jueves, 14 de junio de 2012

ESCAPE MARINERO (con tintes de ficción de sueños)


Dibujo mío (éste sí puedo centrarlo más) de allá por los 1969/1975.

Y además, de génesis totalmente mía.
Es decir: Por aquellos años, desde los "centros" de Valencia, yo seguía con mi querencia hacia el mar. 

Con mi ya esposa (¡qué escalofrío da esta palabra...!) en muchos domingos y "fiestas de guardar", con mi utilitario de entonces, cargaba a la susodicha y no sé recordar si ya algún crío y allá, al paseo marítimo y, sobre todo, PUERTO (claro, puerto "pre RITA/CAMPS") y paseábamos como dioses.

Yo siempre, como desde ya años atrás, salía con la cámara de fotos cargado ¿quién sabe?.
En una de estas excursiones domingueras, pillé ésta, para mí, bonita imagen.
Un tiempo más tarde me dio -todavía mis tiempos del dibujo- por hacer un dibujo de la fotografía.
Total:
Marina con carboncillo y tiza sobre cartulina azul con detalle de dos barcos de pesca de bajura, reposando en la dársena.




EL ESCAPE MARINERO

Yo, currelando desde los dieciséís años, en algunos me había tirado descarado a lo cochino/burgués (claro, de los últimos años, creo que se sobreentiende).

He estado en bastantes hotelitos de esos que llaman "con encanto": Cinco o seis habitaciones, nunca numeradas, sino con nombres (habitación LA LUNA; habitación AMANECER... en este plan.) Este tipo de hotelitos tenían, y tienen, el delicioso encanto de la poca gente. ¡No los ves, oye, es glorioso! Vas al desayuno y hay uno, dos... con suerte, tres. Vas al almuerzo y, según estén de excursión programada o bajando ríos a lo bestia o estás tú solo o  con algún calmoso despistado que, como yo, ha acudido allí a otra cosa diferente  a la de  jugarse una pierna, un brazo... ¡yo qué sé!

(Lo peor de estos encantadores lugares, siempre ubicados en sierras o valles maravillosos resulta ser cuando te vas y pides la factura. No sé si es mi vista o deformación de no sé qué, pero a mí siempre me ha parecido ver, en primer lugar, el gasto lógico de alojamiento en un hotel -dicho sea de paso, de exquisita decoración rural o intento de medieval y atención como a principes a todos los hospedados por parte del personal -o mejor todavía, "como familia"-, es que a mí, -ojo, sólo percepción mía que no me atrevo a extender-, al final de la cuenta, derecha o izquierda, tanto da, hay un apartado que valora el dichoso "ENCANTO". ¡cagoensus...!  Siempre hay alguien que te dice: "claro, coño, para qué vas ahí..." Yo siempre contesto lo mismo: "Porque son los hospedajes donde te tratan de puta madre y mejor estás... Además, eso no se lo llevarán los que tanto mérito están haciendo hasta que la diñe...").

A LO MÍO ÚLTIMO: EL MEDITERRÁNEO, VILLAJOYOSA (sí, VILLAJOYOSA; yo es que hablo y escribo en español, y al que le moleste tiene dos opciones: o no leerme o irse a tomar por el culo -es que el español es el lenguaje más claro que existe-).

Decía: Este año me decidí (HAY QUE ACLARAR QUE SIEMPRE VOY SOLO. SE ME ACABÓ EL INTERÉS POR MI COMPAÑÍA PARA MI SANTA ESPOSA (por supuesto que ni es "Santa" y de "esposa" le queda así), Y PARA OTRAS QUE ESTE AÑO HE INTENTANDO INVITAR; "¡coño, ¿tan mierda de viejo estoy hecho?" O sea, en lugar de "hotelito con encanto", me decidí por gastarme, para mí solito, lo que el dichoso "RESCATE" puede birlarme. A por ellos: 5 estrellas, gran hotel, y colgado de un acantilado sobre mi amado Mediterráneo.


