viernes, 17 de septiembre de 2010

DE AMORES Y EFECTOS COLATERALES




Foto de MAYO 1995.

Monasterio de EL PUEYO - Barbastro-Huesca.





Era una cría.

La veía cautivado mientras crecía.

No tenía escapatoria,

me enamoraba o... ¡me enamoraba!

¿Quizás enfermara?

¿Sin su amor conseguido, moriría?

Recordé, con adolescente envidia

a poetas tísicos,

enfermos de amores,

retirados por parajes de álamos,

alamedas de rumorosos ríos

sobre cuyas aguas su dolor corría.

También mi mente ocuparon,

ya ves, pistoletazos,

despechos o imposibles amores,

sienes de donde la sangre manaba

en un fino hilo,

como una lágrima por un amor.




Sí, qué duda cabe: era yo.

(Más añoso y seco, lo sigo siendo).

Pero no lo tiempos, no.

Desterrar sueños románticos, ya sabía.


¿Y la cría?

Piel de mediterránea aceituna.

Negros sus grandes ojos con el negro brillo de este fruto.

Las gracia, atractiva, cautivadora

y enrevesada

de una joven olivera.

Pujante, hirviendo la sangre

en sus mejillas.



Desde esta atalaya,

en donde obligado me veo

a contemplar cómo el tiempo se va,

desde aquí,

desde este ahora,

observo y me duelo

del tiempo que añoro y siento ido.




Caballero sin montura con gualdrapa,

a por ella acometí,

su sentir gané

(en dura justa, Dios lo sabe),

sus amores, ay, ¡demasiado tiernos!, conquisté.




Hemos tenido o ganado, no sé,

una vida como tantas.

Pero uno es, siempre lo es,

quejoso.

Cristales tallados, cerámicas,

acogían a menudo alegrías,

ramos de imposible frondosidad,

a reventar en los jarrones:

rosas o claveles de rojos de lujuria...

¡Alegres!

Eso sí, todos a los carísimos precios del vivir.




Ni ella ni yo supimos cómo...

(yo todavía no lo digiero)

Un día negro,

en un bello jarrón blanco,

en un despertar blanco,

nos espantó, enihesto,

un recio capullo negro catafalco.

No supimos nunca cómo,

pero su aparición inexplicable

contagió el color de nuestras vidas,

nos invadió su fúnebre aroma.

¿Por qué?

¿Cómo y cuándo?

Un sumidero fétido

ha chupado el respirar llevadero

de nuestras vidas...

¡Maldita sea!



(Con permiso de "Los del Río")


Dame alegría, Macarena,

que mi cuerpo necesita

alegría y cosa buena...

Dame alegría, Macarena...

¡o la que sea!

Rubia, morena, castaña,

Macarena o Rosana,

dadme jarabe del bueno,

que mi cuerpo necesita

alegría y cosa buena.



Mucha gente

con cosas extrañas o raras sueña.

Explicarlas no saben, no las recuerdan

al día siguiente.

Yo siempre, cuando despierto,

sé recordar el dolor de mi deseo erecto,

la calidad al tacto,

el terciopelo de una piel de melocotón al tacto,

ese rincón de musgo cálido y húmedo al tacto,

la abundancia de su torso más erótico,

su delicadeza el deslizar su tacto sobre mi cuerpo...

¡Puta que hizo el sueño!

¡Nunca recuerdo los éxtasis!


Lo que sí recuerdo muchas veces

es ese sabor de labios,

ese lamer de lengua,

esos ojos semicerrados...

Sí, es ella,

en mis sueños...

¡Tantas veces!


DESVENCIJADO

Luis Ramírez de Arellano.















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