jueves, 4 de octubre de 2012

EL ALMUERZO (español)



Fotografía de MAYO de 1992

( Por las entrañas de este monte de la estepa castellana  que sirvió para levantar  sobre él este magnífico castillo de PEÑAFIEL (Valladolid) discurren varios, bastantes kilómetros de túneles comunicados en los que se cría y madura el afamado vino (Ribera del Duero) de las bodegas PROTOS.)

No es publicidad en absoluto, es que así, a la bruto, este tinto está de p.m.

En época reciente (¿dos años atrás?), visité con buena gente amiga, estas bodegas
(Aviso para interesados: del vino que embotellan y va dedicado a las visitas, me queda una botella, cosecha de 2003, que estoy dispuesto a compartir con aquél que se pague un buen solomillo a la pimienta. ¿Oído, buena gente?)


E L   A L M U E R Z O

(He sido recriminado, eso sí, de forma simpática, por
un parroquiano habitual de EL AROMAS sobre la caída
en la tristeza de mis últimas entradas aquí.

Te lo brindo, apreciado LANCELOT, aunque no tengas "GINEBRA"
ninguna (¡DE MOMENTO! ¡¡¿o sí?!!) a la que tirarle tus "cartitas").



Resulta que aquí, en esta ESPAÑA que yo SÍ quiero, ya hace tiempo, desde que se nos pusieron de moda las sosas costumbres europeas, en lugar de seguir, como nos correspondía, trajinando SOLAMENTE CON "LAS" europeas (sobre todo las mozas vikingas, es decir, las rubiancas, duras de carnes, de cerca de los fiordos), entramos al trapo con eso de quedar para "almorzar"

- ¿A las diez? -decía el españolito anticuado.
- ¡¿Qué cojones de las diez, hombre, si he encargado una paella?! -Sí, aunque peor hablado, más moderno. Así son las cosas.

Queridos amigos: Para "almorzar", en esta mi querida España, podemos acudir con el botijo, pero, ¡coño! ¡A HORA EUROPEA!

El españolito, amiguete mío, quedaba cariacontecido de pensar que al día siguiente se perdía "su bocata calamares, su tintorro y sus carajillo y orujo" (¡Cago en la leche! Iba repitiéndose hasta bastantes esquinas más hacia allá).


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El toro, cuajado, con sus cinco hierbas cumplidas, después de una pelea brava donde las haya, había sido indultado. El cuatreño avanzado se llamaba GUAPETÓN. 

Devuelto a sus campos, estaba hasta sus enormes huevos de la visita diaria de un tipo al que llamaban "veterinario". Él no hacía más que recordar y tratar de discernir correctamente tanto aplauso y tanto vocerío en aquel momento en que lo devolvieron a los corrales, y que todavía no tenía claro si aquel alboroto era dedicado a él o al maricón vestido de bordados y algo así como luces, en su conjunto: un tipo de grana y oro que no hacía más que saludar en tanto él, cansado hasta el infinito de la pelea, volvía a sus chiqueros.

Su estampa finísima, de capa cárdena, se recortaba ahora en los amaneceres y ocasos de un extenso llano charro... ¡pero estaba solo! El tipo humano que, todas las mañanas guiaba el mayoral -gente simpática, coño- hasta él para hincharlo a inyecciones con jeringuillas llenas de antibióticos brutales, todo por culpa de uno de esos que llaman "picadores" que no tenía ni puñetera idea de manejar la puya y fue a clavarla con saña inexperta casi en sus gónadas en lugar de sus altos...

Pero he aquí su gran pensar, casi "pensares continuos", era que a él, en sus breves contactos, con los maduros sementales -pocos- de la manada, a él le habían hablado del mundo que vivía el "indultado". ¡Coño, él, las puntas nerviosas de sus pitones y de sus cuartos traseros -¡y bajos colgantes!-, decía, todos le habían comunicado e informado de la maravillosa vida que le esperaba si salía indultado de una pelea, con torerillo o figura:  "Ye, semental, tío. Todos los días, para almorzar, a "montar" las vacas que quieras"

Qué le vamos a hacer. Al cuatreño, en saliendo sin muerte de la pelea en el coso, le había nacido una calentura enorme y no hacía más que buscar y otear la pradera buscando vacas vistosas y apetitosas. Él tenía para todas.

(En unas confidencias con el mayoral, paseando con él poco después del amanecer, el hombre le recetó una pequeña bronca: "¡Pero, carajo, Guapetón, si todavía andamos curándote y ¿ya quieres follar sin parar a la hora del almuerzo?". (El mayoral acariciaba sus pitones, grises/negros en sus puntas). Seguía el hombre: "Tienes que estar en plena forma, curado del todo para dejarte por aquí ir preñando vacas, que luego lo que salga, sirve o no sirve... ¡Y si no sirve, buen amigo, malo para ti y malo para mí!".)

(Desde un cercado cercano, una vaca altanera y presumida, miraba insistente a Guapetón (Había cogido número y tenía el UNO)

Guapetón montó y preñó, con todo acierto, a muchas vacas. Todas salieron bravas y parieron toros con casta.

Hoy, Guapetón, bastante cansado ya, se pasea orgulloso entre sus vacas, recordando y, de vez en cuando repitiendo, aquellos clamorosos almuerzos. (Eso sí, sus pitones bravos continúan apuntando a lo alto. Habrá que esperar años a que su cerviz se doblegue y sus pitones dejen de ser armas propias del animal más bello del mundo).


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
4 Octubre 2012 




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