lunes, 1 de junio de 2015

Ausencia de pudor...

AUSENCIA TOTAL DE PUDOR POR UN HOMBRE BUENO, UN BUEN SACERDOTE, UN CURA BUENO.


(Este elogio póstumo lo escribo en honor de un hombre que acaba de morir -¿rondaría los 90 años? No lo sé-, un hombre humilde, cura anónimo para lo mundanal, cura y hombre extraordinarios, en las dos facetas, que tuve la inmensa suerte de encontrarme en una de las típicas y tópicas etapas del "maduramiento" de un hombre: adolescencia, camino de la juventud e incipiente madurez. LUIS, el gran LUIS -para mi familia DON Luis, a mí él me conminó a apearle el tratamiento-. No recuerdo ni, la verdad, lo sé, si su apellido era DOMÍNGUEZ. Tanto me da, para mí siempre fue, y lo seguirá siendo, LUIS, ese hombre cura que tanto me ayudó en los momentos oportunos y acertados del desarrollo de mi singularidad y malas temporadas de mi vida).


(Fotografía de fecha 8 Septiembre de 1969 - La criatura vestida de  "Primera Comunión", había cumplido el día anterior 20 añitos y por el oficiante LUIS se iba a convertir en mi mujer. El nene, yo, cumpliría al mes siguiente 25 añitos. Al fondo, la gran TERESA, mi madrina de boda, mi enorme madre. Toda una vida casi que, aun a trancas y barrancas, ese día comencé y aún dura, ya ves).

A mis 15 años, o por ahí, aterricé en la capital, Valencia, proveniente de los llamados Poblados Marítimos, es decir, a lo sencillo, El Grao de Valencia.
Salí de aquella periferia con la edad lógica y los genes o adentros que yo tenía, para portar en mi ánimo unas convulsiones enormes. Cargaba sobre mi alma el fracaso de un fuerte -no, dos- amor o amores inmaduros y frustrados. Por ende, llevaba la mochila llena de plomo con la religión macabra de la posguerra incivil de España. En el colegio aprendí a contar, a sumar, las matemáticas, pero... ¡coño! siempre me descuadraba en aquellos quioscos de tortura con el famoso "...¿y cuántas veces, hijo?". También me descontaba, luego, con aquellas penitencias de no sé cuántas avemarías y padrenuestros... Bah, es tonto recordar o repetir aquella época nefasta de la formación más juvenil de la España pura, y putamente, franquista.

Todavía tenía yo creencias más o menos fuertes aunque ya notaba síntomas de resabio. El frecuentar a LUIS me aclaró muchas cosas, me tranquilizó y me fue "haciendo".
Ya me sorprendió mucho aquella su manera de confesar, tan sencilla, tan sin augurios infernales, tan, tan... ¡humana, comprensiva! Diría hasta de pura charla e intercambio de dudas, aclaraciones.
Poco a poco se fue terminando el confesionario y pasamos a el "vernos, encontrarnos" y conversar. A menudo era en su casa, en la que convivía y a la vez cuidaba de una o dos hermanas, que, a su vez, lo atendían a él. Si la memoria no me falla, creo que tuvo que ocuparse de la larga enfermedad hasta su muerte de una ellas, que ya no recuerdo si fue la que era también religiosa. En su casa, en su salita, aposentados en los sillones o el sofá, tomábamos café y una copa de coñac cada uno (con mucha moderación, le gustaba o, pudiera ser, que lo tuviera para compartir con las visitas -eran los tiempos del muy español coñac, más tarde brandy, que, es manía mía, lo siento, ninguno de los dos vocablos tiene raíces castellanas-).
En el particular escalafón de la Iglesia Católica, o no quiso, no sé -creo que no le iba mucho el "mandar"- ascender, es decir ser Párroco y luego Arziprestre ni mucho menos más hacia arriba, o sencillamente, por su humildad, no fue considerado con el carisma o carácter suficiente por los Arzobispados sucesivos. 
Aseguraría que prefería ser siempre el segundo -creo que a ese "cargo" lo llaman Coadjutor- y, sobre todo llevar grupos de catequesis para adultos y ocuparse de la juventud del barrio (por cierto una barriada en su mayoría acomodada y hasta algo ricachona. Por "desgracia" no era el caso de mi familia, aunque en ella sí se respiraba bastante "iglesia". Tal vez, no lo aseguro, otra causa de mi rebote).
Después de alguna de aquellas charlas, al principio de aquella costumbre, me preguntaba a bote pronto: "¿Cuánto hace que no te confiesas?" Yo nunca me acordaba, me estaba distanciando bastante de esas prácticas a pesar de que quedaban rescoldos de creyente. Entonces yo le preguntaba, "¿y la penitencia, Luis?" "Bah. Si quieres, comulga el domingo y arreglado".
Ha estado presente en todos los acontecimientos de mi familia y míos en concreto que "requerían" la intervención de la Iglesia. Siempre, el elegido era él y se desplazaba adonde fuera para ser "nuestro cura". Bautizos, comuniones, bodas, fallecimientos, siempre él, era "nuestro cura". Diría que llegamos a tener cierta amistad si bien él era retraído, algo vergonzoso y, quizás por su condición de sacerdote, a veces algo distante a propósito.
Todavía, ya casado y con hijos yo, seguimos viéndonos de tarde en tarde. Jamás me hizo alusión alguna a mi distanciamiento de la Iglesia. En una ocasión, le pregunté: "Oye, LUIS, hablando conmigo como lo haces, ¿por qué no lo dices igual en tus homilías?" "Porque -me contestó- en este barrio o no vendría nadie a mis misas o me trasladarían, y ¿sabes? me gusta estar donde estoy y lo que aquí hago".

