sábado, 3 de marzo de 2012


Fotografía de Abril 2011

(Ruralidad bucólica y sosegada de mi "escape", -ALATOZ-
que quizás pretenda suavizar la dureza, absolutamente real, que contiene el cuento que pretendo trasladar aquí, a continuación)




Bien, cura, si usted quiere, si tanto se empeña, hablaremos... O hablaré, le contaré, le diré mis razones. Pero debe saberlo ya: no pediré perdón, su eso... sí, la absolución lo llaman, ¿no?. Ni me arrepiento ni lo haré jamás. Me grabaron a golpes de castigos en aquellas escuelas la vetusta cuestión esa del propósito de enmienda.  Cuando desaparezcan del mundo los imbéciles (harto difícil esta cuestión). Pediré perdón cuando me dé cuenta de que soy de los últimos idiotas en desaparecer... ¡eso sí que sería una mayúscula vergüenza!... ¡Me lo volvería a cargar! El imbécil (si es que hay tantos...!), se puso delante en el peor momento. Pagó por su culpa, que la tenía, y gordísima, y por la de todos. Lo AJUSTICIÉ y me sentí tremendamente satisfecho... ¡tan descansado!

           Me parece que aún te queda odio, hijo.

Usted lo remueve, queriendo que le cuente, sotanas. Y soy mayor que usted, ¡no me llame "hijo", puñetas! Abandonen ya de una puta vez esa palabrería pulpitera de hijos y padres, de rebaños y pastores... Odio, odio, ¡pues claro!... Él sí era mi hijo, el niño, el hijo, mi hijo... ¡puta mierda de vida!

           Me han hablado de ello. Algo de tu vida. Muy poco.

Deme un cigarro. Intentaré que comprenda. Aunque lo mismo me da. Estaré mudo en el juicio, que hagan lo que quieran conmigo. Tal vez deberé agradecerles. Nunca nadie me había escuchado durante tantos minutos seguidos. Lo sabe, ¿no? Ya nadie escucha. Pero largar...¡todos, todos quieren hablar, y todos a un tiempo, y eso... pues un follón de mil demonios es el mundo. ¿Y a usted, cuando lo agarra una beata soltando durante media hora culpas insulsas en su quiosco negro, cómo lo aguanta? Fuma del bueno, eh. Alguna hebra de este tabaco estará pagada con mis impuestos... Bah, lo olvidamos...

             Habla. Tengo todo el tiempo.

¿Y por qué yo de "usted" y usted me tutea? Bah, déjelo. A ver si logro que me entienda. Cabe empezar por decirle que yo jamás me he entendido con esto que llaman mundo; otros, con el atrevimiento propio de la ignorancia, lo llaman "Vida", así, con mayúscula... ¡gilipollas, Dios!. Ya digo, siempre he vivido con una inseparable y desagradable quemazón aquí, molestando todas mis vísceras. Yo me defendía buscando mundos más amanositos, munditos en los que refugiarme, o esconderme, como quiera. Lo conseguí en mi casa, en la habitación más menuda de la . misma. Allí lo abrigué todo. Lo que mis sentires amaban; aquello por dónde mis gustos se iban y me hacían entrar en la paz: música (por desgracia no muy "culta"; lectura: toda la que podía; fotografías; ¿qué más?, no sé, mi mundo. Todo por el calorcillo con que yo me abrigaba y envolvía con todas estas inclinaciones o aficiones mías. Aquello llegó a hacerme sentir como si de nuevo, nadara placentero por el líquido amniótico del vientre de mi madre, del que me expulsaron...Glorioso egoísmo. El egoísmo, cura, viene a ser, siempre, más que una necesaria arma defensiva. ¿Qué le importaba yo al mundo, mi YO? Justa correspondencia la mía... ¿o no?.

Otro de mis "munditos", éste sí, importante de verdad, era mi AMIGO. Esto ya casi era un mundo, en grande. Sabe lo que es eso, ¿no?, imagino. No asienta tan fácilmente, cura. Ahora se aplica muy a la ligera ese calificativo de "amigo". ¿No ha oído esas frases tan de comerciales, ejecutivos "rayos de la guerra", gentes alquimistas capaces de convertir en dinero el mismísimo aire que respiran; sí, hombre, sobre todo ésa de... "¡ah, amigos hasta en el infierno!  Bueno, eso, olvidemos a tanto listorro... Yo quería mucho a mi amigo...