El primer choque lo recibí nada más llegar: Unos bolardos te impiden llegar con el coche hasta la misma puerta del hotel.
Acudió de inmediato hasta mí un joven, muy amable y servicial (jamás servil): "Me han dicho que tiene Vd. la habitación XXX. Déjeme, por favor, las llaves del coche. Le subiré el equipaje y le aparcaré el coche. Las llaves estarán en Recepción, si necesita el coche me llamarán y se lo traeré hasta aquí". Creo que se me puso algo de cara de tonto. Para qué engañarnos, no soy de estos ni a ello estoy acostumbrado.
Cuando, el mismo joven, uniformado con chaleco negro y camisa blanca, me guió hasta la habitación; ya tenía hasta colgada la ropa y la bolsa a los pies de la cama. (Como esto no le importa a nadie, no lo diré, pero le solté una buena propina. No sé cuál será el sueldo de este chico, pero su trabajo, servicio y amabilidad se la merecían).


Es tonto, creo, que describa la habitación. Cada quién que imagine la que quiera. En cualquier caso, un alojamiento de p.m. Sólo me causó cierto malestar el ver la cama: oye/oigan, de dimensiones para orgías de "presueño" (hay que recordar que la palabra ya la he inventado antes, no sé dónde) con dimensiones para bastantes participantes (yo siempre sueño más mujeres que hombres... ¿por qué será?). Claro, la pena aumentaba en cuanto seguía arreglando alguna cosita que otra y cualquier puto espejo sólo me devolvía mi triste figura solitaria...


Bajé al salón principal que da paso a una maravillosa terraza, grande, desde la que te asomas, por este orden de importancia: al maravilloso Mare-Nostrum, a una piscina a unos 20 metros más o menos, bajo de ti, con aguas turquesas con brillo y a una decoración desbordante, con gusto planificada y preciosa de palmeras, verdes, enormes cactus y, todo ello, con una brisa de soplo de ángeles buenos.


Cargado con mi macuto de libro, libreta para escribir, pluma, bolígrafo y máquina de fotos, ya me aposenté en la enorme y deliciosa terraza con todo el mar para mí. Tenía ese día un horizonte brumoso bellísimo (¿puede ser el mar tan grandioso y acongojante al contemplarlo con placer, relajado. Lo repito: Inmensamente precioso, con sus tonos, cielos y mar, levantinos? (No quiero discutir con nadie, pero sostengo que estos tonos de mi Este peninsular y levantino no son los de otras, y tantas, costas españolas -y hay muchas-)


Faltaba para el almuerzo, no sé, un tiempo. Pues era lo bueno empezar, con esta calma de vista, alma y cuerpo, con una buena cerveza bien fría  Alhambra. Ni me acuerdo de lo que contenían dos cuencos pequeños con "gorrinaditas" para no servir viuda la cerveza.


Ya me encontraba en el salón comedor, con decoración bonita pero, lo más importante: tres partes de la grande estancia con paños de pared de cristal con los que o nos caíamos al "dulce" mar o éste se nos colaba en el salón-comedor. Poca gente. Ya había pedido, para la comida, un tinto "crianza Mendoza", caldo alicantino con merecida fama y que encima me lo dieron a probar a la temperatura ideal. Se lo hice notar al Maitre. Me sonrió y sólo me contestó; "17º justos, señor". En tanto esperaba, le di el segundo tiento al tinto de mis tierras de nacimiento... Entonces la vi...
     
Venía hacia mi mesa, derramando sonrisa y apartando mobiliario a golpes de caderas... !Qué  preciosa estaba, rediez!
Vestía un vaporoso vestido, color verde aguas claras, que transparentaba no las formas pero sí el negro de los encajes de su mínima ropa interior.
Ceñía la cintura con algo parecido a un grueso cordón como de nudo artesano que no lazaba sino que ataba sus extremos con  uno o dos enlazados, dejando colgar sobre una de las caderas los rabos.
Castaña de mediana melena con mil destellos de sol en sus díscolas mechas.  Ojos verdes de esmeralda con imperceptibles puntitos negros en su iris. ¡Qué bonita, Dios... qué cosa tan bonita! Para colmo se me venía encima con su bellísima sonrisa por delante (Yo le alababa siempre el leve maquillaje de ojos y, sobre todo,  labios)
Me dio un rápido beso y se sentó a mi lado, siempre sonriendo.
-Estás divina después de la ducha que te has dado. Menos mal que me he bajado y no estaba en la habitación.
-¿Ya has pedido el vino? ... ¿A ver?  Bueno está, de tus raíces, ¿eh?
Me hizo un mohín y se recostó en gesto rápido cariñoso sobre mí.
Me contuve y todo siguió en la paz debida y recato que se debe mantener en restaurante de tanta  alcurnia.
-¿Y qué has pensado que comamos, chato?
Con lo de "CHATO" se pasó. Era como un exceso de moral eso de , después de saberse mi cara  y todos sus recovecos, salientes y entrantes, tener el valor, osadía o, por qué no, cariño, de decirme "chato".