Escribiría mucho sobre este hombre bueno (al estilo de don ANTONIO MACHADO: "EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA, BUENO"), al que he tenido siempre gran afecto y, creo, él a mí, aunque ya lo he dicho, protegía con pudor muy bien sus sentimientos, pero, si lo hiciera, esto sería larguísimo, o un cuento largo o una novela corta o apuntes de una biografía no autorizada. Pero no me resisto a dejar plasmados algunos retazos de su relación conmigo, de su magnitud humana y de su profundo cristianismo, tan maltrecho hoy en día.

= El recuerdo más penoso: Corría Octubre de 1976 y la VIDA me MATÓ a un hijo mío, el cuarto, con no más 18 meses de sonrisas y risas azuladas, rubias y babosas. En unos 4 ó 5 días quedó muerto, como una planta seca. "Luis, ¡¿qué hago?!, ni ella ni yo podemos más. Me quedan estúpidos remilgos de esta religión que me cuesta entender, mucho...". "Pero -me dijo- ¿está en coma, es posible su despertar?" "¡Está muerto, coño, Luis. Eso de la cabeza, plano, sólo se le mueve el pecho y lo hace por una máquina que le han enchufado. !Es que ni podemos ya besarlo, desde detrás del cristal de esa especie de pecera, es que...!" "¿Y que os dicen los médicos?" "Que ni respira, es la puta máquina la que mueve su pecho. El pediatra que siempre lo ha tratado, ya nos ha dicho que aquí no hay nada que hacer, que lo mejor sería, por bien nuestro...". "El Dios en el que yo creo, no puede, jamás os condenaría; sin remilgos ni menos aún remordimientos, ¡hazedlo!". Cargué con mi crío para llevarlo a nuestra casa. Me pareció que a pesar de lo pasado, tenía más peso que vivo. Este tipo de muertos, ¡cómo pesan!. Ya en nuestra casa, de los primeros en aparecer fue LUIS, fue el primero, único y último abrazo muy íntimo que tuve con este hombre, bueno, este cura bueno. Me llevó a un rincón de mi piso para que pudiera llorar a gusto.
En este suceso, también apareció la Iglesia oficial que yo ya empezaba a despreciar. Al pertenecer ya a otra parroquia, el mandamás de la de mi nuevo barrio, no permitió a LUIS oficiar como titular la misa que yo no quería pero que tuve que aceptar. Sólo claudicó en que "concelebrase" (Este otro sí, éste con su arrogancia y soberbia, unos años, pocos, más tarde sí que ascendió a Arzipreste y, creo, que después a la curia de la Catedral de Valencia. En fin). Lo único que no consentí de ninguna de las maneras es que, después de la misa, se formasen esas colas macabras llamadas, me parece, "despedidas de duelo". ¡Lo que se hubiera reído mi nano de poderla haber visto y, sobre todo, de algunas, bastantes caras de asistentes con boba expresión de sorpresa!
LUIS se despidió y sólo me dijo: "Mucho ánimo; acuérdate de que te quedan tres".

= ÉL celebró las Bodas de Oro de mis padres, en la que dos hermanos y yo aprovechamos para que, al mismo tiempo, tomarán la Primera Comunión, nuestros hijos. Los tres míos lo hicieron -se llevan muy poca edad-. Si no recuerdo mal, fueron seis nietos comulgantes los que acompañaron a mis padres en sus Bodas de Oro. También, si no me falla la testa, fue una de las pocas ocasiones en las que LUIS accedió a venir después al fiestorro.

= Celebró también mis Bodas de Plata -yo no quería hacer misa, sólo alguna comilona con mis hijos y hermanos, pero, mi hija mayor quiso casarse ese mismo día-. No quiso venir luego a la fiesta.

