todo aún tuvieron suerte pues en el barranco fueron a parar sobre una enorme extensión de zarzas (jodido pero al fin y al cabo, amortiguador de la caída). Salió Paco por los aires para caer sobre las zarzas. Cuando pudo salir y llegar arriba… “¡Caguen dena, tù, tot sang, pero de tatuajes res, nom quedaba ni u, tots desapareguts”, y sigue, siempre con la pícara sonrisa: “Mira, m’ahorraren la faena de llevarmelos antes de vorelos m’a mare”.
Terminada la idiota y cruel guerra, Paco tuvo algún problema por su militancia con “los rojos” y su carnet de comunista. Un “curota” (igual se podría escribir “carota” y muy peores cosas, yo llegué a conocerlo en el Grao de Valencia) que pesaba tanto en físico como en influencias, le hizo uno de aquellos nefastos y famosos avales; entre esto y alguna ayuda más se libró de ser despenado en el cuartel de la Guardia Civil, en, creo, el de Arrancapinos (creo situado en la actual calle Ángel Guimerá, y del cual, por fortuna, no queda ni rastro. Esta calle, hoy, está civilizada).

El amigo Paco, también, en plena e inmediata posguerra, no sé cómo, metido estuvo en el cuerpo de carabineros del puerto de Valencia. Su anécdota de este tiempo muestra toda la grandeza que puede tener una persona, aún siendo todavía joven pero, como el que dice, vivido y “viendo” la vida en la que andaba metido. Carabinero, cuerpo policial y armado en un puerto de un país donde la locura se había adueñado de unos y otros y habían sembrado España de muertos, sangre, huérfanos, parejas rotas y familias ferozmente divididas… y hambre, y miseria, y… Al puerto de Valencia, aunque con marineros españoles, casi todos los enrolados valencianos, solían atracar barcos con marinería del mismo Grao de Valencia (Tuve un gran amigo en mi niñez, hijo de un carabinero, él y su esposa, madre de mi amigo, bellísimas personas). Se dirigían al bueno de Paco: “Mira, tú, Paco, es que traemos…”. “Xe, non fotes, ¿mos vas a dir que no podem traurelo?”. Me imagino la expresión algo cachonda de Paco cuando les contestaba: “Mira, a mi me sol donar un apretó de tripa per estes hores; pot ser que en res tinga c’anar al retrete; conta un cuart d’hora hasta que solte tot… ¡Xe, i diseume en pau, collons!”
Cuando Paco volvía de “descargar”, o no (él les daba la excusa para no estar delante y… ¿se entiende, no?), aunque él no me lo haya dicho jamás, esto es imaginación mía, porque lo veía en casa de mi amigo de la niñez, siempre tendría algún paquetito para él, en especial de lo que en aquella España ni se olía: mantequilla en lata, mantequilla auténtica; leche en bote, en polvo o condensada que va y sabía a leche; café cuyo aroma te hacia vivir un día entero y no achicoria… Cosas que yo recuerdo que la madre de mi amigo de la niñez me daba en cuanto por el deslunado me llamada. “¡Baja a desayunar!”. Y Paco sorbe un trago de vino, y muerde su bocadillo, y sigue… “¿Y que tenía que fer? ¿Tú saps la fam que había açi? ¿Y qué collons m’importaba si tambe pasaben tabaco pa revender? ¡Caguen la puta, tenien que viure, ells y els seus nanos y la seua dona! A la merda, home, c’anaben a dirme a mì, xe!.

Alguna o algunas anécdotas más de la vida de Paco puede que se me escapen. Sólo diré que para mí, el tiempo de una o dos cervezas en tanto estoy con él, me contagia su vitalidad y me cuenta sus cosas, no sé, es mucho, mucho… A veces hasta se reblandece mi escepticismo por esta mierda de vida en la que nos han dejado caer sin ni siquiera consultarnos… La suerte es que nos quedan “pacos”.

El genial y único Paco, tiene 89 años con una vitalidad y claridad de funcionamiento de su masa gris que acojona y mueve a la envidia por el futuro de cada uno que lo conocemos y escuchamos. En cuanto acaba su vino y bocadillo, le habla a María Ángeles: “Yeee, señorita, fa un hora c’acabat, ¿Qué no tenim café u que?
Atención: 89 años, bocata, vaso de vino, café y buen humor para hablar con “sus amigos” del bar, el bar de mi esquina que yo juraría que es su único rato de divertida libertad al día… ¡y que para nada le asoman los restos, nadie sabe de qué tono de oscuros, de lo que vive cada día!
Me parece que en el próximo Marzo cumple los 90. Ya le ha dicho varias veces a María Ángeles que “ye, que no pot faltar de res, champan, pernil del bo, xe, de tot…” Después nos mira a los 4 ó 5 habituales o que más hablamos con él: “Ye, vindreu, ¿no? Ah, el que no vinga allá ell, s’apañara, seu pedra tot… ¡Collons, que son 90, eh!

Querido Paco, ¡quién llegara a tener estos tus 89 años!
¡¡NO TE MUERAS NUNCA, JODER!!

(Coda: Tal como dicen que deben hacer los buenos periodistas, aunque yo no sea ni bueno ni periodista, ME CONFIESO : he contado lo que mi mala memoria me ha dictado con la sana intención de que todo fuera la verdad escuchada de PACO. Algo puede estar empequeñecido. Otras cosas, exageradas. Lo que sí aseguro que en nada está distorsionado, es lo enorme PERSONAJE que este PACO es.)

DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano



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