sábado, 15 de agosto de 2015

Artesanías diversas.

ARTESANÍAS DIVERSAS

(Algunas fuentes consultadas vienen a coincidir en definir "artesanía" como todo aquello -objeto, se entiende- que nace de las puras manos o habilidades naturales de cualquier ser humano sin intervención de medios mecánicos, moldes o artificio industrial cualesquiera)

A mí, particularmente, me encanta la artesanía; tiene el toque justo de imperfección del que no se puede desprender el tipo, tipa o neutro, como homo relativamente sapiens que es. Así, al mismo tiempo que notas esa imperfección, por contra, ese magnífico acabado producto final escupido por el último tramo de esas cadenas de fabricación, con molde o moldes incluidos que son, pueden ser, un número enorme de perritos o figuritas todas igualitas una tras otra, cientos de clones, cosas sin espíritu, sin alma, sin aliento humano alguno ante tamaña limpieza y pulcritud de acabado.

El producto artesano es único e irrepetible. El artista puede repetir, a petición de alguien, determinada obra. Vale, pero jamás será clavada a la anterior. Un rayado insignificante en la chapa, un granulado muy pequeño que, insolente, aparece en un rinconcito de la figura después de cocida la arcilla en el horno... Así, todos los ejemplos que se quieran. Precisamente es ahí en donde queda el calor humano, el rastro de las manos habilidosas que han trabajado el material con amor humano, cariño cuidadoso e infinito, pero... hermosamente imperfecto, humano. (¿Qué latido inoportuno movió el modelado manual? ¿Qué respirar hondo, en un descanso, mientras fumo un cigarrillo o me tomo un vino o un carajillo?). Detrás, o antes del final de todo esto, se nota el vibrar de un corazón, de un alma, del leve temblor de unas manos, de un ser vivo, por más que se empeñen, que al Dios católico no le salió con la perfección que se pregona.

Quizás, uno lleva cargando tanta imperfección, que se escuda con este argumento que, aun siendo muy personal, defenderé siempre como realidad en la que reside la utopía, entelequia que no es más que lo que esconde el ansia del humano por alcanzar esa perfección que intentan hacerle creer que le insuflaron desde el principio de los tiempos. (Aparte de todo, es que resulta que yo adoro mis imperfecciones que llaman sin remedio alguno a las influencias de Narciso; el narcisismo me invade y me encuentro, como se dice hoy, super encantado con mis imperfecciones que, al tiempo, va y resulta que son pecados o anatemas para el resto de seres pacatos a los que se las muestro (y conste que no es tal este "mostrar"; sencillamente es que no las escondo: Vamos a ver, me gusta el vino, las mujeres, la buena comida o, en año cervantino, el buen yantar; es placer de dioses para mí el que, después de haber gozado de estos, dicen, pecados capitales, me levante fresco después de una siesta grandiosa y española, y.... No sigo. Creo que se me entiende bien; es decir, quiero a mis imperfecciones; como dice un idiota anuncio televisivo de no sé qué, "me amo" tal como soy. 

Adoro, repito,  lo imperfecto y a los imperfectos: Me muestran o me enfrentan a un ser humano, que no es nada y es mucho. Cansina, pesada, insoportable es la presunción de persona perfecta o que se tiene por tal o que muere a ella aspirando.

Unos botones de muestra:



(Obras pequeñas ÚNICAS de un artesano puro -que no es consciente de que lo es- llamado VICENTE CERVERA, emparentado a mí por su casamiento con una sobrina directa mía, MARÍA JOSÉ, que se arroga el papel de su representante y... ¡menuda es ella!)
Las herramientas de este hombre, artesano en sus ocios y  en algunas noches en las que quiere terminar algo, no son más (no lo sé bien, pero lo imagino): planchas de metal fino u hojalata, martillos, sopletes, tenazas de cortar metal fino, punzones, etc., etc., -la verdad, no sé qué más-. Pero, por encima de todo, su principal "herramienta" es ese instinto por el arte manual, la artesanía, que yo creo que no es consciente del todo de la cantidad que lleva dentro; es decir, una especie de humildad ni cultivada ni calculada: Sólo fuerza en sus grandes manos y esa alma que le dicta dónde y en qué puntos soldar, cincelar, cortar... Porque, ojo, también con simplones formones y mazos o martillos -¡yo qué sé!- trabaja y talla las maderas (troncos, raíces de cepas viejas y cortadas; troncos pequeños de olivos podados, etcétera).