= Tuve que acudir a él porque alguno de mis hijos procreaba como quería, es decir con libertad absoluta, sin estar casado, sólo y nada más y nada menos que unido en pareja a la mujer que amaba y lo amaba. Pero, claro, por presiones, los cachondos querían bautizar a sus hijos, mis nietos. A ver qué cura encontraba yo que pasara por ahí. Pues, eso, LUIS, sin pega alguna y hasta con alegría. Al acabar, me decía en un aparte -era muy valencianote- !Xe, diles qu'es casen, home, huey!

= Uno de estos hijos míos, con dos hijos ya, va y decide junto con su pareja que ahora sí, que ahora va y quieren casarse por la Iglesia. Otra vez al auxilio del bueno de LUIS. Para esa ceremonia, por mi plasta afición a darle a la escritura, yo hice, les hice a la pareja un pequeño escrito que les leí antes del Evangelio. Mencionaba en él la inmensa suerte que tenían de que dos ángeles, sus hijos mis nietos, fueran los que les llevaran los anillos y las arras. Al acabar yo, LUIS me hizo un gesto y me pidió mi escrito, que se lo guardó. Tampoco quiso acudir a la fiesta pagana de después. Lo llevé a casa y le regalé uno de los pocos libros que contra vendavales, y mal que peor, he conseguido publicar. Un tiempo después, me lo encontré, y haciendo mención a mi libro me puso la mano en el hombro y me sonrió moviendo la cabeza: "!Xe, José Luis, com eres, xe, com eres!".

= La última vez que lo vi fue con motivo de otra marranada de la vida: Un sobrino mío, JOAN PERE, estupendo joven chaval, músico, deportista, educado, cariñoso, callado y muy cortés, una joya de joven, la VIDA, sí, ésta que no entiendo ni entenderé, empotró su coche de frente contra un camión: Muerto en el acto. Dentro de lo terrible, el triste consuelo de la rapidez.
LUIS acudió al Tanatorio. Ya estaba mal. Pero fue -hace sólo unos meses de esto-, y ha sido, la primera vez en que, creo que ya por su deteriorado estado de salud, no supo o no pudo contener una nublazón en sus ojos.

En fin, mi querido LUIS, no sigo. Me parece que a tu humildad tampoco le gustaría, a pesar de que podría tener más anécdotas de tu buen pasar por este mundo tan raro.
No he acudido ni a tu misa ni a tu entierro. Tú sabías de sobra que desde que enterramos a mi hijo, para mí los cementerios y las oraciones raras, creyendo tan poco en infiernos y cielos, me dan bastante grima. Además, ¿en qué te podían ayudar mi presencia o, peor, mis posibles torpes preces? No creo que necesitaras ayuda alguna de los vivos que dejas y te recordaremos siempre para ir adonde quieras, ah, y Dios, tu Dios, tan contento de lo que elijas (ahora bien, un aviso, LUIS, hazme caso, creo que en tu Cielo charlan con vasos de agua, nada de Magno, allá tú. Y el infierno, no sé, debe de ser incomodísimo, con tanto borde rondando por allí que podías creer que ya no te molestarían jamás. En fin, tú verás). Sé que, puede ser, el único que no me haya afeado la ausencia en tu sepelio, seas o hayas sido tú.

En lo que sí que creo, LUIS, es en esa buena máxima que dice que "TODA PERSONA SIGUE VIVIENDO EN TANTO ANIDE EN LOS CORAZONES DE LOS VIVOS SU RECUERDO"
Si allá adonde hayas ido te gusta, LUIS, guárdame un sitito. Hasta que la diñe tendré la sana costumbre de dudar a menudo.

Un virtual -casi real- muy fuerte abrazo, LUIS.


José Luis.
Luis Ramírez de Arellano.
DESVENCIJADO
1 de Junio de 2015
            
    

2 comentarios:

  1. Aunque mi relación no fue tan estrecha, en esta ocasión, ni un pero.
    AMÉN - Ahí estuvo y ahí seguirá en nuestro recuerdo.
    Que Dios lo bendiga.
    Sabes querido Desvencijado, mañana, hoy, le pondremos una copa para el y beberemos a su salud.

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  2. Una vez más querido Desvencijado, lo has bordado, pero con el alma, donde nuestro querido Luis estará siempre en nuestra familia. Para mí ha sido un gran consuelo cómo se ha ido, muy, muy querido por todos, en especial por unas cuantas personas.Cuidado, muy cuidado en su penosa y larga enfermedad, que él ha llevado con una dignidad, que nos ha dado un ejemplo maravilloso a todos.No sabe usted las cosas preciosísimas y los homenajes que ha recibido y no como se hace con las personas que se van, con Luis ha sido todo verdadero y emocionante.Todas las noches desde mi ventana desde la que veo su balcon le doy las buenas noches y hablo con él. Gracias tambien a tí, por tu maravilloso homenaje, que yo tambiensé lo sincero que es.

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