miércoles, 7 de octubre de 2015

Recuerdos, amores, presentes...

RECUERDOS, AMORES, PRESENTES...
(Mi infancia, mis recuerdos, mi adolescencia, mis amores -que aún perduran-... En fin, cositas de mi autobiografía)


Ésta es la calle, y en concreto esa finca esquinada con el mirador -llamada en El Grao de Valencia, 'Finca de la Estrella', porque esta figura geométrica estaba esculpida encima del mirador que en la foto no se aprecia-.
Esta calle -en la que no habían obrado todavía, en ese punto en concreto, la vuelta de ese tranvía para que llegara hasta el Balneario-Playa de "LAS ARENAS", pues eso, en la vivienda que tenía ese fantástico mirador modernista, viví con mi familia desde los 4 años hasta allá los 15; fue un tramo de mi vida magnífico, con la playa, de Las Arenas, playa de la MALVARROSA, a dos minutos de la vigilancia de mis padres y la de los padres de todos mis amigos. La calle, independiente de su roturación, se llamaba -hoy no lo sé-, y según quien la nombrara, o 'calle de la Reina', o 'calle del Almirante Mercer'... Cosas... O sea.

Quiero hoy dedicar especialmente esta cosa a dos mujeres:
La GRAN TERESA, mi hermana mayor, y a la otra hermana, 
mi pequeña gran ANA, ambas enamoradas desde siempre de
nuestro mar Mediterráneo -creo de cualquier mar- 
y, muy especialmente de mi querida playa valenciana de la 
MALVARROSA.


En esta dedicatoria, creo que debo aclarar lo que yo pienso: Existen multitud de personas -incluyéndome yo- que están enamoradas, incluso se hipnotizan, en un plácido y lejano estar de la realidad que los rodea, contemplando el MAR -o LA MAR de los poetas- y el fuego -ojo, esa entrañable y amorosa hoguera de una casa rural en la chimenea del salón, nunca jamás el fuego diabólico causado por mentes deformadas aniquilador de nuestros montes y paisajes verdes-.

Siempre voy robando frases de poetas que me llegaron, y se adentraron en mis entrañas, y todavía y por siempre será, los cargo, como una liviana y fantástica carga, en mis formas de sentir.

En esta ocasión plagio una frase inicial de un precioso poema de D. ANTONIO MACHADO, andaluz poeta, maestro de escuela y que amó a España por entero, desde SORIA y sus riberas del Duero -Castilla- hasta su natal Andalucía, pueblos blancos que suenan a guitarra y sentimientos hondos, voces gritonas limpias o aguardentosas, ¡qué más da!, allí se manifiesta el sentir con un "fino" y un lamento "jondo".
Del poeta, nada digo más, ya todo el que se precie lo sabe, "descansa en un país vecino".

Así pues, DON ANTONIO, con su permiso:

"Mi infancia son recuerdos"
de una larga playa de Valencia,
dunas, matorrales, basura, 
acequias vomitando a la mar
Mediterránea negros detritus.

El Gobierno que fuera, me importa una mierda cuál, un día milagroso, por fin decidió que Valencia tenía una playa fantástica que estaba hecha una verdadera cochambre: la playa de la Malvarrosa.

En ese bendito entonces se acometió la construcción del actual bello paseo marítimo. Se limpiaron y cuidaron sus arenas, antes cochinas y de pronto doradas y limpias. La mar Mediterránea recuperó su prestigio, pues por ella nos llegaron los fenicios, pillos y comerciantes. Algún espabilado anónimo se apuntó a aquella pillería y, quizás, quién sabe, nació en España la figura, digamos borde, de LÁZARO, el de TORMES, que si seguimos la Historia, tal vez no, sino seguro, hemos heredado: El mayor presunto pícaro y sinvergüenza de la moderna historia de España, durante muy largo rato, un tal Rato idealizado, ha caído de su trono, y hemos descubierto que, por mucho rato, nos ha estado dando por el recto... En fin, a lo que ahora importa:



Éstas son las arenas actuales de mi querida playa de la Malvarrosa. Por aquí, cuando todo eran dunas, matorrales, animales muertos y gorrinería, pasó mi infancia de juegos y primera adolescencia hirviendo de amores retenidos -¡épocas!

Ahora, hoy, lucen estos finos granos dorados como atractivo que seduce a muchísima gente de Valencia -y turismo, también-, y por aquí pasean las dos mujeres a las que dedico este artículo y que, cuando se cansan de pasear la orilla donde el mar deja sus espumas, se sientan y, yo creo, que ni hablan, las dos, introspectivas, se dedican a ver y sentir y oír todos estos sentires que las espumas del mar les trae y deposita en la orilla de arenas prietas y húmedas. 
  


Sentadas en la arena, las dos, pero cada una consigo misma, pueden observar y largar su mirada sobre las mansas olas que rompen en la orilla hasta llegar a ese infinito minúsculo que constituye el faro del puerto de Valencia.


Y si miran al frente pueden observar el plácido navegar de unos pequeños veleros particulares que abren estelas en un mar que jamás debió convertirse en un cementerio náutico para los desesperados.


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
7 Octubre 2015

1 comentario:

  1. Queridísimo DESVENCIJADO, boquiabierta, estupecfacta y orgullosísima me ha dejado ser una de las "heroinas" de sus bellas palabras.Así que no digo nada mas.Gracias mil.

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