viernes, 13 de enero de 2012

VOLVEMOS AL AROMAS

Fotografía de Enero de 2012
(Colean tiempos de la Pascual Navideña)

Sí, hay que volver a mi muy querido “bar de mi esquina”, el AROMAS.

A petición de múltiples de mis lectores (NO SÉ SI PASAN DE CUATRO O CINCO), en atención a esas cariñosas voces, debo volver a hacer alguna crónica del mi muy querido “bar de mi esquina “El Aromas”.

Es justo empezar por reconocer que voy a narrar mezclando tiempos, momentos, instantes… Porque a mis recuerdos asisten como escenas puntuales, pero sin situarlas en ninguna hora ni momento concreto ni día de la mañana o sobremesa, así es que… “ustedes/vosotros” lo tomáis como queráis.

Lo primero que acude a mi memoria es el sonido, un tanto estridente, de algo así como un altavoz, que resultó ser la sintonía que mi vecino de barra había metido –o se lo habían hecho- en su inefable móvil (el dichoso “móvil”). Algo que se ha convertido, en muchísima gente, joven, adulta, madura y vieja, en como un órgano añadido imprescindible a su humano cuerpo… “¡manda cojones”! Allí estaba EL GRAN SIMULADOR, a mi lado intentando dar con el bolsillo correcto en el que había metido el “móvil de los cojones”. No más le faltó, para validar el comentario por entero, que palparse la bragueta.

El dichoso tono de llamada del móvil de mi vecino –por oro lado un tipo extraordinariamente parlanchín, educado y encantador (TODO ELLO, INTERPRETANDO UN FENOMENAL PAPEL “TEATRAL” QUE A SU VIVIR INTERESABA), con sus 70 tacos a cuestas- casi vociferaba: “¡Agarra el teléfono de una puñetera vez, sordo, que estás más sordo que una tapia, cógelo de una vez…”! El hombre, después de oírlo –el sonido estaba fuerte- me miró con cierto cachondeo.: “Me lo grabó el borde de mi nieto”, sonriendo, casi riéndose… “Son así”. Cuando terminó su conversación con el artilugio, me miró y me dijo, acercándose a mí: “Es que hoy, precisamente, no estoy “teniente”, no, hoy estoy “capitán general”. Pero hombre, le dije, si hay aparatos cojonudos…

Se me quedó mirando con gesto indescifrable: “¿Estaba yo tonto o no tenía ni puta idea de nada”? Reaccioné: “¿Qué pasa, que valen un huevo esos aparatos?” “No –me contestó con una sorna extraordinaria- no, no, ¡valen unos tres o cuatro! Yo sólo tengo dos”. Le dio un bocado a su tostada y como que pareció pasar a ignorarme.

Al instante entró el Gestor. Éste, por si no recuerdan mis anteriores crónicas, es el hermano gemelo de “el rápido” (sea quien sea el tal rápido), el del estrés, el de las prisas… Ese día, entró y pidió un café y anunció que, en cuanto lo acabara pediría una copa de cava. Con todas esas prisas, en cuanto me vio lo capté que entraba ya con la sonrisa o risa del “chiste” que le había acudido a sus mientes saliéndosele, o cayéndole –como se quiera- y quería soltármelo a mí (desde la proclamación de la ley “antitabaco” –este hombre, no sé si él o sus nervios, fuma, como tantos “perseguidos”, con temeraria intensidad, claro que ello aunque la consumición se la traguen en la calle, sobre un pequeño saliente, a forma de barra que el bar tiene en el exterior)-. Se me acercó a la barra y su boca a mi oreja: “…un niño dice a su hermano algo más mayor: oye, tete, ese “papá Noel no es”; el mayor, circunspecto y condescendiente, le responde: “y mamá tampoco “es”. Lógicamente me reí (Ya se apañará quién no entienda estas gracias o chistes; morirá igual que todos, pero yo creo que bastante más estirada su expresión y más crispadas sus manos sobre el pecho… -¡por cierto, ¿no es una puñetera manía eso de exponer a los cadáveres con las manos abrazando su pechera? Pregunto, ojo, que preguntar no es ofender.