           Perdona, me voy a quitar la chaqueta. Sigue, sigue.

Me lo mataron. Alguien, algunos, todos, el mundo... Se lo cargaron de mala manera. A partir de ese momento se inició el peor tramo de mi calvario... claro, hasta que llegó la guillotina que seccionó mi alma. Aquello, el desaparecer de mi amigo fue una muerte muy a destiempo. ¡A qué estadios de desesperación me llevó el peor acicate de la rabia: la impotencia! No podía comprender o mi cerebro se cerraba. Fallo técnico, me repetían, cosa que mis tripas traducían como "aguanta, idiota, esto pasa a menudo, ¿dónde crees que vives?" La ira con que mi mirada respondía a sus intenciones de calmarme, los hacía retirarse pronto. No había culpable alguno del desgraciado accidente... ¡MENTIRA!...el PROGRESO CABRÓN QUE HA DEJADO ATRÁS LO HUMANO.  ¡Cagonlaputa, claro, cómo llevar ante la justicia a un sofisticadísimo complejo informático que regulaba todos los pasos a nivel de la Comunidad. Una máquina se cargó a mi amigo. Una vida igual a una máquina, ¿quién da más? Es que mire, cura, lo recuerdo y me da la risa iracunda. ¡Estamos ya en Marte, coño, la hostia del avance! En lugar de eliminar por completo todas esas trampas mortales que significan los pasos a nivel, no, no sé si les resultaba más barato o más cómodo... nada se pone todo a la "listura" del sistema, ¡el jodido sistema! bajo el control de una complejísima, avanzadísima y la madre que la parió (gracias, Sr. Arellanos) red de control controlada de forma controladísima por unos monstruos de computadores que se sabían muchos mejor que el "a, b, c..." cuando debían ordenar por sus redes invisibles, levantar una barrera para que pasara por unas vías una hormiga-coche para que no la destrozara un tren de alta, media o lenta velocidad... ¡a mí qué me importa!... Pero, ah, cura, el rabioso control de la máquina va y se descontroló!...

No sigo, con tantos años de seminario, será algo listo. ¿Para qué detalles de cómo quedó mi amigo? Aunque bien pensado, lo principal es que lo mataron; lo secundario es cómo quedara su cuerpo ya sin aliento, o bonito o hecho un amasijo, una especie de amalgama de chatarra, cuajarones, trozos de carne descuartizada, algún hueso abrillantado y por cerca de la vía, como un muñequito que colgaba él del retrovisor, memeces que los niños regalan a los mayores, que portaba un cartelito, "papá, vuelve pronto" (mi amigo no era muy así de estas cosas, pero... "manda huevos -me decía- lo que le caía como no la llevara colgadita... Yo pensaba que sí, vale, pero que estas tonterías siempre te recuerdan que la vida anda por lo pequeño, la auténtica vida).

No sigo con esto, cura. Lo esencial: mataron a uno de mis principales mundos. Un AMIGO es un mundo para determinadas personas. Pero lo principal que quiero sintetizarle de este cuentecito es, es..."nada, mire, lo sentimos mucho, un lamentable accidente; un ¡fallo en el sistema! No se podía culpar a nadie..., mire, el sistema..."¡Cagon sus muertos; ¿quién había eliminado al humano para ayudar al humano? El humano ya no sirve. Mucho más eficiente un montón de chips, circuitos, cables, automatismos... ¿Llegaremos a sustituir la inteligencia del humano por estos cacharros?. No lo viviré, por suerte... A mí lo que me importaba en este caso es conocer al, a los culpables... no me joda cura con metafísicas y entelequias, ¿Nadie tenía culpa de esta absurda muerte? ¿Nadie? ¡¡¿Y con quién descargaba yo mis iras, mi rabia, los hipos de mi llanto incontenible?!! Todo yo fui apagándome y casi asumiendo que el dios que venía a sustituir al actual era la Grandiosa Ciencia, fría y sin latidos, insensible a lamentos y argumentos y, por lo tanto, más segura en sus decisiones sin influencias, me cag...

