Más tarde los propagadores de la Fe hacen un mutis total sobre la vida de Jesús, que tal parece no existir durante un montón de años. Se esfuma poco después de su discusión con los sabios del templo y aparece con 30 años asombrando con su sabiduría, su amor a los demás y la explicación más terranal y cercana de la Ley de Moisés.
Estudios hay y cada cual lo sitúa donde le parece. Varios coinciden en que pasó muchos años viviendo y aprendiendo con y de los esenios, quienes, entre otras cosas, eran avanzados en medicina, incluso dominaban la administración de unas pócimas que semejaban la muerte del que las tomaba durante casi un día (ojo, son cosas leídas. Allá cada quién. Yo, en particular, me siento más inclinado por estas cosas, mucho más palpables y creíbles que esos misterios de la muerte de un hombre que era Dios. ¿Puede morir un Dios, hijo de Dios?
Los romanos tomaron a Jesús por un parlanchín bonachón sin peligro alguno. Jamás hablaba de armas, sublevaciones, revueltas. Sólo movía pacíficamente multitudes. (Sí, eso podría molestarles algo) Pero, ah, como siempre, a quien más enconaba era a los suyos propios. Los sumos sacerdotes y doctores de la religión y la ley: Lo que Jesús predicaba los podía dejar en cueros en poco tiempo, sin prebendas, sin poder, sin dineros y hasta sin caros ropajes. Les era un tipo molestísimo y había que quitárselo de encima. Lo mejor era igualarlo al movimiento judío en contra de la dominación de Roma, es decir un revolucionario peligroso para los ocupantes y su imperio. (En ciento modo, aquellos cagados sabían: si a estos pacifistas pregoneros siempre del Amor y la Paz, no se los para, llegan a taner más poder que las armas).
El melifluo Pilatos, que lo que menos quería era follón, permitió todo tormento sobre él porque, entre otras cosas, lo sublevaba la entereza de aquel hombre sangrante y maltratado que, hasta con susurros, seguía defendiendo "su reino, que era otro", a "su Padre, que era Dios"... Pensaba el "Pilatitos": '¿Pero este chalado no ve lo qué le hacen, no siente los latigazos; es que no comprende que lo más grande hoy es Roma?' Aunque no lo entendía, lo conmovía; intentó salvarlo comparándolo con Barrabás, éste sí líder de la revolución, sin comprender que la multitud, capitaneada por "supremos fariseos" lo que quería es que ese incordio que les tocaba las conciencias en cada sermón, dejara de darles la coña. Para qué seguir con el resto. Todos lo sabemos. Le aplicaron una de las formas más crueles de morir: la cruz (En esto, los hombre sí que hemos avanzado: matamos mucho más de lejos, más civilizadamente y hasta "selectivamente")
Este HOMBRE, Jesús de Nazaret, sí que merece ser seguido. Su mensaje, su ejemplo, su vida, hasta su amor por María de Magdala, la ocultada número 13 del grupo que con él andaba a todas partes. ¡No me cambien su historia, su mensaje, su huella! ¡Ah, cómo el mundo sería otro si con él y otros pocos grandiosos hombres y mujeres ya citados como guías, hubiéramos aplicado sus palabras y acciones a los hechos! ¡¿Acaso hace más grande a JESÚS el que se empeñen en que es Dios, en que fue concebido por arte de magia, en que murió y resucitó, en que no tuvo hermanos, en que no conoció la inmensa ternura del amor humano con mujer, en que... bah.
Sólo me falta un muy pequeño resto. De una vez por todas, después de la perorata anterior, debo dejar bien clara la razón de llevar siempre colgada al cuello una preciosa y finísima cruz de plata.
DESVENCIJADO
Luis Ramírez de Arellano
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