Me apeteció volver a parlotear con el tal SIMULADOR. Estos bares pequeños, como digo yo: “recogidos” si se tiene gracia en su gestión, dirección y administración, juntan a una clientela bastante selecta (¡sí, qué pasa, me incluyo!) que, encima, forma la MAYORÍA y terminan siendo como un espacio de reunión y amables conversaciones, sin estridencias, sin gritos, sin discusiones, con bromas, humor “CASI” blanco y muchas tentaciones –muchas- de caer en intentar la “amistad” (sólo ocurre que, para mí, esta palabra: “AMISTAD” tiene unas connotaciones demasiado profundas y muy, pero que muy importantes y de mucha seriedad; es decir, no es que al ambiente del bar le falten alicientes ni motivos, es a MI al que le falta entregarse rápido, ojo, no “abrirse”; a veces tengo ataques de impudor tremendos, pero, ah… de ahí a pasar a lo que yo entiendo por amistad… En fin, este rollete sobra aquí (Además, ya sé, intuyo, que más de uno me ha “captado”… Pues au).

Por lo que hasta aquí se ha comentado, se diría –y nadie se engañaría- que yo iba a acabar, hoy, con lo que se suele llamar “ELOGIO” del Bar.

Sigo con esta idea en la cabeza por la mala prensa e impresión vecinal eso de que si alguien te busca, suelten con desprecio: “¡Estará en el bar!” Anticiparé algo del tema asegurando que el bar (al menos el mío y muchos otros), no son más que lugares de “refugio” a los que acuden muchos que ni siquiera huelen el alcohol ni se asoman a la mínima bronca. No más se anhela compañía, escuchar, charlar, con broma o sin ella y, sobre todo, que te escuchen, intentando alejar de sí el tan real fantasma de lo que yo llamo: SOLEDAD ACOMPAÑADA. Si no se me entiende, allá vosotros/ustedes.

Pero ha ocurrido –le ha afectado al ambiente del AROMAS- el hecho de que va y resulta que uno de los tipos que se recibían y acogían con suma amabilidad –como a todos- ha resultado ser, casi, o del todo, un timador profesional, ya enchironado. ¿Y quién ha resultado ser? Sí, ése, del que yo más iba a largar hoy. Del GRAN SIMULADOR, que hasta me contó una buena parte de su vida que, claro, con esa carita de viejo chispeante y espabilado ni siquiera me atrevo a apuntarla. Igual anduvo todo el tiempo tomándome el pelo a mí, también.

No olvido que algún día escarbaré en lo que, para muchos, significa “el Bar de su esquina”, en definitiva el bar, su grupo, su tertulia, su compañía.

Que ustedes lo pasen como puedan.

Hasta la próxima.



DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano.



1 comentario:

  1. DES

    Poco puedo decir de los “bares de la esquina” porque soy de las que siempre y en silencio, los he medio “criticao”, por aquello de que es un lugar en el que, sobre todo, los señores –antes, que ahora también las señoras, como está “mandao”-, se reúnen para beber alguna copa de más y fumar –cuando se podía- lo que no está en las escrituras.

    Por qué tengo esta opinión arcaica y de mal gusto, porque me crió una señora, a la que quiero y querré más que a nadie –mi madre-, con unas estrecheces exageradas. Vivía, la pobre, con “el qué dirán” y por cohesión, a mí se me ha quedado grabado en la retina. Quizás, que mi padre estuviera, como ya dije, “enamorao” de la del cuello largo, también ha influido en este mi obsoleto pensar.
    Soy remilgada con las copas, más bien abstemia de mierda que amargo a quien se quiere tomar una de más porque le da la gana igual que yo me pongo a escribir, ir al gimnasio o lo que sea, que de eso trata la libertad –no digo nada, y hasta me jode poner mala cara, pero a veces se me escapa torcer el morrillo, sobre todo con mi esposo-.

    Con los años he cambiado, gracias a Dios o a quien sea, y ahora, si se tercia, no me importa quedar con esas personas, amigos, conocidos, vecinos… que acompañan su y mi soledad, al abrigo de las barras y los olores a comida recalentada.

    Porque sí, es un lugar en el que se puede hablar, y muy bien, de lo que se tercie en el momento, y. sobre todo, estar rodeado de personas que, como tú, necesitan escuchar y ser escuchados. Ver y ser vistos, y que narices, sentirse acompañados.

    ¡Vivan loa bares de la esquina, los baretos y todos los lugares con barras, comidas recalentadas, copichuelas de lo que se quiera, y conversación!.

    A quien no le guste que no vaya. Bss, Ana

    P.D. Estoy intentando publicar, varias veces, un comentario en doctorcillo, pero no he podido. Cuando cuelgue éste lo reintento. Hasta pronto DES

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