¿Tiene otro cigarrillo? Bah, lo que pediría para beber no me lo darían... Me iba abandonando en los blandos brazos de la abulia y las pastillas. Comenzó la época de "para qué levantarme, por qué, etcétera ". Me entiende de sobra, ¿no? Un asco, un estercolero era mis adentros. Ni siquiera soportaba la risa en ningún labio ni su sonido. ¿De qué, por qué, alguien se reía en este mundo?

               Más o menos, hijo... Perdona. Más o menos,           
               decía, todos, en el fondo, sentimos esa deses-
               peranza en muchos momentos. Pero no se 
               puede ir por ahí aplicando la propia justicia,
               y menos, por un acaloramiento puntual que
               sí, puede llegar a ser comprensible, pero no
               dejará de ser punible. A ti no te van a matar
               y tú has matado. Aquí, la pena de muerte ha
               desparecido.

No entiende, todavía. Puede que eso del ajusticiamiento,
el matar civilizadamente por la mano ejecutora del todopoderoso estado (poder, nunca se olvide, auto otorgado), puede que eso, a pesar de los yanquis y otros desgraciados aunque más pequeñajos estados, esté desapareciendo. ¡Si estamos inundados de muertos vivientes, hombre, aunque muchos sonrían y todo! ¿Y a quién le otorgamos ese tan alto derecho de discernir si yo he matado mejor o peor que en una guerra? (Es lo que más risa me da, cura: "las llamadas misiones de paz"  en las que puede que ningún soldado porte una miserable tirita, ahora, unos 20 o más kilos de armamento encima, eso que no falte... ¡para, por si acaso, defenderse!)...

Vamos concluyendo, sotanas. Se me seca la boca y aquí nadie me trae un puto coñac... Mire... sólo el niño pone la risa en el mundo, la ternura en la calle por entre tanto acartonado. Sólo mi hijo, el niño, sólo él ponía la risa en mi cara, me traía la recuperación, la esperanza, mi alma parecía latir de nuevo. ¿Sabe ahora el único final feliz que veo? Que se les crucen los cables a todos los que tienen al alcance de su poderoso dedo el botón nuclear... y, plaf, a tomar por cofa todo, a ver si renace algo nuevo que traiga un mínimo de dignidad... Lo siento por Vd., ha venido para nada. No me arrepentiré jamás y ahí está, aguantando mi rollo. Ahora, que ése es su trabajo, ¿no? Aguantar y largar rollos... Le pena que tengo, ¿sabe cuál es?, que el ajusticiamiento que le hice a ese sujeto no servirá para nada. Lo que creó... y que lo mató, a fin de cuentas, seguirá funcionando sin él. Ni de escarmiento para otros listos va a servir. Uno, armado de utopías, puede lidiar y hasta pelear con este mundo. Pero cargarse al sistema, al Poder... ¡imposible!

               Hablas de amor y de esperanza. También tienes
               tu vena de humor. Me cuesta, pues, entender tu 
               ira. Menos aún tu terrible acto.

Pues usted, con todo lo que oirá en el confesionario, debía de entenderlo, entenderme. Claro que, como usted escucha, ando enrrollándome y aún no he llegado a esa gota que desbordó el vaso, gota de agua pesada, o de mercurio, contaminante, letal. Los pésimos tiempos que vivía tras la muerte, el asesinato de mi amigo, no estaban ni siquiera cicatrizados del todo. Quería largarme, bajarme -como dicen ahora-. Pero ahí, cura, también falla su iglesia. Hay que tenerlos muy bien puestos para quitarse de en medio. Eso de acto de cobardía que sueltan en sus sermones, cuento, de eso nada. Menudo paso o zancada en el que el miedo paralizante y la duda tremenda son los teloneros de esa muerte hacia la que quieres ir, pero... ah, amigo, es que detrás, está el peor de los miedos: ¡¿Qué hay detrás?! ¡¿No será esto el más grandioso de los timos de Dios?!...