De pronto me puso el camarero (un tipo vestido de negro total, atildado, guapetón y sumamente educado) el primer plato pedido y, de paso, vertió más vino en mi copa (es que el vino estaba de cojones -"ustés" perdonen). 
Yo había leído algo así como "anchoa al no sé qué con no sé qué y no sé cuánto". Se me juntaron dos cosas, mi vaporosa y algo nebulosa diosa de verde "aguas claras" había desaparecido y yo no encontraba la jodida anchoa...
Vale lo de la ensoñación, pero... ¡¡si yo pido "anchoa" no quiero estar media hora buscándola por el centro de un plato enorme lleno de cosas cocinadas que esconden a mi querida anchoa!!   
Para qué seguir: cocina moderna e imaginativa, etc., etc.
Al día siguiente ya había aprendido. De lo que leía escogía lo más claro y que menos letras gastaba en explicar lo que era.
(Eso sí: El vino seguía estando de P.M.).

Al terminar la comida, pregunté por el café y algún chupito.
-"No. Lo siento, señor, café y alcohol se lo servirán en el salón que Vd. quiera. En este salón-comedor no se sirve".
Ensayé la broma: "Ah, pues si ustedes, aquí, son abstemios, me voy con mis deseos a otro lado" El hombre sonrió y me sugirió lo menos tres lugares donde podía estar de maravilla y me servirían los cafés y licores que quisiera. La norma es norma, pero, ojo, la amabilidad y el servicio cubrían de sobra la norma de esa mínima incomodidad.

Como ya todos los días posteriores, tomé para mí, como en propiedad, una mesa en el salón principal, decoración "decó" en mimbre con superficie redonda de cristal. Frente a mí (esta mesa y su pareja, se situaban al fondo del salón) el resto del amplio salón con espacios separados formados por tresillos, mesillas... Todo, según mi pobre entendimiento en decoración, con armazones de mimbres pulidos en negro y caña, almohadones y formas de eso, de "art-decó". Y ya para colmo, al fondo, los mamparos de cristal abiertos a la terraza y al inmenso y tranquilo y sosegante inmenso mar. Lo primero que hacía, después de descargar mis trastos sobre la mesa, era retreparme algo en el cómodo sillón que quería ser silla y llenar mis anhelos y los rincones de mi alma de horizonte tan hermoso de suave, muy suave nublado cayendo, aún allá, en lo más lejano, con dulce y acariciadora indolencia sobre el mar. No había forma, no se podía formar línea definida de horizonte. Mar y cielos parecían protestar clamando también por su descanso, ¡que era la hora de la siesta!

Al rato, ya consumido café y el primer chupito (de orujo blanco seco, claro; no vayamos a confundir a estas alturas), pegaba el suspiro de rigor y, después de recordar años, ya hace bastante tiempo idos, con deliciosa compañía y acción en estas horas de siesta, sacaba del macuto mis trastos: la libreta (hay quienes la llaman "Moleskine"), mi pluma, bolígrafo y demás y, antes que nada, leía lo del día anterior.

(Estas libretas ya las he nombrado en alguna ocasión en este blog. A veces copio algo de ellas. Pero esencialmente, lo volcado en ellas de forma directa de mi muñeca, dedos y pluma estilográfica, lo saco de tan profundo de mí que estarán guardadas y secretas hasta que me muera y hasta que aquél que las coja, ante lo escrito, o le interese o las mande directas a la hoguera. La actual está por su mitad y es el "TOMO IV DE CRÓNICAS DEL ULTIMO TERCIO)

Entre los tres orujos y esta grandeza de azul, con un muy difuso horizonte, allá por la línea de frontera en la que quiere separarse de este bellísimo azul de mar y un desmayado azul flotante, ambos con tan excesiva indolencia que no consiguen dibujar de forma clara ese horizonte que pugna por hacerse ver, objeto o ente tan ansiado y anhelado, esa definición por la que tantos mueren...
          de tanto buscarla, ansiarla.

Cosas parecidas, algo más enloquecidas o puramente reventonas, llenas de intimismo o temas familiares, algunos muy crudos, son las que contienen estas "libretitas" y con las que yo, en mis viajes -o en casa- disfruto soltándolas a pura mano con pulso ya no tan firme y que ya alguien ha notado en mi, dicen, bonita caligrafía de antes... ¡putos años!