La "escultura" del fondo viene a representar cualquier matojo montaraz que uno se puede encontrar por nuestros montes. La más cercana, esa especie de zapatos/sandalias, o lo que sea, en la primera mitad del siglo XX las gastaban mucho las niñas y creo que las llamaban, "merceditas". Por favor, señorita, a ver unas "merceditas" para mi niña, para el colegio, que las exigen negras... (¿Me pregunto en plan cachondo -hoy he almorzado de p.m.- la primera niña que gastó estos zapatitos, ¿se llamaría Merceditas? (Anda, piensa, en tanto te repantigas y te dedicas a lo que hacía ese diputado de no sé qué partido, captado en esas miserables conversaciones telefónicas por la guardia civil, ¿se encontraría el tipejo ese lo que se quería rascar? No creo, o no tendría o serían microscópicos.

No le he regateado en ningún momento el precio de estas obras a su agente -¡cualquiera!- Aparte de su firmeza, está mi debilidad por este tipo de artesanía. Pide, y si me llega o puedo, lo pago; si no puedo, seguiré admirándolo a él y a su obra aunque no consiga tenerla en mi casa.

 

En esta mi querida Valencia tenemos la "cariñosa" costumbre de reconvertir el insulto en algo parecido a un piropo al amigo (cuidado: no he oído jamás que esto se practique con una amiga, quedaría algo feo y puede que nos montara un pollo de cuidado).
Es el caso de que el "cabroncete" del amigo MANOLO CRESPI, durante un reciente almuerzo, en el que también se sentaba a la mesa el amigo PASCO, me sacó una foto con ese infernal móvil que ahora lleva casi todo dios colgando de sus manos, como una tercera extremidad. 
No contento con sacarme sin gafas -cosa rara- y con los pelos de punta (tengo la cabellera ya muy rala y me lo corto bastante), el cachondo, como no hace más que fumar, solazarse el hígado con algunos traguetes de buen vino y darle que venga y más y más a lo informático, domina un huevo todas esas técnicas para mí tan negadas o escondidas, no sé. Y he aquí que de la foto que me sacó, el pájaro se entretuvo en hacerme este -no se si se dice así- fotomontaje, que con una poco de trabajo más manual, casi da en obsequiarme con una "Andy Warhol de era informática". (A lo mejor nos hubiera dado, con su venta, para varios buenos yantares en lujosos restaurantes de "chefs" sagrados y entronizados por la moda de servir cordero lechal al horno, pero, ojo, "deconstruido" ,¡no te jode!).

Bien, MANOLO, aunque sea con un ojo medio averiado, el montaje, tu montaje, me gusta y he aquí que lo luzco. Ea.

Y este asunto asunto cabe aquí no porque sea artesanía pura, pero podría considerarse. Total, el amigo, en lugar de tenazas, martillos, sopletes y fuertes manos, ha utilizado lo que el avanzado mundo actual ha puesto a su disposición y él lo aprovecha para y como le da la gana, para algo él es muy suyo. Tiene su lado "artesano" porque la idea y la forma y medios para llegar a ella "le sirven a él", no lo mandan sino que él es el amo y señor de su uso. Bien, MANOLO, gracias por esta cosa que me has hecho... ¡¿o es un retrato deconstruido?!

Me quedan en el saco cositas de este tema de la artesanía del que se ha visto que soy enamorado, pero a mi cuerpo ya le ha dado por seguir el hartazgo de mi vista.

O sea.


DESVENCIJADO

Luis Ramírez de Arellano


15 Agosto 2015









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