Me está haciendo bien este vomitar bilis. ¿En el juicio? Ni media. La razón por la que me lo cargué, eso sólo. ¿Cómo van a comprender si están convencidos de su suprema razón, cual es que la justicia irradia de lo legislado por otros humanos, el animal más incompetente sobre la tierra y que, encima, por ser bípedo, cree ser el rey...El abogado me vino con historias de enajenación mental y todo eso. No, ni hablar. Tenía la razón de mi actuar más clara que ninguna otra en mi pasada vida. A lo mejor, en la sala hay algún ser algo claro de mente: ése me entenderá. No, no estaba en absoluto loco cuando lo maté. Fue como acceder, o ceder, al instante cumbre de mi estallido. A muy duras penas me encontraba de nuevo arrastrando la burla, la satánica burla del mundo al, de nuevo, mostrarme la esperanza para luego arrancarla de mí salvajemente. El tipo imbécil, sin ser consciente, prendió la mecha. Porque, mire, me calmo...La puerta de la cámara oscura que era mi vida fue entreabriéndose para que me fuera entrando el bálsamo de una visión de futuro más amable, hasta dichosa. Se me anunciaba la vuelta de la perdida esperanza. El niño, el hijo, mi hijo... Perdón: Paro un poco. Se me anudan las cuerdas vocales...¡el hijo!

                Toma. Y quédate con el paquete. ¿Qué pasó
                 con tu hijo?

Lo mataron. Antes, mi amigo; ahora, el niño, mi hijo. El sistema, el avance, el progreso, la deshumanización, el mundo. El puto mundo mató a mi último mundo; me dejó sin agarraderos, sin medicamentos... ¡Lo volvería a hacer!
 ¡¡Lo volvería a hacer!!

                 Cálmate. Me voy, si quieres. Si te duele mucho
                 el recuerdo, lo callas, tápalo, no hables de él. 
                 O vuelvo mañana, si te parece.

No se preocupe. Ha sido un dolor agradable. Que sí. Un dolor de esos que, a veces, curan. Noto más paz que inquietud. Qué ironía, si pudiera oírme el tipo. Un descontrol en su controlado sistema empresarial, que con tanto cuidado y detalle creó, se volvió en su contra. Su genialidad lo mató. Que se joda. No se debe ser tan listo, ¿ves, gilipollas, lo que pasa?...Bien, a ver si consigo hilar: A mí me sacó de las brumas el hijo, el niño, mi hijo. Ella me anunció su preñez, y vi, en seguida, el extremo del cabo salvador que se me ofrecía. Con qué fiera fuerza me agarré a él. Ya no amé más que a aquel vientre que gestaba mi esperanza. Los meses eran tortugas de mar cojeando en la playa. Mi sueño, lleno de sueños. Yo cuidaría de que él no sufriera como yo. Él, el hijo, mi hijo sería el primero de una nueva especie de humanos. Rebuscaba en todas las umbrías de mis adentros el descalabrado Amor, lo necesitaba de nuevo para rociarlo sin pausa, con toda mi generosidad posible sobre el hijo. Y más, muchas más ensoñaciones que, aunque era consciente de que me hacían perder pie para caer en fantásticos paraísos de quimera, yo me regodeaba en ellas. Algo saldrá, algo será, me decía ilusionado, feliz, lleno de proyectos. Sí, que casi toda la esperanza que el niño prometía; no, me traía, seguro. Con sus manitas, él dibujaría de nuevo la risa en mis labios, en mis ojos. Yo mostraría orgulloso su risa por las calles. Otra vez, inmensa suerte, me venía un mundo para mí...

              Nada hay de malo en ese sentir tan intenso, esa
              casi egoísta felicidad que todo padre siente ante
              el anuncio de un hijo deseado. Pero se te adivina 
              algo más, oyéndote. Toda tu inadaptación...¿qué
              es lo que, en el fondo y además de esa inmensa
              felicidad, esperabas de tu hijo? ¿No tratarías de
              ignorar de ti el más hondo deseo de proyectar en
              él tus...

Tal vez sí que entienda usted, cura... ¡Y qué! Otra historia sería esa que barrunta y que nos llevaría a un diálogo eterno o, puede, sin llegar a convencernos nunca el uno al otro... ¿Y no ha dicho que venía a escuchar?

                Perdona, otra vez. Sigue. ¿Nació sin problemas 
                tu hijo?.

... CONTINUARÁ  (A lo Mota: "Hoy no... mañaana") 
                                 El tete (yo), no puedo más.









1 comentario:

  1. Des,

    Bonico, luego dices que me enrrollo comola spersianas.

    ¡Y tú QUERRRRRR?.

    Va de broma ahora veo el otro y contesto. Bss

    Ann@ Genovés

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