Acabo orujos y escritura. Cierro y lo guardo todo en el macuto. Después, aparte de volver a suspirar, pido otro orujo para disfrutar de la enorme extensión de mar ante mí sin que ningún Moisés venga a joderme el paisaje y me deje sin mar, tan sólo con una ancha autopista por donde toda aquella chusma, con sandalias, vaya corriendo y levantando  polvareda de arenisca... Es en ese momento cuando la noto que se acerca, que viene, que va a aparecer en el salón y va a venir a mi lado...

Baja con la misma vestimenta con la que ha comido conmigo; quizás el pelo algo más revuelto,; toda ella igual de hermosa, como siempre.
-Tienes como un punto salvaje con ese pelo menos arreglado.
-Bah -me contesta antes de besarme de forma pausada en los labios...
-Lo siento, cariño, sabes que las siestas con la jodida hernia de hiato me sientan...
-¿Te he dicho algo? -como que me reprocha, y sigue. ¿Has acabado tus escritos? -Y sigue:  ¿Vamos al salón "Alhambra"   y   me podré tomar allí una infusión fría?
(Yo, viéndola caminar delante de mí hacia el salón "Alhambra", la verdad, con su media melena algo más salvaje y sus glúteos bailando la caída de la suave tela del vestido verde aguas claras, viendo la negra sombra del tanga de "un sólo raíl" y arriba nada (el sujetador había volado), andaba ya, tras de ella, algo perjudicado (macuto con escritos, libro, plumas,  máquina de fotos...)
-¡Eh, para, ¿nos sentamos aquí?!
-Sí, sí, aquí vale; tenemos una vista cojonuda.
Yo pedí, casi con urgencia  otro orujo (algo fuerte y frío que me calmara). Ella su tisana. En tanto se la servían la miré al contraluz... ¡que preciosidad de rostro de mujer en escorzo, de perfil y de pleno...  Tiré, enfocando su bello rostro, lo menos 2o fotografías...

Al cabo, después de alternar mis miradas entre la bella y el mar, me volví una de la veces, por decirle algo, y ¡no estaba!.
Pedí otro orujo, consciente, pero que muy consciente de que la presencia hermosísima de esta bella hembra a mi lado era, tan sólo (y nada menos), el tremendo deseo de compañía bella bellísima en paraje tan singularmente guapetón y colgado sobre mi Mare Nostrum...

Entre mirar el mar y el baile de mis pensamientos (hermosos porque sí), se me pasa la tarde.
Doy un pequeño paseo por las afueras del hotel. Me canso enseguida y vuelvo. (Tal vez las 8 u 8,30 de la tarde).
A cualquiera de los encantadores camareros del salón "Alhambra", se lo pido: "Por favor, como todos los días, ¿podéis subirme algo de fruta y un buen "gin-tónic" a la habitación?.
Normalmente, llegamos al mismo tiempo: el camarero con su servicio y sonrisa, y yo.

Mi habitación, como muchas otras del hotel, tiene una terraza grande, amplia, que se enfrenta al inabarcable mar, con dos sillones de fuerte mimbre y almohadones fabulosos.
Yo me sentaba en uno de ellos, fruta a mi alcance y gin-tónic lo mismo.
En esta posición, la mayoría de los días -o todos- me instalaba antes de las nueve de la noche. Allí me quedaba, con olvido total de la televisión y como sumergido en el magnífico mar que andaba oscureciendo. Cogí el tiempo de luna nueva. En cuanto la oscuridad lo permitía, salía colgado de la oscuridad, frente a mí, un disco de color azafrán... Con este disco, con esta luna, comía yo mis frutas y bebía mi alcohol. (Día ha existido en el que llamaba al "Alhambra" y les pedía, por ejemplo, "un plátano" y otro combinado alcohólico...

Tal vez cerca de la una de la madrugada, o más, sin haberme movido de aquel formidable sillón, respirando mar y más mar y cansado de mis diálogos y discusiones con la negrura inmensa de la noche, con ese disco pequeño y canela que quería ser La Luna, sin llegar jamás a la solución de mis dilemas, calmosamente, me levantaba, entraba y, sin más, me acostaba.

(No sé la razón por la que la bella hermosa de vestidos verdes vaporosos y bello mirar de suave verde de aguas verdes, no venía ninguna noche).

                                        &&&&&&&&&

El viaje ha sido disfrutado. Pero, entre los libros que me llevé para leer, figuraba el último de  Philip Roth, (americano genial) "LA HUMILLACIÓN" (sin duda el menos apropiado para alguien que viaja solo y no para de sentir cómo la vejez y la decadencia del ser le va cayendo)

Por otro lado, al no ser un hotel, digamos, pequeño y recogido, con tal grandiosidad de instalaciones y paisajes, he sentido más que nunca esa "HUMILLACIÓN" de la vejes que ya hace años me lleva a la soledad y... Bien, quizás el próximo año volveré a uno  de esos pequeños "con encanto"... Quizás... No sé.


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano

2 comentarios:

  1. DES,

    Por cierto: dibujas-pintas muy bien. Yo soy una negada para dibujar otras cosas que no sean letras o números con mi maltrecha pluma.

    Villajoyosa, también para mí, que es toda una honra hablar y escribir con el lenguaje de Cervantes y al que no le mole ¡que le den!

    Ayayayyy!!!!!!! ¡Qué verde era mi valle! ¡Qué dulces sus curvas y su “CHATO”! Las ensoñaciones van de ¡cojonessss!!!!!! Como dijo la marquesa poniendo las tetas sobre la mesa: gustaaa!!!!!!

    La bella, existe, no digas que no. Existe como existe mi platónico y no son ensoñaciones de alcohol y viejales, son sueños vivos de “lolito” que sigue deseando.

    La encontrarás: estoy segura. Te voy a contar un secreto: a los treinta y tantos –en plena juventud/madura- realicé mucho viajecitos a solas y me vinieron muy, pero que muy bien.

    Muchos besos querido amigo,

    Ann@ Genovés

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  2. Mi querido amigo, he leído sus dos últimos “cuelgues” - si se trata de palabros como dice Vd.- Vivimos tiempos difíciles, no solamente económicos. Los valores cada día se van mas a la mierda. Solo tiene que pegarle un vistazo a las audiencias de programas de la tele. Y si, hago hincapié que cada día más. Nadie se preocupa de EDUCAR.
    Vd. lo tiene muy complicado, esta muy torcido. Es inútil enderezarlo, ni La Virgen de Lourdes.
    Ha sido toda su vida una persona totalmente cuadriculada en su honestidad. Es una de las personas que menos ha sabido venderse, que menos ha pretendido dárselas de….
    Se hubiera muerto de hambre como vendedor. Pero no solamente es así. Es que sobre ser una persona buena, adicta de estar ahí cuando se le necesita, parece inconscientemente que le ha gustado aparentar lo contrario.
    Todo eso, lo hubiese salvado si hubiera sido una persona con mucha (digo mucha) personalidad, y lo que yo llamo “UN TIPO DURO” pero no.
    ¿Qué le voy a decir? Que Vd. no sepa.
    Te fijas en las personas que conoces, en las familias. Envidias. Pero te das cuenta si escarbas, que les falta algo principal. Ese algo principal lo tiene tu, pero te falta lo otro.
    Al final se salvan esa gente con una PASTA especial que no importa las desgracias que tengan, ni los problemas que les vengan. Simplemente los van resolviendo y si no pueden, viven con ellos. ¡COÑO! Y sonríen.
    Luego están los TIPOS DUROS (miembros y miembras). De estos prefiero no hablar, conozco a varios (miembros y miembras) suelen ser soberbios, aunque no quiere decir que sean malas personas.
    La vida es todo lo complicada que nosotros queramos hacerla. No le de vueltas.
    Si, si, ya se que hay veces que parece que se ceben los problemas con uno, si, lo parece y en ocasiones lo es.
    ¡Me cago en la leche! ¿Pero que digo? ¿Qué predicas Paquito? ¡Que imbecil!
    No escarmentaremos nunca.
    Amigo mío, se me olvidaba: Que le quiten lo bailao. ¡Que GRAN HOTEL es ese! Y el año que viene o dentro de tres meses a otro, al que le de la gana. Y cuando le entre dormidera, como en su escrito: SUEÑE, SUEÑE, IMAGINESE, ¡Que narices, es gratis!
    Y aunque diga yo, que Ni la Virgen de Lourdes: Trate de cambiar lo que no le conviene y espabile. Si lo consigue me dice la formula.

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