viernes, 4 de junio de 2010

Flecos FÁCTICOS (pero poderosos)





La esperanza de renacer del desvencijado arbusto salido de un largo y devastador otoño, parece querer ser ayudada por la alada Paz.






Algo lo impedirá: la brutalidad y los odios irracionales del ser racional.






No soy historiador. Tampoco antropólogo. Tampoco sociólogo. Pero sé lo que casi todos sabemos por lo que casi todos tenemos: sentido común (¿o no hay muchos de éstos últimos?)


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Allá, en 1948, finalizó una guerra mundial que ganaron los que más habían matado, como en todas las guerras. Cuando de un bando quedaron pocos y acorralados, claro, se rindieron y firmaron un armisticio sentados sobre una alfombra de millones de muertos. (Tuvieron un fallo, un gran fallo: una de las partes que ganó, "Koba", José Stalín, se vanaglorió con los otros dos grandotes, el americano y el inglés, de haber acabado con el fascismo, el nazismo y la horrible y terrible persecución y exterminio de millones de judíos. Nadie le advirtió a Stalin que no se le ocurriera seguir con sus "Gulags", y nadie, durante años quiso darse por sabedor y, menos aún, alzar la voz en contra de "Koba" y su régimen, tan fascista como al que venció, sobre el atroz exterminio de cualquiera que osara disentir con una sola palabra en contra del "gran comunismo". Pero conste que también fueron millones de muertos, y en este caso no sólo por ser tal o cual, sino, tan sólo, por opinar en contra. En fin.




Adonde yo quería llegar es al otro enorme y grandioso error de las potencias ganadoras. Tenían que además de resarcir al pueblo judío dar solución a su problema de "gente apátrida". Oye, amigo Churchil; qué, amiguetes Roosvelt










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