viernes, 17 de agosto de 2012

TRISTEZA HACIENDO DEDOS.


Fotografía de AGOSTO de 2001

- MEDICINAS AGOTADAS -


Debo de ser breve. El ojo, ya sabéis.

Estos dos fantásticos elementos de la foto son, sólo, dos de mis nietos ya hace muchos años. Al día de hoy ya van caminando por adolescencias avanzadas o inciáticas.

Lo principal: Tiempos hubo en los que la medicina ideal para mi carácter, eran mis hijos...

(Sres. doctores: Sin tener ni mucha ni poca idea, opino yo, si se me permite, que los genes no se cambian; Vds. y la ciencia no pueden con ellos. Se admite -y está probado- que hay, y buenos, tratamientos para las depresiones que asolan al mundo; para esas tremendas tristezas que como zombis nos cruzamos por las calles, para... ¡para lo que quieran! Pero, -no sé si bien o mal- para lo que yo llamo el carácter o "forma de ser" con la que uno nace (¡menos mal: sin la intención de sus padres!), no, no hay cura. Uno es como es desde que nació y se acabó. A veces, sufre un brote "raro" que lo maltrata y le hace difícil la convivencia... ¡Aquí, sí que puede acudir la medicina! Paliar, suavizar... ¡Retornarlo a uno a su "ser normal de siempre").

Bien, gente, pues yo soy uno de esos humanos que por allá por mis 18/20 años, tuvo perfectamente claro que jamás vería el mundo de color de rosa (si es que el que esto se invento llegó a razonar la idiotez del bienestar que puede dar lo rosáceo -¡vaya memez!)

El caso es que sabiendo, o previendo con bastante claridad mis adentros a punto de manifestarse, tuve la inmensa suerte de encontrar, y cazar para mi zurrón, a una muchachita encantadora que hizo vida junto a mí, sin darme yo apenas cuenta de que, nada menos que era el frasco más exquisito para mi puñetero carácter.

Tanto beber de este elixir, fueron cayendo frutos que se mezclaban con el primigenio, y... Dejémonos de metáforas tontas: Mi compañera junto con mis hijos, sin más, a lo bruto, eran mi medicina. Fueron quedando los hijos, solamente. (Lo otro, en su frasco, apenas quedaban gotas) Pero, ¡ah, mis hijos! ¡Maravilla!... hasta que fueron dejando de brillar.

Tuve la suerte de que sabían, con esos alambiques tan complicados, sacar nuevas vidas: ¡MIS NIETOS!

Este nuevo jarabe, ¡nada menos que seis frascos! por algo que nunca sabré (o yo no los supe conservar en sitio fresco o no fueron frotados, por quien fuera, los cristales de sus frascos, con la humedad caliente de mi tremendo cariño, esta medicina, para mi tristón pasar, ya ni con copago la encuentro...

¡DÓNDE ESTÁN MIS NIETOS, COÑO!


DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
17/08/2012 (A punto de banderillear mi ojo) 


2 comentarios:

  1. Amigo Desvencijado, espero y deseo, que la banderilla en su ojo haya acertado y alivie en buena parte su maltrecho ojo. En cuanto a sus nietos, no es usted solo el que sufre, esa falta de apego, pero se darán cuenta y llegarán a apreciar el gran cariño que están desperdiciando.Suerte y al toro.

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    1. DESVENCIJADO:
      Paréceme, querido ANÓNIMO, que por ese tufillo de aprecio hacia mí que desde Vd. me llega, acabaré perdonando y tolerando ese anonimato. El fin...
      La banderilla, bien. La doctora era, además de joven/madura, maestra en manejar los aceros y no ha durado más de un minuto en inundarme el ojo anestesiado con con el líquido medicinal paliativo, que vale no como uno, sino como los dos ojos y un huevo de propina (cosa que, claro, no cubre MAPFRE. (Estoy ya estudiando la invasión a la Seg. Soc., porque, lo malo de esto es que es "degenerativo" y no tiene más que seguimiento continuado y de tanto en tanto, ¡toma! otra banderilla; cosa que mi bolsillo no aguantaría. Éste es el lado malo de la noticia.
      Lo otro malo, amigo, de verdad espero que no sólo los nietos, sino bastante más gente descubra -yo aireados todos mis defectos- las cositas buenas que he sembrado hasta hoy (Lo malo será eso, a partir de hoy).
      Repito, gracias, buena gente.
      DES -Luis Ramírez de Arellano

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