jueves, 8 de septiembre de 2011

DE RURALIDADES (Continuación)

Fotografía de Mayo 2011


Nada se puede comentar sobre ese cuerpo de ardores de infierno y su bello rostro del que más vale que su dueña no sea consciente nunca del inocente atractivo de arrebato que porta.


Es hija de un conocido. Su nombre, de literatura de solera que os quedaréis sin saber. Pero, con miradas de raros disimulos, todos la ojean -¡y qué rápido, rediez, ese ojeo de la cresta a los pies!-. Alguno se entretiene -¡cuidado!- en su capricho del encanto concreto de alguna parte del cuerpo de la ninfa.


En la España rural de pueblos de corto censo (digamos de 200/300 a 3000 almas -o cuerpos vivientes y fichados, tanto da-), existe lo que yo -sólo yo- llamo el señorío protector de camada femenina. Nadie ose ni tocar ni mentar con ansia de puro macho en celo a hembra alguna protegida por hombre de la reunión con cerveza u orujo delante, en su mesa. En reuniones de bares, comida, cerveza, tinto y licores, nunca se nombra, para mal o, si es hembra -hija, hermana, sobrina...- a nadie: Todos son primos, cercanos o lejanos; hermanos, padres, hijas... ¡¿Es que ties que decí algo tú de mi guacha?! A veces, se va la lengua y recuperas la tranquilidad cuando al que le roza la alusión inoportuna, te dice: Ese es primo mío, pero es un cabrón; bah, hace años que no nos hablamos, ea.


Con las hembras es más complicado de explicar. Pocas trabajan fuera de la casa y es una forma como de acuerdo tácito el que el hombre no esté (si tiene trabajo, en ese currelo estará; si no lo tiene, visita los bares, como cumpliendo con todas las estaciones e incorporándose a la tertulia que más le apetezca (según los habitantes del pueblo, de 2/3 bares a 10; pero eso sí, aseguraría que aún con 50 habitantes, no le falta el bar) Y yo, al menos, no he presenciado grescas ni de política ni de fútbol. Sí de lindes, vallejos sin paso para huertas más lejanas, huertas (familiares todas) con hurtos pequeños y medianos (Téngase en cuenta que para la mayoría, en tierra seca de olivos, almendros y cereal la huerta siempre sirve a la familia -y amigos- de comida para cada temporada del año, la que corresponda, regada y cuidada y hecha crecer más con sudor que con agua.


Volviendo: No sabría yo decir si estos hombres, sobre sus mujeres, con las que duermen, madres de sus hijos, sienten más el amor o el deber ineludible de ser y ejercer de protector, de sentirse señor responsable de físicos y honores de hembras y ninfas que bajo tu techo duermen.


Claro, hay temporadas que las hijas, camino de ya señoritas con estallido de floraciones, andan revoloteando en pandilla por el pueblo... ¡Y qué ramilletes! Pueden vestirse la ropa capitalina que quieran que ese tirón tan atractivo de esa ruralidad escandalosa y madurando, fresca y limpia como agua de manantial, todavía lo desprenden. Unas lucen piernas con minifaldas imposibles; otras, el pecho ya saliendo por el escote, temblón y pidiendo, ay, travesuras. Ahí está la terraza del bar, bajo la sombra y el vientecillo que dan las hojas tupidas de los plátanos viejos, con mesas llenas de cervezas y hombres aplicados a ellas y a esas, tan características a veces, muy cortas conversaciones, suspiros y monosílabos (ea, bien está, hale, q`hay q´hacer?...) La casa no es para ellos más que para comer y dormir. Su sala de estar, su sofá: el bar. Sólo por la noche y tardecito y a ver qué echan en la tele. El taconeo, las risas juveniles... pasan por el centro de la calle. El que ha podido mirar sin escándalo, se ha tranquilizado; el que de espaldas al jolgorio de estas bellas criaturas está, s`ha jodío. Ni doblar la cabeza se le ocurre. Menos aún decir o masticar requiebro contenido alguno.


Si se me permite, diría yo que en matrimonios de ya de años, en relación con el total de población, hay poquísimas infidelidades; y aún más, es algo así como un machismo honrado.


(Hay que añadir que, por fortuna, las llamadas "amas de casa", ya se juntan muchos días y arman su pequeño alboroto en cualquier bar, pidiendo sus torrás y cafés. Hasta en días feriados o que hay "mercadillo", se las ve de tal manera a la hora del aperitivo (la comida para el hombre ya está prepará). En una mesa puede estar el marido con unos, dándoles todos a las cervezas. En otra, ellas que, eso sí, arman mucho más follón. Aunque muy poco a poco, todo avanza.


Pero lleva cuidado con soltar en sonido audible lo que te remuve la morena de mi pretendida copla.


DESVENCIJADO


Luis Ramírez de Arellano




1 comentario: